Jesús Maeso de la Torre, escritor.Jesús Maeso de la Torre, escritor.

Tras más de una década de amistad, entrevistar en su casa a este ubetense afincado en la capital gaditana desde hace 42 años no resulta un asunto fácil. Una década es un tiempo suficiente para muchos cambios. Cuando nos conocimos estaba empezando su carrera literaria desde las profundidades provinciales, mientras que ahora, moviéndose con seguridad y experiencia, vive volcado para la literatura, ya consagrado como uno de los más afamados novelistas españoles. Este fabulador de tramas prodigiosas posee un inmenso amor al conocimiento, la sincera voluntad de entregarse a los demás y un sentido elevado de la amistad. Y porque así me lo ha demostrado a diario desde aquel primer encuentro, hoy inaugura las entrevistas de ¡A los libros!

¿Quién es Jesús Maeso de la Torre?

Un ser humano que ama la vida, que respeta a sus semejantes, que incluso los quiere, y al que nada de lo humano le es ajeno.

¿De qué vive usted?

Muy recientemente de mi pensión de profesor y también de lo que me aportan los libros y conferencias, y que hacen más grata la vida, aunque como sostenía Larra “escribir en España, es llorar”. Con los libros que me han publicado y los que he vendido, contados en millares, en otro país sería rico. Pero me es igual. No le concedo gran atención al dinero. Me gratifica mucho más cuando paseo por una calle aledaña a la Plaza Roja de Moscú y veo en una librería, y traducida al ruso, una de mis novelas. Un subidón.

¿Cómo es ahora un día de diario en su vida?

Fundamentalmente vivir plenamente. Familia, amigos, paseos por la playa, algunas horas de escritura y una buena tertulia con gente inteligente.

¿A qué le tiene miedo?

A una involución política, a la intolerancia, a la codicia insaciable de los poderosos que acarrea injusticias sociales, necesidades materiales para los más débiles y escaso futuro para nuestros hijos y nietos.

¿Alguna manía?

Cuando viajo, preparo la maleta el día anterior, para que no se me olvide nada. Más que manía es desconfianza por mi proverbial despiste.

¿Qué tienen sus novelas que enganchan a los lectores?

[pullquote align=»right»]»Ya tengo escritos varios capítulos de una novela en la España actual sobre las relaciones de una madre con su hija»[/pullquote]

Son novelas-collage sin héroes históricos, con personajes tangibles, cotidianos o incluso malditos, que viven en un mundo de historias esparcidas que al final se reúnen en un final de vértigo. Estimo que las tramas son originales, con protagonistas colocados en situaciones admirables, imágenes flameantes, escenarios del pasado impactantes, recreaciones fidedignas y una pizca de novela negra y de misterio entre sus páginas. En mis novelas hay mucha información, fabulación y fantasía.

¿Cómo ve el panorama narrativo español?

Excelente. Me gustaban y me gustan los escritores de mi época, Cortázar, Moravia, Camus, Aldecoa y los clásicos de siempre. Pero ahora he descubierto a una nueva generación de jóvenes que escriben como los ángeles: Eva Díaz Pérez, Félix J. Palma, Carmen Moreno, Pilar Vera, Daniel Heredia.

Gracias por la mención.

Es cierto. Hay un elenco de escritores jóvenes, casi todos de la provincia de Cádiz, muy interesantes. Os auguro un gran futuro.

¿Alguna idea en la cabeza desde hace muchos años?

Dos. Una obra de teatro y una novela de ciencia ficción. Ambas están empezadas, pero tengo compromisos con mi editorial que me impiden culminarlas.

¿Cómo tiene la imaginación?

Como provengo de la generación de los cincuenta y sesenta, aquellos que no poseíamos nada material, mi imaginación para crear mis propios juguetes y modos de entretenimiento me procuró una desbordante fantasía. Ahora me sorprende todo lo que tienen los niños. Cuando era pequeño reunía corros de amigos que me escuchaban embelesados la narración de las películas que había visto en la matiné. Imaginar otros mundos, tramas diferentes, me viene de antiguo.

Una razón para leerlo, señor Maeso.

(Silencio de varios segundos) Con mis novelas el lector vive momentos de deleite y se traslada a un mundo paralelo que atrapa, desde mi mirada de observador omnisciente de la comedia humana. Desde que comencé a leer en la biblioteca de mi pueblo comprobé que coger un libro con las manos, constituía un placer para mí. Por eso mi objetivo es proporcionarles a mis lectores momentos de seducción, mundos fascinadores a los que escaparse, y que cuando entren en el último capítulo deseen que no se acabe nunca.

