Desnudarse es, para la gran mayoría de nosotros, algo muy azaroso. Y si el pudor, las normas sociales y legales, el deseo de ocultar nuestras imperfecciones -sea, pues, la causa que sea- hacen que el desnudo físico sea algo solamente permitido en la intimidad de nuestros hogares, el desnudarse emocionalmente supone un ejercicio extremadamente arriesgado. Y lo es porque al fin y al cabo …