El oficio de librero es uno de los más útiles y hermosos que existen. En Cádiz, una librería clásica como Manuel de Falla cuenta con un librero de vocación, Juan Manuel Fernández, con 40 años de profesión que se han cumplido en estos días. Una persona con instinto, meticulosa y leal a sus hábitos, que tiene pasión por su trabajo y a la que nadie le ha regalado algo. A su lado siempre, Manuel Romero Toledo, con quien lucha cada día para salir adelante como buenos compañeros de aventuras. No hay placer tan grato como sentarse al lado de Juan Manuel Fernández y mantener un conversatorio, como lo llama Gabriel García Márquez, observando cómo calibra las palabras antes de formularlas.
¿Es el de librero el oficio más hermoso del mundo?
En muchos momentos no lo cambiaría por ningún otro: cuando eres capaz de abstraerte del trabajo cotidiano y mirando las estanterías reflexionas sobre las maravillas que ha dado como fruto el pensamiento humano y que muchas de ellas están recogidas en los libros que te rodean. Cuando te emocionas con nuevos libros que valoras por sus textos, ilustraciones, encuadernación. Cuando es de un autor amigo, con el cual compartes la alegría del nacimiento de su nueva obra. Cuando se establece con el lector un acercamiento personal teniendo al libro y a la lectura como punto de encuentro. Cuando percibes en la mirada del lector la gratitud por haberle conseguido ese libro que necesitaba cuya localización era compleja, etcétera.
¿Ha cambiado mucho la profesión desde aquel 18 de enero de 1973 cuando usted empezó a trabajar como librero?
Pues sí que ha cambiado, sobre todo en lo que respecta a los cambios posibilitados por las nuevas tecnologías. Antes, para llevar un mínimo control de las existencias, tenía que realizar una ficha por cada libro donde anotabas los datos precisos para controlar ese título. Hoy, la mayoría de la información que necesitas la tienes pulsando el teclado del ordenador. Esto facilita una mayor conexión con los lectores pues a través de esta herramienta tenemos siempre tienda abierta e información de los fondos existentes en nuestras librerías, posibilitando con ello la opción de recibir solicitudes lo cual antes era muy limitado.
¿Habrá vivido muchas anécdotas durante estos 40 años de profesión?
Innumerables y desgraciadamente olvidadas casi todas. Me arrepiento mucho de no haber tenido tiempo de ir tomando nota de mis vivencias libreras ya que tendría mucho que contar aunque sólo fuese para pasar un divertido rato con mis amigos. De las que me acuerdo con interés, todas son de larga redacción. Para poner una en la que no me tenga que extender demasiado contaré que teniendo la librería repleta de cajas y casi no habiendo sitio para pasar, nos visitó un lector que tenía que ayudarse de dos muletas para caminar. Lo hizo como pudo, recopiló una buena porción de libros y al pagar su compra quise disculparme por la poca comodidad que ese día había encontrado para poder desplazarse entre las cajas. Su respuesta nos hizo sonreír a todos pues fue expuesta con mucho humor: “No sabes tú el gusto que da rozarse con cajas que sabe uno que están llenas de libros”. Esta anécdota se la conté a nuestro buen amigo y escritor José Manuel Benítez Ariza, el cual la reflejó en su blog (recogido posteriormente en su libro Señales de humo, página 217), significando finalmente haber descubierto una nueva modalidad de perversión: el libridinoso.
¿Cuál es la filosofía de la librería Manuel de Falla?
Una gran mayoría de los fondos que tenemos en nuestra librería refleja perfectamente el perfil de librería cultural que desde el principio queríamos conseguir. Un porcentaje altísimo de los libros que hay en existencia ha sido valorado y seleccionado uno a uno, realizando esta selección con un cierto grado de exigencia en cuanto a autores, temas, etc. Esto nos permite ofrecer una bibliografía cualificada y posibilita tener una manifiesta diferenciación con respecto al ofrecimiento de otras librerías donde otro determinado tipo de libro es el predominante. Esta diferencia de calidad la agradece enormemente el buen lector y es lo primero que resalta cuando hace alguna referencia hacia nuestra manera de trabajar o hacia nuestros fondos bibliográficos.