Cuando escribe, ¿qué busca, qué persigue?

Desde pequeño siempre quise escribir. Lo necesitaba como modo de expresión y como escape a mis problemas. Sentía por los escritores, vivos o muertos, un profundo respeto y una gran admiración. Estudiando en Madrid solía ir a Toledo y leer las Églogas en la tumba de Garcilaso. Eran mis modelos a seguir. Junto a la música, el cine y la lectura, es el gran asidero contra la soledad y la ansiedad de la existencia, la gran apuesta estética mi vida.

¿Sigue una disciplina para escribir?

Antes sí, ahora no. Ahora escribo cuando puedo y cuando las obligaciones vitales me lo permiten. Eso sí, cuando tengo tiempo libre ya estoy escribiendo, y raro es el día que no pulso el teclado del ordenador para escribir o corregir. Tengo una obligación contraída para con mis muchos lectores y mi gran vocación: contar fábulas, mirar el pasado y ver cómo él nos mira a nosotros.

¿Piensa en un lector determinado a la hora de crear?

En modo alguno… aunque a veces me digo “este párrafo le va a encantar a tal o cual lector”. Muchos me escriben y me señalan determinados capítulos que les han gustado, y lo recuerdo inevitablemente. Como he sido un lector impenitente toda mi vida, suelo saber lo que gusta al que abre un libro determinado.

¿No le tienta escribir sobre sucesos contemporáneos, no tan remotos en el tiempo?

En cierto sentido, todas las novelas son históricas si se desarrollan en un marco temporal determinado que no sea el día de hoy. Pero sí, claro, ya tengo escritos varios capítulos de Hilo de seda, una historia en la España actual sobre las relaciones de una madre con su hija. La concluiré. Me lo he propuesto.

Se preguntará con frecuencia quiénes somos…

Sí, y un buceo por el pasado me ha contestado a muchas preguntas del presente. El hombre y la mujer siempre se comportan de la misma forma sea cual fuere la época. Describo los mismos sentimientos de ayer, de hoy y del mañana. Los mismos amores irredentos, las mismas tiranías, las mismas ansias de poder y las mismas codicias y altruismos. Da igual.

¿Recuerda por qué empezó a escribir?

[pullquote align=»right»]»Escribo en un despacho-biblioteca lleno de libros, también cuarto de costura de mi mujer»[/pullquote]

Deseaba hacerlo. Era una necesidad y necesitaba parecerme a quienes admiraba. Ver un libro mío en el escaparate de una librería, -y no por vanidad-, debía constituir una sensación muy complaciente, inenarrable. Y así fue. Ahora, cuando veo mi nombre incluido en los índices de autores de Edhasa y Grijalbo, junto a Robert Graves, Marguerite Yourcenar, Mika Waltari, Manzoni, Lampedusa, Gisbert Haefs, Gore Vidal, Simon Scarrow, Thomas Mann o Umberto Eco, no puedo creerlo. ¡Mi nombre escrito, que no en igualdad de méritos, junto a los que yo leí y admiré!

¿Tiene alguna superstición mientras escribe?

Ninguna. Escribir es un oficio y como tal hay que tomarlo, con absoluta normalidad, sin ceremonias, rituales o supersticiones. Sé de quienes las tienen, y raras. Una escritora amiga mía limpia su despacho con aromas orientales y besa un amuleto con un tigre tibetano para que le conceda protección y fuerza. Muy respetable.

¿Ordenador o a mano?

Comencé a mano, seguí en una máquina de escribir de teclas y ahora en ordenador. Es muy útil. Pero cuando se borra algún párrafo por un fallo de la técnica, ¡te quieres morir!

¿Corrige mucho?

Cuando he concluido la novela comienza la labor más áspera, la más ingrata para mí: la corrección del texto. Una, dos, tres veces, hasta siete u ocho. Las que hagan falta por respeto al lector. El trabajo literario ha de acercarse a la perfección.

¿Dónde escribe?

Generalmente en un despacho-biblioteca lleno de libros, también cuarto de costura de mi mujer, y en otro tiempo morada de un gato que dormitaba encima del ordenador, al cobijo del calor de la máquina. No me molestaba y daba un toque hogareño al acto de narrar e imaginar.

¿Cómo es ese sitio?

