Juan Casamayor, editor. (c) Lisbeth SalasJuan Casamayor, editor. (c) Lisbeth Salas

Pretender abarcar en una entradilla a Juan Casamayor es como intentar apresar con redes el agua del mar. Pero al menos quisiera decir que ya se ha convertido en un punto de referencia de la edición contemporánea al frente de la editorial Páginas de Espuma. Este luchador se enfrenta a la obra de sus autores con competencia y desapego a la vez, quizá la única manera de poder editar libros de cuentos aunque su rentabilidad económica sea dudosa. Uno escucha a este avezado editor y no puede dejar de apreciar su biografía, su carrera profesional, esa cara trabajada por los años, las cicatrices del tiempo y tantas otras cosas que intuye y no conoce realmente.

¿Quién es Juan Casamayor?

Empezamos por la ontología del ser. Lo dejamos en un lector que le apasiona ser editor y de quien alguien dijo que tenía los mismos ojos que Julio Cortázar.

¿Es cierto que uno de sus antepasados fue marinero en el Titanic?

Por supuesto. No es un cuento.

¿Por qué le puso Páginas de Espuma a su editorial?

Es un sintagma de un verso del poeta granadino Luis García Montero. Nuestra editorial es muy granadina por Encarnación Molina y ella tiene una amistad con Luis que surge en la juventud. Una juventud en Granada, en su universidad, en sus calles…

¿Y por qué editar cuentos?

Esa pregunta no se me haría si publicara novelas. Ahí tienes un motivo. Es una especialización que surge de la militancia, de la necesidad y de la coherencia.

Estará ya harto de escucharlo, pero ¿se puede «vivir del cuento en España» sin tener un cargo político?

En España el «vivir del cuento» se ha quedado muy breve para una clase política vil e inepta. Páginas de Espuma ha demostrado que el cuento, como tronco de un catálogo, puede mantener un proyecto que nace, crece y se reproduce.

¿Cuál es el criterio principal del catálogo de Páginas de Espuma?

Hay un criterio de calidad personal de los editores. Lo maravilloso de la literatura es que ese término siempre supone desacuerdo, debate, opinión. Me gusta. Al mismo tiempo, huimos de encasillamientos estéticos o temáticos. Tenemos una lectura, un libro editado, en cada puerto. Y hablando de puertos, quizá un criterio sea que buscamos dos orillas en la geografía, en la generación, en el género. Tres G. (como diría Hipólito G. Navarro: el punto después de la G).

¿Siempre quiso ser editor?

Claro que no. ¿Se imagina a un niño que quiere ser editor? Ni siquiera mi hijo Fernando quiere serlo. El mundo de la edición siempre estuvo en mi familia y, aunque tuve mis primeras experiencias en los años ochenta, no fue un objetivo hasta mi llegada a Madrid a finales de los noventa.

¿Lo ideal y lo práctico están mezclados en el trabajo del editor?

Nuestro trabajo se sitúa en un cruce de caminos: una labor literaria y cultural que se combina con un contexto empresarial. Estando el equipo de Páginas de Espuma compuesto por filólogos, la receta del cóctel es previsible por dónde va a ir… pero también viable. La editorial se situaría en un punto equidistante entre la lo ideal y lo práctico; una línea entre ambos puntos que seguramente no es recta.

¿Editar un libro es una tarea más enloquecida que escribirlo?

Lo más difícil de un libro es escribirlo. Editarlo es excitante y comprometido. En estos tiempos, hacerlo visible es también muy complejo.

Goethe bautizó a los editores como hijos del diablo. Céline dijo que todos son unos rufianes. ¿Por qué tienen en general tan mala fama los editores?

¿Tenemos mala fama? Pues para tener una pretendida mala fama, hay muchas personas que se nos acercan sólo porque somos editores. Personalmente puedo decir que la relación con nuestros autores es en la mayoría de los casos en términos de amistad. Puedo contar con los dedos de una mano, y me sobran dedos, autores que me han decepcionado. Y no tenemos dedos para contar los amigos que he hemos hecho entre los autores de Páginas de Espuma.

Cada vez hay más editores que no pagan a los autores. ¿Paga usted a los suyos?

No estoy de acuerdo con esa afirmación. Pagar a los autores es consolidar un catálogo.

En una editorial, ¿quién crea el valor añadido?