¿Recuerda cuando fue la primera vez que se sintió librero?
Antes de empezar a trabajar la librería, yo era lector asiduo. Al margen de las lecturas afines a los niños de mi generación: El Capitán Trueno, El Jabato, Hazañas Bélicas, etcétera, mi primera lectura –a los catorce años- fue Don Quijote de la Mancha en edición íntegra, sin adaptación alguna. Luego vinieron muchas lecturas más, sobre todo poéticas: Hernández, Lorca, Neruda, Machado, que me facilitaba un amigo pues en casa no teníamos biblioteca. No era lo primordial para unos padres de clase trabajadora, que con tres hijos de corta edad y soportando el dolor de una separación no deseada de sus raíces, tuvieron la valentía suficiente y ofreciendo su total entrega emigraron desde un pequeño pueblo gaditano, Vejer de la Frontera, a una gran ciudad como Valencia en busca de un mejor futuro para esos hijos. Con este principio de respuesta imaginarás la ilusión con la que comencé a sentir la profesión. Creo que desde el primer día fue así. La madurez librera creció y se acentuó con el tiempo.
¿Qué aprende el librero de los lectores?
Si eres receptivo y la comunicación con tus clientes es fluida, algo que siempre he puesto en práctica, el aprendizaje de algunas disciplinas la tienes asegurada. Las horas más lúcidas del día son aquellas en las que desarrollo mi labor de librero, y gran torpeza sería desaprovecharlas no practicando el arte de conversar con aquellos que, seguro estoy, son los mejores y más exigentes lectores de la ciudad. Esta práctica ha sido muy efectiva por ejemplo en cuestiones literarias dado que el intercambio de opiniones y conocimientos sobre autores u obras leídas ha permitido que los contertulios hayamos enriquecido nuestro acervo. Recuerdo con especial emoción la lectura de la novela epistolar de la autora Helene Hanff 84, Charing Cross Road que me recomendó leer mi buena amiga y gran lectora Isabel Figueroa. Serían interminables los ejemplos que podrían seguir.
La venta de libros ha bajado considerablemente en los últimos meses. ¿Saldremos de ésta?
Podríamos decir que es así no en los últimos meses sino en los últimos años. Tenemos un factor a favor y es que el gremio librero nunca ha sido un gremio boyante en beneficios, por lo que estamos acostumbrados a estar en el filo de la navaja. Algunos miembros de esta gran familia no han podido superar la profunda crisis que sufrimos y han tenido dolorosamente que doblegarse y cerrar sus establecimientos libreros, pero seguro que la mayor parte resistirá y finalmente podremos salir de esta coyuntura. Sorpresivamente, añado, también en estos tiempos hemos asistido a felices nuevas aperturas.
¿Matará el libro electrónico a la librería clásica?
Rotundamente no. La librería clásica y de fondo ofrece unas temáticas que son mucho más factibles y prácticas de ser leídas en formato de papel. El electrónico, entiendo, se presta mucho más a la lectura de narrativa de la que es fácil olvidarse una vez terminada su lectura, aunque sus prestaciones avanzan a pasos agigantados y sus ofrecimientos y posibilidades ni siquiera hoy las adivinemos. El cliente de librería clásica, aún teniendo su “cacharrito lector”, sigue adquiriendo libros en su librería. Quizás en un futuro próximo se equilibren ambas opciones y convivan y ojalá que lo hagan en el mismo espacio: la librería clásica. Ésta tendrá el reto de adaptarse en el conocimiento de los otros formatos ya disponibles y los que, con total seguridad, seguirán viniendo, y la oportunidad por ello de seguir existiendo y continuar teniendo el papel esencial que, a mi entender, aportamos a la sociedad.
¿Qué opina de las librerías tipo Corte Inglés, Fnac o Casa del Libro?
