También esto pasara

Milena Busquets

También esto pasará

Anagrama (Barcelona, 2015)

172 páginas / 16,90 €

Decía Montero Glez, en su entrevista para esta casa de letras que es ¡A los libros!, que un escritor escribe, o debería escribir, para que lo lean. Para ser leído con agrado, con pasión, con ansía, con lujuria. Con coraje, con rabia contenida. Pero nunca con indiferencia. Ni con otra obligación que no sea la de hundir las yemas de los dedos en la carne del libro, siendo absorbidos a su interior como quien abraza a un amante, haciendo que resulte imposible separarnos de él hasta el clímax final que es la despedida por parte de lector y obra hasta una próxima relectura. En esa relación, el buen escritor es el que pone la cama y se aleja.

Si estamos de acuerdo con esta reflexión a partir de las palabras de Montero Glez, probablemente También esto pasará, es un libro que ustedes deberían leer. No porque nadie lo diga, ni porque vaya a dar más caché a su biblioteca ante las visitas, sino porque muy probablemente vayan a disfrutar su lectura de manera notable. Porque esta novela es el equivalente a una botella de agua fría después de dos meses de travesía en el desierto. No se lee; se bebe. Hasta el punto de que dudo mucho que sus 172 páginas duren más de dos días en las manos del lector. Y por encima de cualquier entelequia o disección profunda, no debería haber mejor análisis que ese.

Su acierto radica en que Milena Busquets consigue el difícil equilibrio entre encontrar una voz natural, fuerte, y la reflexión, con una lucidez literaria, filosófica, que parece acertar siempre justo en el centro de todo. Una voz que genera preguntas. Como por ejemplo, cuestionarse qué tanto por ciento suyo corresponde realmente a ese yo literario que fascina en sus pensamientos y reflexiones, haciéndonos reflexionar que quizás haya una gran parte de la persona, no solo de la escritora, en este libro. Es lo más probable.

Aunque eso no tenga nada de nuevo y se dé por supuesto que en todo libro hay mucho de su escritor. Aunque la mayoría de las veces esto sea irrelevante a la hora de disfrutar de un buen libro. Pero donde hay fascinación, hay curiosidad.

Sobre la facilidad para desvestir la realidad de Milena Busquets, me gustaría compartir con el lector unas pocas frases que en mi opinión ejemplifican a la perfección qué encontrará en esta novela. Frases como esta: “La muerte tan cabrona, nos expulsa de todas partes”.

Dediquemos tan solo un momento a analizar someramente los dos componentes principales de una frase tan contundente y honesta, que parece huir de cualquier adorno. La muerte no es barroca, ni gótica, ni un dramatis personae. No es poética, sino muy real. En la prosa de Milena Busquets no hay un ápice de literatura recalentada, excesivamente recargada. Como bien dice Blanca, su personaje, sin aspavientos ni paños calientes; la muerte es una hija de puta. Y lo dice con naturalidad, con convicción, con todo el peso de esas cinco sílabas que funcionan siempre como una concatenación de impotencia y rebeldía. La muerte es una cabrona, nos lo dice Blanca, nos lo dice también Milena, lo repetimos nosotros, con la rotundidad y firmeza con que nos lo diría una amiga ante los fríos pasillos de un tanatorio. Esto suscita dos lecturas diferentes en el lector.

Idea número uno. Blanca podría ser una buena amiga, o tan cercana como para crear la ilusión de poder serlo. Es una mujer que se conoce a sí misma, que resulta tan franca y accesible como compleja y contradictoria para el lector. No tiene necesidad de aparentar nada, y se revela ante este completamente desnuda, todo sexo, pasión y dolor. Es un personaje bien construido. Un personaje del que queremos saber más.

Con “nos expulsa de todas partes”, surge un segundo pensamiento: la inteligencia emocional de la autora es sublime. Sí, la muerte nos expulsa. Puede convertir la luz del sol en cenizas, provocar nauseas con un olor o un sabor antes familiar y que ahora se ha convertido en tabú. Puede tragarse y vomitar empapados en brea todos los paisajes que recorrimos con el ser querido, amado o soportado. La muerte nos aísla de nosotros mismos. Nos usurpa. Nos roba. Convierte los lugares comunes en páramos desiertos. Nos encierra en un mundo más pequeño. Aunque como todo, es solo una (gran) parte del duelo, y también pasará.

Puede no obstante, que llegados a este punto alguien todavía se pregunte si el revuelo armado en la última Feria del Libro de Frankfurt (con muchas grandes editoriales pujando por los derechos de esta novela en otros países y otras lenguas), o la sencillez y potencia de la frase anterior, son simplemente mera casualidad, o apenas un eslogan que colocar en la contraportada del libro.

Sigamos probando suerte: «Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos poco a poco en desconocidos». Quizás se me olvidó añadir que en esta novela de búsqueda, Milena Busquets se enfrenta a la muerte de la madre, combatiendo el desarraigo de la identidad. Aquí voy a intentar ceñirme a lo estrictamente literario, a pesar de lo que significa Esther Tusquets para el mundo de la edición en España.

En este otro nivel, el literario, estamos ante una de esas frases que muchos daríamos un brazo por haber escrito, sea el derecho o el izquierdo. Por haber sido capaces de plasmar tan lúcidamente en palabras esa melancolía que flota en el aire de los ausentes, y que su autora cristaliza con gran maestría en apenas una línea.

Pero no todo es reflexión. Entre escarceos sexuales, demandas de amor lanzadas como menajes en botellas al mar, rabia, alquimias que convierten el deseo en cariño, y cualquier forma de calor que aleje unos minutos más la noche, transcurren estos pensamientos, en los que Blanca se enfrenta a la ausencia de la madre, de la identidad, tratando de poner en una balanza la voz de la enfermedad, la de la enferma, y la suya propia.

Una novela, en definitiva, personal, fresca, atrevida, y que supondrá, estoy seguro, una lectura a repetir por parte del lector.

Por último, para no romper la estética de esta reseña, me gustaría despedirme con Blanca si me lo permiten, así que les dejo con una última cita: «Somos más las cosas que hemos perdido que las que tenemos».

¿Y no somos más lo que hemos leído que lo que hemos escrito?

Justo por eso deberíamos considerar seriamente que También esto pasará pase a ser parte de nosotros.

David Hernández Ortega