Juan Jacinto Muñoz Rengel, escritor.Juan Jacinto Muñoz Rengel, escritor.

Cuando comencé a escribir El sueño del otro tenía muchos propósitos en mente. Quería dar forma a una novela inquietante, sobrecogedora en la medida de lo posible, que consiguiera impresionar y conmover; quería concebir un libro que despertara el espíritu crítico, no un libro teórico ni argumentativo, sino un libro que provocara que el lector se hiciera preguntas, cargado de imágenes que fuesen la antesala de las intuiciones; quería volcarme a mí mismo en sus páginas, dejar allí parte de mis obsesiones, de mis luces y mis sombras, de lo que me inquieta cada noche; y todo eso lo quería hacer a través de una novela lúdica, que no olvidase en ningún momento que uno de los fines de la literatura también es el entretenimiento, la fruición y el placer lector.

No sé si conseguí alguno de mis objetivos. Pero sí sé cómo lo intenté.

Lo hice planteando desde los primeros capítulos una hipótesis fantástica que a mí me resultaba apasionante: la de dos hombres que se sueñan mutuamente. Recuperé así una idea que ha venido desvelando al hombre desde los orígenes de la civilización y que pertenece a la mejor tradición de lo fantástico; una idea, no obstante, que me parecía que no estaba suficientemente desarrollada ni explotada. En la mayoría de los casos, este supuesto se ha abordado desde textos breves, o muy breves, y pensé que dentro de una novela podía alcanzar cotas distintas. De manera que lo que propongo en El sueño del otro es que estos dos hombres, que jamás han llegado a conocerse, se sueñen todas y cada una de las noches, con absoluto detalle, de forma continua y coherente, sin deformación onírica. Esas son las nuevas reglas del juego y mi pretensión era ver hasta qué punto podía llevar la situación al extremo.

Y lo hice también buscando un contraste muy concreto: el de enfrentar esta anomalía fantástica bastante radical ―porque conduce al hundimiento de todas las certezas, acerca de la realidad, la identidad, el yo, los otros― a un tratamiento hiperrealista de la historia. Traté de que al mismo tiempo los personajes fuesen de carne y hueso, que sus preocupaciones, sus reacciones, su modo de afrontar los hechos pareciesen los de personas auténticas. El mundo de El sueño del otro, salvo en algunos momentos resbaladizos, es el nuestro. Y en ese buscado contraste está la tensión.

Por último, para construir esta novela me he servido del poso que han ido dejando en mí, a lo largo de los años, autores expertos en hacer dudar de la realidad, como Jorge Luis Borges, Stanislaw Lem, Kurt Vonnegut o Philip K. Dick, maestros del juego, como Julio Cortázar o Italo Calvino, genios de la inversión y el desasosiego, como Kafka, o todos aquellos que mejor han tratado el tema del doble, los desdoblamientos y los reflejos, como Stevenson, Hoffman, Maupassant, Hawthorne, Oscar Wilde o Henry James. Si en ella hubiera un solo gramo del talento de cada uno de ellos, su lectura sin duda ya merecería la pena.

Juan Jacinto Muñoz Rengel