Quizás de las empresas nombradas, la que más se acerca a mi concepto de librería es la cadena Casa del Libro. Las otras dos grandes empresas tienen al libro como un artículo más, sobre todo El Corte Inglés, en una sección más de entre las muchas con las que comercian. El libro es un producto a vender que requiere una atención especial que creo no prestan en estos otros establecimientos.
¿Cuál es el mayor best seller vendido en su librería?
El libro del que más ejemplares he vendido desde que comencé en esta profesión es la novela La canción del pirata del gran escritor gaditano y queridísimo amigo Fernando Quiñones. Fue una obra premiada como finalista del Planeta en el año 1983 y desde entonces puedo cifrar nuestra venta en unos diez mil ejemplares, siendo además la obra de la que más agradecimientos he recibido por la recomendación de su lectura tanto a nivel local, nacional y del extranjero. Más que un best seller, en nuestra librería lo podemos catalogar como un long seller ya que casi treinta años después de editarse lo seguimos vendiendo.
¿Qué personaje de los que han pasado por Manuel de Falla le ha impresionado más?
No llegó a estar en la librería pero sí le visité un par de veces en su casa de El Puerto de Santa María. El personaje es Rafael Alberti. Le recuerdo sentado en su amplio sillón de mimbre. Con su largo y cuidado cabello blanco y su voz profunda que sonaba a poesía hablase de lo que hablase. Recuerdo que en un momento de la conversación le hice saber lo mucho que me agradaba estar delante de uno de los autores españoles más relevantes del siglo XX. Él, después de agradecérmelo, restó importancia a lo escuchado y la explicación que le di es que estaría acostumbrado a escuchar de continuo la misma frase admirativa hacia su persona, a lo que me contestó: sí, pero no todas las voces suenan igual. Me satisfizo mucho escucharle decir eso. Sintió verdad en mi expresión.
¿Suele decepcionar conocer a un autor admirado?
Casi todos los autores a los que he llegado a tratar me han atendido con sencillez y cercanía. Por ejemplo, la primera vez que vino Arturo Pérez-Reverte a Cádiz en calidad de autor, siendo ya un escritor de tirón y grandísima demanda, lo reclamé personalmente a través de la editorial Alfaguara, pues deseábamos que fuese pregonero de la Feria del Libro. Dejé el mensaje en la editora y a los pocos minutos sonó el teléfono en la librería y mi compañero Manuel, que atendió la llamada, me dijo: “Juan, es Pérez-Reverte”. Lo que pensábamos sería imposible, lo facilitó Arturo, pues fue pregonero de la Feria de 1995 y luego ha sido y es visitante y comprador asiduo, teniendo la gentileza impagable por nuestra parte de citarnos en el apartado de agradecimientos de su novela El asedio. Conocer a Gabriel Celaya, a Quino, a Eduardo Galeano, a José Hierro, a Ángel González, a Fernando Quiñones, a Joan Margarit, a Forges y a tantos otros ha sido un auténtico placer.
¿Podría describirnos un día cualquiera en su vida?
Trabajo unas diez u once horas al día durante cinco días y medio a la semana sin que el día y medio restante que queda para completarla venga exento del riesgo de continuidad laboral. Esta estadística no la formulo como una queja, ya que la labor que realizo durante ese tiempo me produce satisfacciones, aunque sí es cierto que me gustaría tener más tiempo libre. Mis pocas horas disponibles transcurren junto a mi familia, realizando actividades como la lectura, ver cine, escuchar música, radio y seguir los documentales de La 2 que me permiten cubrir parte de mi ilimitada curiosidad.
¿A qué le tiene miedo?
No soy una persona que pueda presumir de excesiva valentía aunque sí de echarle valor a las circunstancias adversas que he tenido que afrontar en muchas ocasiones. Todo lo que me rodea me importa y temo el sufrimiento propio y ajeno.
¿Cuáles son sus afinidades literarias?
