Óscar Lobato
La fuerza y el viento
Alfaguara (Madrid, 2014)
592 páginas / 18,50 € (papel) · 9,99 € (epub)
Podría uno quedarse en el hecho de que Óscar Lobato (Madrid, 1958) escribe muy buenas novelas de aventuras, un territorio en el que siempre se ha movido con una comodidad apabullante. Pero parece más fructífero considerar que el autor se vale de este género para hablar con lucidez del mundo y de la existencia humana. El planteamiento de su nueva novela, La fuerza y el viento, revela preocupaciones y técnicas narrativas no muy diferentes de las que ya presentaban sus obras anteriores, Cazadores de humo (2007) y Centhæure (2009), aunque con una mayor calidad literaria si cabe y una notable influencia de Arturo Pérez-Reverte. Con tres novelas en su haber publicadas en Alfaguara –es autor de una obra todavía corta- va consolidando su presencia en el sistema literario español.
No quiero contarles apenas algo del argumento para no estropearles la lectura, salvo que se extiende a lo largo de veinticinco años y transcurre en bastantes lugares. Y que los tres protagonistas, Uriel Gamboa, Miguel Lantery y Gabriel Paíño, amigos desde la infancia en el Cádiz de 1967, cumplen su sueño de convertirse en piratas. Hasta aquí puedo leer. Pero les aseguro que atesora en sus páginas lo mejor que puede tener un libro: erudición –destaca en especial la documentación, extraordinaria-, brillantez en su manera de narrar, tensión, sabor a buena literatura.
Muy pocas veces la literatura ofrece la ocasión de experimentar el placer de vivir aventuras con semejantes solidez, algo tan difícil de ver en la narrativa actual. Lobato intenta –como decía Ortega- tender un puente entre su ánimo y el del presunto lector para que ese lector se decida a franquear ese puente sin recelos. La fuerza y el viento se lee con el interés de las buenas narraciones, con curiosidad por entrar en el fondo complicado de tipos humanos diversos, por saber la trama enrevesada de historias y por asomarnos a los horrores de nuestra especie. Seguro que al cabo de unos años su lectura, los personajes que la pueblan siguen vivos en mi interior, identificables, sin desvanecerse o entremezclándose con otros personajes de otras novelas. Si esto sucede, como creo que sucederá, es para mí una receta infalible: la novela es buena.
Resulta grato tropezar con historias vivas e inteligentes que atrapan de principio a fin, sin otro recurso motor que el de un argumento ambicioso que se deja conducir sin forzar sus posibilidades. Queda claro que Óscar Lobato reivindica la novela como fuente inagotable de placer. El oficio y el genio se conjugan azarosamente para que lo que parecía una revisión de un tiempo pasado se convierta en vibrante exégesis del momento presente. Es entonces cuando la fidelidad por el detalle se vuelve evidencia de la contemporaneidad. En La fuerza y el viento se percibe, además, la esperanza de los grandes escritores de forzar sus posibilidades y conseguir un artefacto complejo en la forma y narrativamente muy comunicativo.
Hay libros que le empujan a uno a hacerse escritor, mientras que hay otros –como pasa con esta novela- que te empujan a vivir, a exprimir nuestro efímero paso por esta laguna que hierve, a llevar un estilo de vida vertiginoso, arriesgado y distinguido. A cruzar las vías del tren un segundo antes de que el llegue el convoy. No caigas en la indiferencia, parecen querer decirnos Gamboa, Lantery y Paíño.
La fuerza y el viento es una joya tallada por la experiencia de este periodista con memoria prodigiosa y pulida con ayuda de la sabiduría y las buenas lecturas. Una novela disfrutada plenamente porque busca entretener con dignidad y lo consigue, que nos recuerda que su autor es un creador tan audaz como insustituible. Quienes no lo conozcan todavía podrán acceder a un escritor pendiente aún del reconocimiento merecido.