Es un recoleto lugar de la casa donde atesoro los objetos materiales que más adoro: mis libros, algunos de ellos antiguos, mi música, mis películas y mis manuscritos.

¿Necesita silencio para escribir?

Más que silencio, lo que preciso es que no me interrumpan. Se da el caso de que mi querida esposa me llama y me pide que vaya por azúcar para elaborar un pastel. Y claro, he de bajar del mundo donde habitaba tan a gusto para comprar el azúcar. Casi siempre escucho música: clásica, soul, gregoriano, blues y clásicos de los sesenta.

¿Cómo se clasificaría como escritor?

No me calificaría como novelista histórico. Me gusta evocar mundos pretéritos, perfectos o imperfectos, fantasearlos, agrandarlos, inventarlos o rehacerlos de nuevo. O sea, que no escribo libros de historia. Escribo novelas y sólo novelas, y no me gusta que las encasillen, porque son inclasificables. El que las recree en el pasado no tiene nada que ver. Jacinto Antón, crítico literario de Babelia, asegura que mis novelas son en verdad polinovelas, a la vez policíacas, negras, de personajes, de historia, de misterio, aventuras, amor o eróticas. Yo no escribo biografías de personajes, ni tampoco relato hechos históricos ya conocidos en forma literaria, como si fuera un cronista poeta de la época. Invento, buceo, innovo y recreo mis novelas en el pasado, pero con personajes y fabulaciones improvisadas por mí. El pasado es más glamuroso que el presente y proporciona claves para resolver el futuro. Pero fundamentalmente narro las vicisitudes de uno seres humanos en distintos momentos del pasado.

¿Qué sería de su vida si no pudiera escribir?

Tengo otros muchos entretenimientos que me complacen y que me realizan igualmente. Me gusta pintar, los deportes, jugué en mi juventud al fútbol, y viajar y divertirme con la familia, sobre todo con mi nieto Marco, y con mis amigos.

¿Recuerda cuándo fue la primera vez que se sintió escritor?

Cuando en cuarto de bachiller, el profesor de literatura, el padre Constantino, un cura Escolapio, leyó en la clase una redacción mía como ejemplo de lo que podía ser una descripción original y literaria sobre el campanario de una iglesia de una aldea.

¿A quién le deja leer sus manuscritos antes de ser editados?

Siempre a un amigo de confianza, cercano, lector y a ser posible escritor. Fue un consejo de Juan Eslava Galán y lo he seguido al pie de la letra. Para no abusar, nunca repito de corrector. Me ha servido de mucho, pues dos puntos de vista son mejores que el de uno solo.

¿Cuáles son sus afinidades literarias?

Leo mucha poesía, literatura extranjera y las obras de los amigos. Algunos escritores de gran tronío y muy conocidos, me envían sus obras para que las lea y las analice. Tienen en cuenta mi criterio literario y se lo agradezco. De tanto leer se sabe distinguir lo bueno de lo malo.

¿Hay algún estereotipo de escritor en el que odiaría caer?

En la última Feria del Libro de Madrid, un conocidísimo escritor de best seller me aseguró que le importaban un pito la calidad literaria de sus obras, que lo que deseaba era vender muchos libros, aunque fueran basura. No deseo pertenecer a ese grupo. Quiero hacer una prosa hermosa y estética.

¿Leer es vivir?

Sí, rotundamente sí, aunque hay más cosas, la familia, los amigos…

¿Qué tipo de lector es?

Fiel, asiduo, agradecido, constante.

¿Hay algo mejor que la lectura?

Mejor que la literatura, nada. Tengo un amigo que le encanta leer los epitafios de las sepulturas y tiene una magnífica colección escrita. Las lee y se emociona.

¿Cuál es su sitio preferido para leer?

El salón de mi casa. Sofá mullido, buena luz y algo de música. O en el campo bajo un árbol, oyendo el rumor de la naturaleza. Augusto placer.

¿Quién le enseñó a leer?

Primero en mi casa, mi abuelo y mi padre, grandes lectores y autodidactas, y luego mi primera maestra, doña Asunción, en párvulos de los Jesuitas de Úbeda, mi pueblo. Siendo muy pequeño, ya leía.

¿Cuál fue el libro que le convirtió en lector?