Aunque no soy bebedor, me remito a la conocida frase de Fernando Quiñones: la novela es whisky con agua, el relato (que no el cuento) es whisky con hielo y la poesía es whisky puro. Serían mis afinidades a resaltar, aunque por curiosidad, por gusto o por el ejercicio de la profesión me asomo a multitud de lecturas.
¿Pesan mucho los libros actuales?
Si te refieres al peso físico he de decirte que pesan “un huevo”. Al parecer las editoriales demandan a los autores novelas de gran extensión para que sea más fácil convertirlas –o intentarlo al menos- en best seller, y claro, la consecuencia es evidente, o mejor expresado: pesada. También es normal que me costase menos trabajo mover una caja de libros cuando tenía treinta años que ahora que casi duplico esa cifra.
¿Cómo ve el futuro de las librerías?
Teniéndose que adaptar a los tiempos que vengan y a las nuevas formas de ofrecer lecturas sin olvidar la que por ahora sigue siendo fundamental: la clásica del libro tradicional. La gestión que tendrá que realizar el librero será ardua. Para superar la crisis que, no queriendo ser agorero, vamos a ver como tarda en aminorar sus consecuencias, tendremos que tener una mucha mayor preparación para afrontar los retos que se nos han presentado ya. Pero sin lugar a dudas lo más importante es que con seguridad total, y pon la siguiente frase en mayúsculas, LAS LIBRERÍAS TENEMOS FUTURO.
Una razón para comprar en Manuel de Falla.
Entrar en un espacio donde vamos a encontrar una selección bibliográfica realizada con una exigencia de mayor nivel que la mayoría de las librerías tienen. Ya he comentado antes que tenemos la seguridad de contar con los clientes más exigentes en materia de lectura de nuestra ciudad, y cuando sus visitas son continuas y sus adquisiciones se suceden es que respondemos a esa calidad de oferta. No dejaré de mencionar un comentario escuchado este verano pasado a alguien desconocido que pasaba por la puerta de la librería y le expresó a quien le acompañaba con evidente exageración: “Esta es una de las mejores librerías de España”. Bueno, quedó para nosotros como una anécdota inolvidable. También con el transcurrir del tiempo y la receptividad que solemos tener con quien nos visita, hemos logrado crear lo que denominamos la gran familia de Manuel de Falla. Sois muchísimos los amigos que me honráis perteneciendo a ella. En una pequeña ciudad estas actitudes se propagan rápidamente y siempre surgen nuevos amigos dispuestos a sumarse como un miembro más a esta gran familia para pasar un rato agradable en nuestro cálido establecimiento. Los mejores y más queridos amigos, que me enriquecen con su amistad, los he conocido en la librería y a través de los libros. De hecho, en la librería tenemos expuesta una frase del escritor Manuel Vicent, con la que coincido plenamente: “Cuando un librero conoce y ama su oficio, establece con el lector una relación muy cálida que es la prolongación natural de la cultura”.
¿Quién es Juan Manuel Fernández?
Alguien al que le gustaría poder suprimir los egoísmos imperantes y las mentiras sobre las que se sustenta la sociedad, así como los malévolos intereses –personales o de grupo- cuyas consecuencias principales son la incapacidad de desarrollo e infelicidad de la mayor parte de los seres que convivimos en el planeta. Y alguien que desearía una oportunidad de existencia y desarrollo para una mujer y un hombre nuevos.
¿Por qué leer?
Posibilita el aprendizaje y la adquisición de cultura. Este conocimiento permite tener criterio propio creciendo en ti la opción de una mayor libertad personal. Porque leyendo viajas, porque enriquece la imaginación, porque te ayuda a soñar y porque puedes vivir la vida de los muchos personajes que pueblan maravillosas historias. Por eso y por muchas cosas más interminables de describir.
¿Leer es vivir?
Cada libro son muchas vidas, así que ¿por qué vivir una sola? Leamos y vivamos. Fernando Quiñones, lector y viajero empedernido, decía con total satisfacción que él por lo leído y viajado había vivido como siete vidas.
¿Cómo se debe leer?
