
Almas brujas (Pigmalión, 2013) es mi libro más íntimo y más oscuro. Desnuda con brutal sinceridad las obsesiones secretas, los deseos más turbios, los anhelos inconfesables o los sueños de huida. Mientras Cándida diplomática (Algaida, 2011), mi obra anterior, era una novela de aventuras y humor, activa, solar, masculina, los cuentos de Almas brujas viajan hacia el interior, hacia el mundo lunar de la intuiciones, los sentimientos que desafían a la razón, la «noche oscura del alma». En ese sentido, es un libro intensamente femenino, en un sentido taoísta o arquetípico, no como un rol social ni un género aprendido, sino como el eterno principio que rige las mareas, los ciclos, el nacimiento y la muerte, la fertilidad y la compasión, la receptividad o la intuición: la energía «yin» del universo.
Consta de tres partes, con una unidad estilística y temática. La primera (Obsesiones) son relatos en torno al tema de la obsesión. La segunda, Alas rotas, son textos más breves, líricos y sonoros. La tercera, Sueños, son cuentos simbólicos, a veces retomando el concepto de «cuento filosófico» de la Ilustración. Las tres partes se funden en una atmósfera común, que la nueva edición ilustrada pone ahora de manifiesto, con fotografías de Laura Muñoz Hermida, dibujos de Arturo Villarrubia y dos obras de la pintora Francisca Blázquez.
Uno de los leit-motiv del libro es el símbolo de la mariposa. En muchas culturas, la mariposa es una metáfora del alma que ha adquirido cierto grado de consciencia: ya no es oruga ni nunca lo volverá a ser, ha vivido una metamorfosis irreversible. Y en su nuevo estado, rodeada de seres que aún se arrastran mientras ella necesita volar, está condenada a la soledad. Las mariposas son diferentes. No saben -¡no pueden!- vivir como los demás, por mucho que se intenten camuflar. Las mariposas tienen alas como los pájaros, pero no tienen un nido al que regresar. Son frágiles, pues si tocas el polvo de sus alas, las destruyes. Son efímeras y lo saben, y por eso juegan con el tiempo. Y a veces logran trascenderlo. Logran la eternidad. A veces consiguen poderes sorprendentes, tanto que parecen sobrenaturales (comparables a los siddhis de ciertas vías espirituales). Por eso son seres «mágicos» y las llamo también «almas brujas», por su poder, generalmente benévolo, pero a veces oscuro.
Nuestra sociedad nos vende recetas que no funcionan. Muchas personas viven vidas ajenas, vidas que no están hechas a su medida, y se sienten profundamente insatisfechas y vacías, a menudo sin saber por qué. El tema del libro es principalmente éste: ten valor, busca tu camino, libérate, conócete a ti mismo, conviértete en quien eres de verdad. Y al conocerte a ti mismo conocerás el mundo, y al ser auténticamente quien ya eres hallarás la felicidad. Lo más íntimo siempre es lo más universal, y, en el fondo, todos tenemos un «alma bruja», sensible, mística, libre y llena de color. Con este libro, me gustaría que cada lector descubriera la suya y aprendiera a cuidarla, porque es esa esencia sagrada lo que nos da alas hacia la felicidad.
Helena Cosano
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