Creo firmemente que el diálogo continuo, la lectura compartida, la política de autor, pueden dar ese valor añadido a la obra (que no solo a un libro) del escritor y su proyección. Es un trabajo lento, paciente para las dos partes, pero que casi quince años después hemos visto que da resultados más que satisfactorios. Los autores que participan de esta filosofía son los que tienen horizonte.

¿Qué aprende el editor de los lectores?

Que el gusto de un editor no tiene por que ser compartido por la mayoría ni por la minoría de los lectores. Que hay un muy dieciochesco “no sé qué” –Feijoo dixit– en la edición que la convierte en un maravilloso ejercicio de lo imprevisible, lo intuitivo.

¿Qué libro de su catálogo ha tenido las ventas más bajas?

Como no podía ser de otro modo, Caleidoscopio, el libro de nuestro décimo aniversario. El motivo: no hacemos más que regalarlo.

¿Y cuál las más altas?

Hay una anécdota llena de ingenio de Pote Huerta, el fundador de Lengua de Trapo. Le preguntaron lo mismo en la radio, acompañado por dos editores de grandes grupos. Estos dieron sus cifras millonarias. Pote aguantó en silencio, carraspeó, dijo un título y nombre del autor y soltó una coletilla… “camino de los primeros cien mil”. Ajuar funerario, de Fernando Iwasaki, va camino de cien mil.

¿Cuál es la media de ejemplares que se venden de un libro de cuentos de Páginas de Espuma?

Toda editorial tiene sus bestsellers y worstsellers. Nosotros también. Sin embargo hay una inclinación al longseller, al «slow» long seller. Si trazamos una media aritmética entre lo más y lo menos vendido, la cifra coincide exactamente con la que nos permite seguir adelante.

¿Qué es un libro que no se lee?

Detrás de cada libro hay un proyecto, una ilusión de un escritor. Para él es una gran pérdida que no se lea, sin duda. Para un lector, esa oportunidad desvanecida que no pueda ni siquiera lamentar o, en cambio, la suerte de haber perdido un tren que no le hubiera llevado a ninguna parte.

¿Qué libro de cuentos quisiera editar y aún no está escrito?

No hay preferencias predeterminadas. Me gusta que me sorprendan. Pero por el sentido de la pregunta, espero que se esté escribiendo, porque me va a sorprender y gustar.

¿A quién suele encomendar sus traducciones? ¿Y con qué criterio?

Nuestra editorial no tiene gran demanda de traducción. En este sentido, me he dejado aconsejar por aquellos que conocen bien el medio. Hemos acudido a traductores con larga trayectoria y a traductores que tienen menos experiencia. Planteamos la traducción como una labor de edición y en ese sentido el traductor tiene la responsabilidad de cuidar y mimar el texto resultante de la traducción. Eso implica conocimiento de un autor, de una época, de una materia. Salvo alguna excepción aislada, el trabajo con los traductores es bueno.

El negocio editorial parece estar cambiando más en la última década que en 200 años…

Esta década ha sido extremadamente convulsa para las industrias culturales en general y, en particular, también lo ha sido para la del libro. No producimos, no promocionamos y no comercializamos libros igual que hace unos pocos años. No se lee y me atrevería a decir que tampoco se escribe como antes. Y la esencia sin embargo es la misma: una cuerda, y en cada extremo el lector y el escritor.

¿El porvenir de la edición española está en América?

Esa afirmación la dije en una entrevista que me hizo Juan Cruz para El País. Para algunas editoriales con un catálogo específico en estos momentos de crisis el mercado americano supone un equilibrio de las cuentas. América para nosotros no ha sido ni tabla de salvación, ni «cementerio de editores», que dijo en su día Carlos Barral, pero sí un espacio en el que crecer y para el que crecer. Los resultados están siendo muy buenos.

¿Qué le gustaría alcanzar a nivel editorial en los próximos años?

A corto plazo, la llegada lenta de algunos autores imprescindibles del cuento. En estos últimos meses han recalado Guadalupe Nettel con El matrimonio de los peces rojos o Eloy Tizón con Técnicas de iluminación o Mercedes Abad con La niña gorda. Es parte de nuestro camino. Una parte especialmente deseada es la posibilidad de acuerdos y salidas de coedición fuera de nuestras fronteras que permitan una mayor difusión al catálogo. Por último, el desarrollo de la lectura en otros formatos de nuestro contenido. Dedicados al cuento, como se podrá imaginar, las opciones son muchas.