Se debe leer sin voz. Al menos que lo hagas para el público.
¿Qué tipo de lector se considera?
Exigente con el texto y fácil de emocionar con un libro bien escrito. Las frases o las páginas que me hacen sentir suelo volver a leerlas más de una vez. Por ello y por la falta de tiempo, soy un lector lento que invierte bastantes días –hablo a veces de semanas o meses- en la lectura de un libro.
¿Cuál es su sitio preferido para leer?
En el salón de casa o en mi biblioteca-despacho, espacio que tengo adaptado también para trabajar en él. Suelo hacerlo con más asiduidad al acostarme. Pero hay un sitio especial que es la propia librería, donde tengo la oportunidad de leer bastante durante el mes de julio. Es un mes muy relajado en cuanto a la recepción de novedades, y hay menos trabajo. El público que visita la librería suele ser foráneo y sus visitas son más fugaces, aunque es un auténtico placer conversar con muchos de ellos pues escuchas cosas novedosas distintas de las experiencias de los más habituales (a los que antes me refería como miembros de la familia Manuel de Falla). Últimamente he leído dos libros muy interesantes: La fuente y la muerte, del arcense Pedro Sevilla, y Experimentos sobre el vacío, de Nieves Vázquez Recio, con la que me une una relación de profundo afecto.
¿Qué libros está leyendo?
Un poemario titulado El jazmín y la noche, de Almudena Guzmán; En la ciudad subterránea, de nuestro común amigo José María García López; El paradigma digital y sostenible del libro (su lectura la estoy tomando con paciencia) y el último libro de mi querido amigo y común admirador de Serrat, el poeta Luis García Gil, titulado Serrat y Sabina: a vista de pájaro. Algunos otros como los últimos de Trapiello, Cercas o Millás esperan su momento. Me llegan tantos que me pasa igual que cuando entro en una buena pastelería: no sé cuál me comería primero pero sí que me los comería todos.
¿Quién le enseñó a leer?
La persona que recuerdo que más empeño puso en que aprendiera a leer fue mi madre. Evidentemente mis primeros maestros, de los que no recuerdo ni los nombres ni sus físicos, fueron los que me enseñaron. Pero sí tengo recuerdos de cómo en casa, mi madre, reforzaba las horas de clase y era la profesora más tenaz. ¡Cuánto se lo agradezco!
¿Qué libros le han emocionado en su vida?
Entre otros, Don Quijote de la Mancha y Platero y yo. La prosa poética de Juan Ramón me toca la fibra más frágil. Por poner otros no tan clásicos y quizá menos conocidos, los antes citados 84, Charing Cross Road y La fuente y la muerte. Este último me tuvo con la emoción al límite. Hay un libro que tuve que dejar de leer o me moría: Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández, de Josefina Manresa, publicado en Ediciones de la Torre.
¿Cuáles son sus autores preferidos?
Cervantes, Pérez Galdós, García Márquez, Vargas Llosa y Fernando Quiñones. Eduardo Mendoza me entretiene mucho aunque en realidad lo que menos busco cuando leo es entretenerme. Y una amplísima relación de nombres más que estarían al nivel de estos citados. Y por supuesto leo con sumo placer lo que publicáis mis amigos escritores gaditanos (entre los que te encuentras), de nacimiento o de adopción. Entre estos últimos, hay uno que tú y yo conocemos bastante capaz de batirse en duelo literario al mejor espadachín de la Corte del Buen Narrar. Todos tenéis mi cariño, el apoyo que desde la librería pueda ofreceros y mi mayor admiración.
¿Cuál fue ese libro que le convirtió en lector?
Sin lugar a dudas, con conocimiento de la nueva experiencia, Don Quijote de la Mancha. Con mucha anterioridad a su lectura, siendo muy pequeño, en mi querida casita de Vejer, mi madre todas las noches recibía una petición antes de dormir: «Mamá, léeme el cuento«. Era el único libro que teníamos en casa y contenía tres cuentos de los que recuerdo sólo un título: Un ojo, dos ojos, tres ojos, de los hermanos Grimm. Ese único libro de casa, sus bonitas e inocentes historias, y la cálida voz de mi madre me hicieron lector sin ser aún consciente de ello.