Un libro de pastas duras escrito para niños sobre la Ilíada y la Odisea. Tenía las letras enormes y maravillosos dibujos con Aquiles, Agamenón, el caballo de Troya, Ulises, Andrómaca, Elena o Paris. Nunca lo olvidaré. Lo vi en la biblioteca de mi pueblo, donde mi padre, lector de préstamo, me llevaba de la mano muchas tardes. Era un lugar fascinador y luminoso en una época en la que las luces de las casas eran amarillentas.

¿Qué libros le han emocionado en su vida?

El primero, siendo un niño, Lázaro de Tormes, después El monje del monasterio de Yuste y más tarde Rayuela, El siglo de las luces y Bomarzo.

¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?

Las primeras fueron los tebeos clásicos: El Jabato, Roberto Alcázar y Pedrín y El Capitán Trueno. Me encantaban. Después los cuentos de Calleja, que los regalaban en el colegio por Navidad, y luego la Historia Sagrada que se leía en los colegios de la época franquista.

¿Cuáles son sus autores preferidos?

Alejo Carpentier, Taylor Cadwell, Manuel Mújica Laínez, Nuñez Alonso, Salvador Compán y Gustavo Martín Garzo.

¿Existe una decadencia de la lectura, de los lectores?

Digamos que en esta época de lenguaje paupérrimo, sincrético y casi telegráfico, donde la gente joven y menos joven sólo es atraída por las pantallas del móvil, la televisión o las nintendo, no hay tiempo para un buen rato de lectura reposada.

Entonces, la lectura va a menos.

Indudablemente. Me quedé sorprendido cuando hace años visitaba las bibliotecas en Cádiz y veía a centenares de jóvenes sentados en las mesas. Pero gran decepción. Muy pronto me di cuenta de que no leían. Estudiaban por obligación. Languidece el gran placer de los placeres.

La lectura es…

Alimento del espíritu, linfa del entendimiento, senda para conocer el mundo y a las personas y fuente inacabable de deleite. Aconsejo leer frente a la soledad, la tristeza o el estrés.

¿Qué es el libro para usted?

El objeto más hermoso creado por el hombre, que así se parece al Creador. Un libro sosiega, es barato y es un amigo incondicional.

¿Tiene libro electrónico? Y si es así, ¿cuál?

Aún no, pero lo he pedido en mi lista de los Reyes Magos. Muy útil para dejar más espacio en mi maleta cuando viajo. Tengo claro que durante los próximos años convivirán el libro tradicional y el e-book. El soporte donde se lee es lo de menos. Es la historia que se cuenta lo que importa y la calidad literaria.

¿Qué opinión tiene sobre el libro electrónico?

Magnífica. No hay que tener miedo a la novedad. Platón sostenía en Fedro, que la escritura eliminaría la memoria de los hombres, los coetáneos de Gutenberg que el libro provocaría el aislamiento del hombre, y Voltaire deploraba la lectura de las novelas pues conducía a la estulticia. Nada de eso ha ocurrido. De no haber progresado el hombre, aún seguiríamos escribiendo en arcilla, en pergamino o en una tableta de cera. Hay que estar preparado para el progreso. Lo que no debe ser reemplazada es la labor creativa del hombre.

¿Cuál es su relación ahora con los libros?

Siempre fue de amor, de amistad, de admiración. Hubiera sido feliz siendo bibliotecario en El nombre de la rosa, o en el Laberinto de Borges.

¿Hay algún olor que relacione con los libros?

Sí, claro. Me encanta ese olor acre de las librerías y de las bibliotecas. Asocio libros, tinta, gomas de borrar, lápices, sacapuntas. Me agradan mucho esos aromas, por otra parte efluvios de mi infancia, de las aulas de los colegios y de las imprentas de entonces.

¿Dónde suele comprar los libros?

Poseo libros comprados en muchas librerías españolas y de fuera de España. En Cádiz, donde vivo, compro mis libros en Quorum, en QyQ, en una deliciosa librería cafetería llamada La Clandestina, en Las Libreras y en Manuel de Falla. Siento un gran respeto por los libreros, una profesión noble, con sensibilidad, sufrida y erudita. Sin ellos, los que escribimos, no seríamos nada.

¿Visita las librerías de viejo?

Cuando voy a Barcelona mi primera visita es al Barrio Gótico y a sus librerías de libros antiguos. Y en Madrid, a la Cuesta de Moyano y al Rastro. Me atraen mucho.

¿Cuántos libros suele comprar en un año?

Una quincena de ensayos, y sobre veinte novelas de todos los géneros. En total, unos 35 libros anuales.

¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgulloso?