¿Por qué editar libros en papel cuando lo digital empieza a fagocitarlo todo?

No me preocupa lo digital. Lo fagocite o no. Seguiremos editando. En distintos formatos; para soportes diferentes. Me importa la tiranía del mercado y la comunicación que está transformando los hábitos de consumo y ocio. Hay nuevos elementos en juego que están modificando el paradigma de la lectura y del libro. Ahí sí que hay una preocupación y un reto.

¿Se prescindirá del editor en la era digital?

En absoluto. El editor seguirá siendo necesario, como cómplice del escritor en su creación y en el acercamiento de su obra al lector, desde la convicción y la pasión. Siempre será imprescindible que alguien ilumine ciertos espacios en sombra: el editor juega ese papel.

¿Cómo es un día laboral en su vida?

Si no estoy embarcado en la promoción de un autor o un viaje comercial, un día está sometido a un horario poco flexible, de trabajo intenso marcado por ordenador, teléfono y reuniones. Suelen ser unas diez u once horas sin tregua, de las ocho de la mañana a las siete de la tarde, y esta jornada se une a la noche, dedicada a lectura y a contestar correo retrasado o acabar de una vez por todas un trabajo que quedó aislado.

¿A qué le tiene miedo Juan Casamayor?

Editorialmente, a no poder seguir haciendo lo que hago. No sé hacer otra cosa que no esté relacionado con el libro, con la lectura, con los escritores amigos.

¿Por qué leer?

Leer es básicamente conversar, discutir, disfrutar con uno mismo, con otro, con otros muchos. Con quien ha escrito el libro. Con todos aquellos que han leído el libro. Leer es una acción.

¿Cuántas horas diarias dedica a la lectura?

Normalmente son horas nocturnas, entre once la noche y dos de la mañana. Y durante los viajes, que son muchos. Es un placer auténtico estar doce horas en la cabina de un avión con tus libros o manuscritos, con el océano a tus pies, con todo el tiempo por delante para uno mismo.

¿Cómo se debe leer?

En pijama. En una biblioteca. En compañía. En libertad. Debería estar prohibido decir cómo se debe leer. O qué leer.

¿Cuál es su sitio preferido para leer?

El balcón de la editorial. Un día soleado, con mucha luz. La atmósfera era completa cuando nuestro canario (durante muchos años convivimos con un canario) no dejaba de cantar.

¿Quién le enseñó a leer?

Una profesora particular durante un verano en Almazán, pueblo de Soria donde mi abuelo construyó una casa en los años cuarenta. Mi tía Cristina lo intentó, pero en vez de escribir, dibujaba. Ahí se puso fin a mi faceta como dibujante.

¿Qué ha aprendido de sí mismo leyendo que no hubiera podido aprender solo?

Que hay momentos en la vida, trágicos y dolorosos, en los que la compañía de un libro puede serlo casi todo. Y no es una pose. Quienes me conocen bien, saben de lo que hablo.

Decía Juan Carlos Onetti que le gustaría padecer de amnesia para volver a leer como si fuese por primera vez los libros que más le habían emocionado. ¿Qué libros le han emocionado en su vida?

Me emocioné con muchos, muchísimos. Sigo experimentándolo. Hay muchas formas de emocionarse. Admiración profunda por Truman Capote o William Faulkner. Descubrimiento con La lluvia amarilla. Aprendí mucho con Hamlet, con la tutela de Ana María Navales. Sensaciones ocultas con Henry Miller, Marqués de Sade, la emoción de lo anónimo en decenas de textos del XVIII español durante mis estudios de doctorado. Los cuentos de Onetti lo han hecho, ya que lo citas. Emocionarse…

¿Cuáles son sus autores preferidos?

No los tengo o tal vez sí. Quizá tenga libros preferidos. O lecturas indispensables para mí y por los motivos más inverosímiles. Todo aquello, en definitiva, que releo sin darme cuenta. Ejemplos. Todo Rulfo, poemas de Claudio Rodríguez o cuentos de Cortázar (otra vez) o Arreola o Fraile. Acerca de Roderer de Guillermo Martínez, El entenado de Juan José Saer o El siglo de las luces de Alejandro Carpentier. Mejor no seguir…

¿Qué tipo de lector es?