Otras tres lecturas esenciales para usted.
Don Quijote de la Mancha, antes mencionado. Las mil y una noches, lectura realizada en mis años de forzosa entrega a la patria, vulgarmente denominada “mili”, aunque soy de los que se alinean junto al contenido del libro Ardor guerrero, de Muñoz Molina. Y Cien años de soledad. Recuerdo la satisfacción que me produjo al terminar su lectura. Había leído una obra que de ser escritor me hubiese gustado escribir a mí. Pongo estas tres ya que son tres las que me pides, pero no quiero cerrar la respuesta sin pedir perdón a todos los autores de obras que también tendrían que ser aquí mencionadas.
¿Existe una decadencia de la lectura, de los lectores?
La lectura se ha banalizado algo con respecto a la que se demandaba en mis comienzos libreros. La política de las importantes empresas editoras actuales marca una pauta en la que la calidad de la literatura no es lo que tiene prevalencia. Afortunadamente, y para equilibrar dicha política, aparecen de continuo pequeñas editoriales que aportan novedades muy interesantes de autores nuevos o clásicos, y cuidando con primor la calidad de sus ediciones. Estas pequeñas obras de arte que las librerías de fondo convertimos en unos mesurados best seller con nuestra exposición y nuestras recomendaciones.
¿Cómo se puede fomentar la lectura entre los estudiantes que sólo abren los libros por obligación?
Si supiera responder esta pregunta no me la estarías haciendo. Ya habríamos puesto en práctica la teoría y obteniendo los resultados. Sabemos que desde los profesores y los centros escolares, a las propias bibliotecas y, por supuesto, las librerías, hacemos lo que podemos por intentar acercar los libros a los chicos y viceversa. Tenemos el gran handicap de que encuentran más fácil entretenimiento en los medios audiovisuales y en todo aquello que la electrónica les está facilitando. De ahí la tremenda resistencia que encontramos. El chico se acercará a la lectura cuando descubra en ella la magia de soñar y volar con un libro en las manos.
¿Qué es el libro para usted?
Léase literalmente un medio para vivir y dar alimentos y cobijo a mi mujer e hijas. Y también una fuente continua de emociones y un objeto del que enamorarse.
¿Qué opina sobre el libro electrónico?
Arjjj, ¡me acaba de dar una descarga! Acéptame la broma. Es el presente y ha venido para quedarse. Compartirá futuro con el libro de papel que no desaparecerá. Todo lo que sea sumar en pro de difundir cultura, bienvenido sea.
¿Cuál es su relación ahora con los libros?
Siempre me he llevado bien con ellos pues somos amigos desde hace mucho tiempo. Alguna vez, resabiado, me he acordado de los ancestros de Gutenberg y, como en toda relación, hemos tenido algún desencuentro. Mi vida se ha desarrollado personal y profesionalmente junto a ellos y no me imagino lejos de los libros ni ejerciendo otra profesión.
¿Prefiere los libros recién sacados de la imprenta o los volúmenes con cubiertas raídas y páginas apergaminadas por los años y el uso?
En mis gustos librescos hay capacidad para todo. Bien es cierto que la profesión hace que me desarrolle mucho más al lado del libro recién editado y que nuestra relación con los de viejo, del que también damos servicio en la librería, sea más de forma tangencial. Sí he de decir que tocar y abrir un valioso libro de viejo me causa un gran respeto y lo hago con toda precaución para no sumar deterioro alguno al ya causado por el tiempo. Recuerdo, en una visita realizada a los talleres de los afamados encuadernadores gaditanos hermanos Galván, que estos tuvieron la gentileza de mostrarme un ejemplar con textos manuscritos de Hernando Colón. No me atreví ni a tocarlo. Me conformé con apreciar la cubierta, siendo incapaz de adentrarme en alguna de sus páginas.
