Según el último informe Nielsen los hábitos de lectura están cambiando en un sentido distinto al que se esperaba. La lectura en formato digital no ha dejado de crecer, pero a un ritmo mucho menor del que vaticinaron los expertos en la materia, algo que tranquilizará a los pesimistas que demonizaban los libros electrónicos y auguraban que su irrupción haría desaparecer el libro en papel. Nada más lejos de la realidad.
A día de hoy, cada vez está más claro que el libro electrónico no ha venido a sustituir el formato tradicional, sino más bien a complementarlo. El 80% de la población sigue prefiriendo leer en papel. ¿Por qué? Pues porque aunque un ebook puede llegar a ser muy práctico, hay sensaciones que ni siquiera la tecnología más avanzada es capaz de igualar. Al menos por el momento. Y los buenos lectores siguen apreciando gestos tan sencillos como coleccionar libros, hojearlos, aspirar el aroma de sus páginas e incluso llenarlos de muescas y cicatrices que delaten su uso y, por tanto, su disfrute.
Para un amante de los libros como yo, reticente hasta hace muy poco a dar el salto a lo digital, la elección de un libro electrónico que se adaptara a mis necesidades no fue nada sencilla y decidí que sólo conseguiría ganarme como adepto aquel que lograse que la experiencia de lectura fuera lo más parecida posible a la de un libro en papel. Yo no leo diez minutos al día, ni un par de horas a la semana. Puedo pasar horas en mi sillón preferido devorando una página tras de otra del libro, borrador o manuscrito que tenga entre manos.
Por eso me resulta tan incómodo leer en el Ipad o en una Tablet y prefiero, o más bien necesito, la tinta electrónica de un ebook que trate mis ojos con la delicadeza que se merecen. Que sólo tengo dos, con algunas dioptrías ya en lo alto, y tienen que durarme un puñado de años más. No quiero quedarme ciego a los 55, como le sucedió a Borges.
He probado varios dispositivos de lectura, guiado por las recomendaciones de algunos expertos en la materia, y me gustaría compartir con vosotros mis impresiones sobre los que, a mi juicio, mejor se adaptan a mi condición de lector compulsivo y exigente.
La empresa Energy Sistem se desmarca con el Ereader Pro, un lector potente y con muy buena capacidad de respuesta. La lectura en él resulta muy agradable gracias a su resolución, a su pantalla antirreflectante y a una buena variedad de fuentes entre las que escoger. Su buena compatibilidad con los archivos PDF permiten leer manuscritos y borradores con la misma solvencia con la que se lee cualquier libro digital, lo que sin duda es otro punto a favor para quien no sólo busca entretenimiento, sino también una buena herramienta de trabajo.
Un lector que me ha sorprendido muy gratamente es el BQ Cervantes. Su pantalla táctil es la más sensible de las que he probado, lo que hace que el paso de las páginas se automatice, acercando al usuario a la experiencia de lectura «real». Dispone de un buen número de opciones para personalizar el texto, las fuentes, los márgenes, etcétera. Además es muy ligero, poco más de 180 gramos, algo que se agradece después de varias horas de lectura, y tiene un diccionario integrado que permite resolver al momento cualquier duda.
Uno de los modelos más populares y solventes del mercado es el Kindle Paperwhite. Tanto es así que hace poco la empresa Sony declaró en un comunicado que iba a dejar de fabricar su Readers, entre otros motivos, porque no era capaz de competir con los Kindle en igualdad de condiciones. Un dispositivo potente aunque, después de probarlo, debo decir que no me parece mejor que los dos anteriores.
Me gustaría añadir a esta selección el miBuk Ilusion de Wolder, una opción más económica pero con un diseño elegante y un buen acabado que recomiendo a quien busque un lector fiable a buen precio. Pese a no disponer de tantas opciones como los anteriores es muy intuitivo y fácil de usar, lo que es un punto a favor para quien no sea demasiado amigo de la tecnología.
El libro electrónico se ha convertido en una herramienta fundamental para los profesionales del mundo de la edición. La agente literaria Sandra Bruna afirma que «uso Ipad porque me permite leer y trabajar desde el mismo dispositivo, aunque todo lo que es relativo al trabajo lo leo en formato electrónico, sólo leo en papel cuando leo por hobby». El editor de Alrevés, Gregory Dolz, tiene una opinión parecida: «Leo manuscritos en formato electrónico, pero de momento considero que el ebook es sólo una herramienta de trabajo, nada más».