Errático unas veces; incompleto otras. Profesional por exigencia; devoto por placer. Filólogo en una época; editorial ahora. Relajado en los descansos; atropellado en los encargos. Durmiente en un sofá; insomne en una mesa de trabajo. Divertido y triste. Excitado y aburrido. La lectura te cambia, sin duda.

¿Cuál fue ese libro que le convirtió en lector?

Es una mezcla de clásicos de aventuras (Salgari, Melville, Dickens, Stevenson, Verne…) y mucho cómic en mi infancia con lecturas de adolescencia muy desperdigadas en épocas y geografías. Recuerdo en esos años con intensidad los días de un invierno que leí Crimen y castigo o un calor sofocante en torno a La tía Julia y el escribidor. La primera lectura de los cuentos completos de Cortázar fue en un hospital y en una playa el Ulises, en una edición de Seix Barral de quiosco, de color crema y ribetes dorados que todavía conservo. Anoté un par de años las novelas estadounidenses que leía, una tras otra. Durante unos meses me encerré con Kafka. Otros con autores rusos que aparecieron en nuestro idioma. Cómo disfruté Moscú-Petushki. Muchas novelas españolas de los ochenta. Mucho cuento de los noventa.

¿Qué título reciente le ha dejado sin aliento?

Recientemente, y por citar uno, he disfrutado muchísimo con Leche, de Marina Perezagua.

¿Qué libro no ha sido capaz de terminar de leer?

En una época me negaba a no terminar libros. Ahora lo hago cuando me entran ganas de sustituirlos por otros y tras ese cambio no echo en falta su lectura.

¿Cómo se puede fomentar la lectura entre los estudiantes que sólo abren los libros por obligación?

Es una cuestión de voluntad y actitud, de recursos y políticas. He visto como la devoción sustituía a la obligación en jóvenes alumnos de Aragón ante escritores en sus aulas o de estudiantes pendientes de la última palabra que decía un autor en alguna sala de la FIL de Guadalajara. Seleccionar bien las lecturas, inducir y activar el entusiasmo, la participación, acercar el creador a los lectores más jóvenes… Hay muchas.

¿Por qué se ha perdido la magia de la lectura?

Eso no es verdad. Le invito que vaya a la FIL de Guadalajara un año y vea a mil quinientos jóvenes delante de un autor. Es magia pura. En España tenemos un problema con esa magia.

¿Qué es el libro para usted?

Una prolongación.

¿Se considera bibliófilo?

No, para nada. En todo caso me gusta más la palabra que usaba Pedro Christian García Buñuel, el sobrino del cineasta, “bibliófago”. Tengo algunas primeras ediciones, argentinas principalmente, de autores predilectos, pero han llegado a mi biblioteca más por el camino del azar que por el de la búsqueda

¿Tiene libro electrónico?

Sí, pero apenas lo uso. Ni siquiera en condiciones idóneas.

¿Qué opina sobre el libro electrónico?

Ha venido para quedarse. Es un reto y los editores debemos aplicarnos en su producción, promoción y comercialización.

¿Cuál es su relación ahora con los libros?

Hay una relación de lector que no ha cambiado. En todo caso, ha crecido, porque ahora conozco de primera mano el lado creativo. Esa relación es insustituible, como persona, como editor… Profesionalmente, el libro se ha convertido en una forma de vida.

¿Prefiere los libros recién sacados de la imprenta o los volúmenes con cubiertas raídas y páginas apergaminadas por los años y el uso?

No tengo preferencias, la verdad. Me importa el contenido, no el continente.

¿Dónde suele compra los libros?

En las librerías. Las que están al lado de mi casa y las que están a miles de kilómetros, pero en ellas. Es una militancia radical.

¿Visita las librerías de viejo?

En ocasiones las visitó cuando viajo a Latinoamérica. Sin embargo, me gustan más los mercadillos, rastros… En ellos puedes encontrar alguna joya perdida.

¿Cuántos libros suele comprar en un año?

Ni idea, la verdad. Entiendo que cuando compras media docena de libros, sabes el número exacto, pero no es mi caso. ¿En torno a dos estanterías al año?

¿Ha practicado en alguna ocasión el bookcrossing?

Indirectamente, sí. La editorial ha participado en distintas acciones de bookcrossing.

¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgulloso?