¿Visita las librerías de viejo?
En Cádiz, a veces voy a las de Raimundo, único librero de viejo que queda en nuestra ciudad. Cuando viajo fuera entro en aquellas que encuentro de paso. La verdad es que me siento abrumado en ellas y suelo marchar con sentimiento de desasosiego pues dejo atrás mucho de lo que querría me perteneciera. Curiosamente en un momento determinado, y por circunstancias especiales, adquirí una biblioteca que contenía una amplia y rica selección de libros editados muchos de ellos en el siglo XIX. El cumplimiento de una palabra dada y mi interés en que el cuerpo principal de dicha biblioteca pudiera estar a disposición de investigadores en un centro público, fueron determinantes para que me desprendiera de ella no sin gran pesar pues había auténticas joyas.
¿Cuántos libros suele comprar en un año?
Ejerciendo mi profesión, o sea para la librería, muchostantosmil. Como lector suelo adquirir aquellos que deseo formen parte de mi biblioteca personal. Regalo también bastantes a mi mujer, Mari, y a mis hijas Marisi y Rocío.
¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgulloso?
No me desprendería por nada de una pequeña enciclopedia editada en 1932 que perteneció a mi padre y que utilizó para sus estudios. De una carpeta que, editada por la Casona de Tudanca, contiene facsímiles de escritos, cartas con sus sobres, cuartillas manuscritas, etcétera, realizados por Miguel Hernández en su época de colaboración con José María de Cossío. La vida, la obra y la muerte del poeta de Orihuela aún me duelen. Le tengo mucha estima, por su implicación en el ejercicio de la profesión, a un libro dedicado al aprendizaje de la gestión de librerías titulado El librero y su mundo, escrito por Castro Fariñas y editado por Paraninfo en el año 1963. Y de un libro único escrito por ciento once autores, también ilustrado por muchos de ellos y objeto de codicia ajena: el libro de firmas de nuestra librería, nacido en los talleres y de las manos de los maestros del arte ligatorio, los gaditanos hermanos Galván. Hay dedicatorias de José Saramago, Francisco Ayala, Fernando Quiñones, Arturo Pérez-Reverte, Caballero Bonald, Carmen Martín Gaite, Joan Margarit… E ilustraciones realizadas por Rafael Alberti, Carlos Edmundo de Ory, José Hierro, Vila-Matas, Luis Eduardo Aute, Forges, etcétera. También admirados cantautores como Serrat, Sabina, Alberto Cortez, Javier Ruibal, Víctor Manuel o el cantaor flamenco Miguel Poveda; los editores Mario Muchnik y Jorge Herralde; o María Kodama y Aurora Bernárdez, compañeras de Jorge Luis Borges y Julio Cortazar, respectivamente. Y muchos más hasta llegar a los ciento once mencionados. Mi enorme agradecimiento a todos ellos.
¿Alguna manía u obsesión con los libros?
En la librería persigo con ahínco que todos tengan un perfecto orden y que se puedan leer sus títulos bien en horizontal, o que la colocación en la estantería permita su lectura de abajo a arriba lo cual permite al cliente no tener que estar cambiando posturas y poder leer más cómodamente sus lomos. El perfecto orden y la total visibilidad de aquellos que ponemos en el escaparate son también objeto de continua y particular atención.
¿Posee ex libris?
No, y la verdad es que me gustaría tenerlo pero diseñado personalmente. No sé si algún día daré comienzo a dicha tarea.
¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?
Me cuesta un enorme esfuerzo escribir sobre un libro, sólo los que dedico a mi mujer e hijas los escribo con placer, utilizando para ello la página de respeto. Y la verdad es que me gustaría subrayarlos y resaltar aquello que creo oportuno, pero repito que les tengo un exagerado respeto que me impide hacerlo aunque reconozco que es un error. Los realmente buenos y los que me emocionan, en vez de marcarlos yo, son ellos los que dejan marca en mí.
¿Qué opina de ese fenómeno que es la Feria del Libro?