Un diccionario de latín de Valbuena (1887). Una Historia Universal de Joaquín Rubio en tres tomos de 1878, y una Gramática Griega de Alonso Ortega de 1853. Son curiosos y antiguos, pero estimo que no muy valiosos.

¿Alguna mitomanía?

Nunca las he tenido, ni de personas ni de objetos. Admiro a los hombres de mérito, pero nunca los deifico.

¿Posee ex libris?

No. Con centenares de libros sería tarea ardua.

¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?

Desde que escribo sitúo algunas glosas en los márgenes de algún giro literario que me ha llamado la atención, o marco alguna página memorable con un papelito para leerla de nuevo. Siempre cuidé mucho los libros. Los amo.

¿Qué opina de ese fenómeno que es la Feria del Libro?

Lo digo sin presunción alguna, porque anualmente suelo frecuentar muchas ferias del libro, incluso Sant Jordi y Madrid; y la sensación que tengo, aun siendo muy agradable y gratificante codearte con tanta celebridad y conversar con muchos lectores fervorosos, es que parecemos las meretrices de Ámsterdam en sus escaparates de cristal, pues estamos sometidos a miles de miradas que nos curiosean y estudian. Pero son necesarias.

¿Cuál es el futuro del libro?

Mientras el ser humano posea imaginación y sea capaz de crear historias, no morirá nunca. Un libro, una novela, un poema, representan la vida y nunca se extinguirán. Cualquier tipo de relato es una necesidad universal.

Decía Marguerite Yourcenar que una de las mejores maneras de conocer a alguien es ver sus libros. ¿Hay muchos libros en su biblioteca?

Está en lo cierto la vieja dama de Memorias de Adriano. Yo suelo ejercer de sicólogo cuando visito una casa extraña, observando su biblioteca. Dice mucho del dueño. La mía, sobre mil volúmenes de todo tipo, la reparto entre mi casa habitual y la de campo. Y también en las de mis amigos. Tengo prestados más de un centenar de libros que no veré nunca más. Pero no me importan mientras los lean.

¿Qué género predomina en su biblioteca?

Enciclopedias, libros de historia, tratados de arte, facsímiles de la Edad Media y del Renacimiento, de información general, poesía y muchas novelas.

¿Tiene ordenada su biblioteca?

No, y lo lamento. Hay veces que para encontrar un libro que preciso, o que me han pedido, puedo tardar días en encontrarlo. Llegado a este número de acumulación de libros, es casi imposible saber dónde se hallan con una sola mirada.

¿Cómo clasifica sus libros?

No existe orden alguno, salvo en los anaqueles de la izquierda dedicados a enciclopedias y diccionarios, y a los libros dedicados por amigos escritores. Le tengo gran aprecio a estos libros en los que mis amigos me dedican un párrafo salido de su corazón.

¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos, fotografías, premios?

Algunos pequeños objetos, como soldados de plomo, fotografías de eventos literarios y con colegas de la pluma y los premios que algunos jurados han tenido a bien concederme, como el Caja Granada de Novela Histórica, el Premio de la Crítica y el de las Letras Andaluzas.

¿Alguna peculiaridad en su biblioteca?

Destaca por la mesa en forma de “L”. También por un tocadiscos para discos de vinilo, mi vieja máquina Lettera y una colección de libros sacros de los siglos XVIII y XIX.

¿Hace expurgo en su biblioteca con frecuencia?

Sí, pero para transportarlos al trastero. Cualquier día me devorarán.

¿Contiene libros en otros idiomas?

Varios en francés, que entiendo con cierta fluidez, y algunos míos traducidos a otros idiomas.

Lezama Lima sostenía que poca gente había viajado tanto como él dentro de las paredes de una biblioteca. ¿También es cierto esto en su caso?

Soy un Lezama Lima reencarnado. Ahora viajo más y he visitado muchos lugares que luego recreo en mis novelas. Pero en mi juventud, que tenía escasas posibilidades de viajar, lo hacía a través del mundo de los libros y también del cine, los dos vehículos de cultura que más me han formado.

Jesús Maeso de la Torre (Úbeda, 1949) es autor de las novelas Al-Gazal, el viajero de los dos orientes, La piedra del destino, El Papa Luna, Tartessos, El auriga de Hispania (Edhasa) y La profecía del Corán, El sello del algebrista, El lazo púrpura de Jerusalén, La cúpula del mundo y En una tierra libre (Grijalbo).