El escritor Esteban Navarro se muestra partidario del libro electrónico: «Uso Kindle. Es sencillo, rápido y me descargo novelas a golpe de clic». Otro defensor de Kindle es Gabri Ródenas, quien se justifica alegando «¿Para qué engañarnos? Amazon es la principal plataforma de ebooks y, al igual que James Bond, cuando voy justo de tiempo no me ando con paliativos».
María Cardona, de la Agencia Literaria Pontas, cree que la lectura digital «para leer manuscritos es sin duda la herramienta más práctica y cómoda, que nos permite ahorrar papel y leer en cualquier lugar», aunque confiesa que «en el día a día de la agencia acaba predominando la lectura en papel».
La editora de Versátil, Eva Olaya, también piensa que «trabajar con un Ereader es fundamental para leer los originales que nos llegan». Del mismo modo, cree que «hay un mercado de lectores que, dado el volumen de libros que leen, hacen todas sus compras en ebook. Es un mercado que no se puede despreciar ni menospreciar».
El escritor César Pérez Gellida defiende también las bondades de la lectura digital: «Leo cada vez con más frecuencia en formato electrónico por varias razones. Casi siempre lo llevo encima y puedo aprovechar cualquier momento libre para leer. Siempre tengo dos o tres libros cargados por si acaso se me atraganta el que estoy leyendo y decido dejarlo».
Javier Manzano, subdirector de la revista Fiat Lux, argumenta el paso al libro electrónico por motivos prácticos, debido a la cantidad de libros que consume, aunque confiesa sentir debilidad por el formato tradicional: «Prefiero leer en papel porque así lo libros tienen olor, tacto, vida… y además me gusta llenarlos de anotaciones y papelitos, pero reconozco que últimamente sólo compro en papel los imprescindibles, y los que no etiqueto así los compro en electrónico».
Hay editores para los que la elección del formato electrónico es cuestión de supervivencia. «El futuro es electrónico. El libro de papel es caro, la impresión offset tiene muchas desventajas y el sistema de distribución actual es una ruleta rusa», dice Noemí Trujillo, editora de Playa de Ákaba, y añade que «las ventajas del libro electrónico frente al libro de papel, si hablamos de costes y distribución, son infinitas. Ante esta realidad está claro que los pequeños y medianos editores publicaremos cada vez menos en papel».
Pese a todo, hay profesionales que se resisten a abandonar las viejas costumbres. Bernat Fiol, de la agencia literaria Salmaia Lit, sostiene que «el formato electrónico me sirve para hacer una primera lectura rápida de muchos de los textos inéditos que me llegan, pero a la que el texto me interesa paso a imprimirlo rápidamente y a leerlo en su totalidad bolígrafo en mano». Incluso cuando no se trata de trabajo prefiere la edición en papel: «Me gusta acarrear el libro que esté leyendo, que la gente vea qué libro es, marcar páginas, subrayar, notar cómo las páginas leídas van quedando atrás, consultar rápidamente cuánto dura un capítulo, poder volver atrás para buscar una frase o una escena…».
El escritor Sergio del Molino reserva el uso de dispositivos de lectura electrónica «para leer manuscritos cuando los amigos me los mandan o alguien quiere saber mi opinión sobre lo que ha escrito, pero no lo uso para leer mis propios manuscritos. Esos prefiero imprimirlos y corregirlos en papel». Se declara además comprador compulsivo de libros en formato tradicional y afirma que «si el libro electrónico triunfa y acaba sustituyendo al papel, me resignaré y lo sufriré, pero deseo que no suceda. Quizá porque soy un viejo prematuro».
Alicia González Sterling, de la Agencia literaria Bookbank, es tajante: «Los profesionales del sector no utilizamos ya el papel, como herramienta de trabajo es mil veces más útil el digital, pero para el lector convivirán ambos medios durante mucho tiempo. Sin embargo, a medida que se incorporen nuevas generaciones a la lectura, el digital será el medio más común y el papel se reservará para ediciones especiales».
Como ven hay opiniones para todos los gustos. El libro en papel sigue siendo la opción preferida por muchos, pero hay que reconocer que la publicación en formato digital puede suplir muchas carencias de las que adolece la edición tradicional. Quien lo dude puede preguntar a Andreu Martín, con el 90% de sus libros descatalogados y algunos casi imposibles de encontrar, algo que no habría sucedido jamás si se hubieran publicado en formato electrónico.
A modo de conclusión me gustaría añadir que, al igual que el libro en papel no está muerto, como algunos predijeron en su día, tampoco lo está el libro electrónico. Ambos formatos están obligados a coexistir y la elección entre uno u otro no debería ser una batalla, sino una alianza. Al fin y al cabo, da igual el formato en el que se nos presente una buena historia: lo importante es que siga habiendo quien la escriba y, sobre todo, quien la lea.
Benito Olmo