Que son necesarias. Nos ayuda a difundir el libro y la lectura. Vemos en los días en los que se desarrolla caras nuevas de nuevos lectores, distintos clientes a los que suelen visitar habitualmente nuestras librerías y eso es muy gratificante. Cierto es que nos deja muchas veces insatisfechos a los que estamos en la organización o a los expositores, siendo esto positivo ya que es prueba de querer hacerlo siempre mejor para conseguir los mejores resultados.
¿Cuál es el futuro del libro?
Espléndido. Seguiremos disfrutando de este invento genial que transmite el conocimiento del pensamiento humano como ningún otro lo ha conseguido. Tal vez habría que añadir: del libro, en sus diferentes versiones.
¿Hay muchos libros en su biblioteca?
Hay bastantes, y la intención de deducir el número de ejemplares teniendo una selección pendiente de realizar desde hace también bastante tiempo. Hay libros que me regalan los comerciales de las editoriales que se han ido quedando en ella y que no son de mi total interés. Y ya sabemos que los espacios son vitales.
¿Su librería es también su biblioteca?
Como antes dije, la mayor parte de los libros existentes en la librería son elegidos uno a uno y el criterio seguido para la selección es muy personal. La gran mayoría de los elegidos los querría tener en mi biblioteca, por lo que la afirmación a tu pregunta es rotunda.
¿Qué género predomina en su biblioteca?
Es muy variada. La novela, la poesía y el ensayo general, abundando la bibliografía sobre historia de Cádiz. Pero insisto en que es muy variada.
¿Tiene ordenada su biblioteca?
Todo el tiempo que dedico a tener ordenados los libros de la librería me resta del que debía tener para invertirlo en el orden de mi biblioteca personal. Ordenarla es un tema eternamente pendiente.
¿Cómo clasifica su biblioteca?
Procuro tenerlos clasificados por temas, pero no llego a conseguirlo del todo por la cantidad de ejemplares y el poco tiempo que puedo dedicar a su orden.
¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos?
También se acumulan objetos. Regalos recibidos de personas queridas, fotografías u otros objetos que forman parte de mi ser sentimental.
¿Alguna peculiaridad en su biblioteca?
Algo que valoro mucho: una serie de folios sueltos no encuadernados, mecanografiados y con gran cantidad de correcciones manuscritas realizadas por Fernando Quiñones de su obra La canción del pirata, una de las mejores novelas escritas en castellano en la segunda mitad del pasado siglo. Dichos folios me fueron entregados personalmente por el propio escritor.
¿Posee libros heredados de su familia?
Uno solamente: la enciclopedia donde estudió mi padre. Sólo uno pero valioso como una biblioteca entera.
¿Hace expurgo en su biblioteca con frecuencia?
Como antes te comenté, tengo pendiente de realizarlo. Es cierto que alguna vez lo he intentado y casi siempre queda en suspenso ya que llegan las dudas de si dejo éstos o áquellos. También ocurre que me encuentro con alguno que hacía tiempo no había tenido entre las manos y me siento a verlo y leerlo. Total que finalmente sigo dejándolo para otra ocasión.
¿Contiene libros en otros idiomas?
Tengo un valioso libro, publicado en su cuarta edición de 1932, sobre esperanto. En mi adolescencia, vivida en la ciudad de Valencia, me interesé por este idioma universal y lo estudié por un corto periodo de tiempo. Lo poco aprendido fue totalmente olvidado y me apena no haber seguido. Admiro profundamente a quienes dominan varios idiomas, cuyo conocimiento permite acercarse y entenderse con personas de otras muchas nacionalidades. Pero el idioma al que más relevancia le doy, el más importante y que todos deberíamos conocer y practicar es el común del amor universal y para eso también los libros deberían ser herramienta fundamental. Ojalá los avances tecnológicos tan aceptados y utilizados por todos, también lógicamente por nuestro gremio, vinieran acompañados de avances humanitarios que permitieran ese mundo idílico que los utópicos queremos que fuesen para disfrute de todos.