Algunas primeras ediciones de Julio Cortázar, sin duda. Algunos de los libros de texto que estudié en EGB.

¿Alguna manía u obsesión con los libros?

Poseer el que he leído, aunque sea prestado. He llegado a comprar un ejemplar para devolverlo a quien me lo prestó y que se quedara el leído en mi casa.

¿Posee ex libris?

Sí. Un feliz regalo.

¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?

Me encanta maltratar a los libros con apuntes y notas; subrayarlos y marcarlos. Son las cicatrices de una vida juntos. La del libro con su lector.

¿Qué opina de ese fenómeno comercial que es la Feria del Libro?

Me imagino que te refieres a las distintas de España. Son un gran invento. He conversado con muchos de sus visitantes y hay un acuerdo de que su lugar y sus fechas son buenos, con algunas reservas. Sin embargo, creo que hay un margen de mejora en ellas, especialmente después de recorrer algunas de las más importantes de América. Echo de menos una apuesta clara por el eco cultural de las ferias que, a largo plazo, es lo que más lectores puede traer.

Su biblioteca es…

… desde hace unos años un desorden. O mejor dicho: sus habitantes ocupan un lugar siguiendo el orden de lectura. Es decir, un caos.

¿Hay muchos libros en su biblioteca?

Muchos, sí. No sabría decirte ya cuántos. Recuerdo que en mi juventud hacía una ficha de cada título que entraba en ella. ¡Qué tiempos aquellos!

¿Cuál es el número idóneo de libros para su biblioteca?

¡Si no sé ni cuántos ejemplares tiene! ¡Como para decir un número idóneo! No creo que una biblioteca pueda tener un número idóneo. Hay lecturas idóneas para un lector.

¿Qué género predomina? ¿Será el cuento, no?

Predomina la literatura contemporánea en español. En estos últimos años la literatura latinoamericana ha ido creciendo mucho. Y, claro, hay mucho cuento en ella.

¿La tiene ordenada?

Lamentablemente, no. Hay toda un parte importante que recoge los títulos hasta el XIX que mantiene su lugar en el mundo, pero lo contemporáneo sufre de desorden crónico. Síntoma de los tiempos.

¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos o fotos?

Los libros se mezclan con objetos, sí, en parte recuerdos, en parte algún fetiche literario.

¿Alguna peculiaridad en sus estanterías?

Hay dos estanterías de los años veinte, de mi abuelo. Les tengo un gran aprecio. Otras, modernas, están dispuestas en el pasillo de mi casa, que tiene un techo a cuatro metros de altura. Necesitamos una escalera para rescatar un ejemplar…

¿Qué libros le faltan en su biblioteca?

Algunos que dejé y que no volvieron.

¿Posee libros heredados de su familia?

Sí. La biblioteca de mis padres siempre se movió entre la medicina (los dos son médicos) y mil y un intereses que iban de la historia y los libros de viajes a la literatura sin etiquetas. Un ejemplo: la primera edición de Cien años de soledad.

¿Hace expurgo en su biblioteca con frecuencia? Si es así, ¿adónde van a parar estos libros?

No, no lo hago. Lo que llega viene para quedarse y forma de este modo parte de una lectura constante o una lectura por venir. Y, además, tengo la suerte de vivir en un domicilio grande…

¿Contiene libros en otros idiomas?

Sí, en inglés y en alemán.

¿Cómo debe formarse una biblioteca?

Con curiosidad. Con deseo. Con criterio. Con meticulosidad. Con capricho. Cada uno que escoja lo que más le interese.

Juan Casamayor (Madrid, 1968) es licenciado en Filología Hispánica por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, donde realizó su doctorado en literatura española del siglo XVIII. En 1999 funda junto con Encarnación Molina Páginas de Espuma, sello independiente que se ha convertido en la editorial de referencia en el género del cuento en castellano. En su catálogo se encuentran los principales escritores contemporáneos del cuento junto a los clásicos de la literatura universal. Desde el año 2008 la editorial mantiene sedes en México y Argentina. Imparte clases en el Máster de Edición de la Universidad Autónoma de Madrid, dirigido por el profesor Eduardo Becerra; el Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores de Madrid y el Curso de Formación de Editores Iberoamericanos de Siale, dirigido por Federico Ibáñez. Colabora en distintos medios de comunicación. Página web.