Javier Fórcola, editor.Javier Fórcola, editor.

Las editoriales independientes suelen caracterizarse por estar dirigidas por personas que desempeñan todo tipo de trabajos: maquetación, correcciones, promoción… Francisco Javier Jiménez es el editor todoterreno de Fórcola Ediciones, una pequeña casa dedicada al ensayo. Entusiasta y apasionado por su oficio, es además escritor, docente, bloguero, profesional del sector del libro con veinte años de experiencia, tanto en librerías como en editoriales, y un lector curioso hasta la extenuación. Pasen y lean.

¿Quién es Francisco Javier Jiménez?

Javier Fórcola, como ya se me conoce en las redes sociales, es un lector compulsivo, un editor vocacional y un bibliópata sin remedio.

¿Por qué le puso Fórcola a su editorial?

Fórcola, esdrújula resonante, se refiere a la parte de la góndola veneciana donde el gondolero apoya la pértiga para maniobrar. Es de madera, de una sola pieza, realizada aprovechando la curvatura natural del árbol, y labrada a mano por manos artesanas, fruto de un oficio que pasa de generación en generación. No hay dos fórcolas iguales como no hay dos libros iguales: cada uno es concebido con mimo y cuidado. Reivindico lo mucho de oficio que tiene la tarea del editor.

El negocio editorial parece estar cambiando más en la última década que en 200 años…

Aunque no soy científico, creo que es bueno recordar la teoría de la relatividad: si viajas en tren y miras por la ventana, lo que está a una distancia corta parece desaparecer a nuestros ojos a una velocidad vertiginosa; en cambio, los árboles en el horizonte parecen ralentizar su paso. Hay que tomar perspectiva de las cosas. Lo que estamos viviendo en el mundo del libro en estos años nos produce vértigo, pero hay que contemporizar, y no dejarse deslumbrar por la siempre engañosa idea del progreso. Ha habido otras épocas donde el libro y la edición han vivido profundos cambios, similares en intensidad y repercusiones al que ahora estamos padeciendo. Y el libro, la edición y la lectura han continuado, como continuarán ahora, de una forma o de otra. Es tiempo de cambios y transformaciones. Lo cual dificulta tomar decisiones. Pero sí: es difícil mantenerse sereno cuando el vértigo de los cambios viene acompañado de otros elementos circunstanciales, como la guerra económica que estamos viviendo. Aunque, si lo pensamos, la historia se repite.

¿Por qué editar libros cuando el papel se está muriendo?

No conozco al médico que haya extendido el certificado de defunción del papel y del libro en papel. Editar libros en papel no es una simple militancia, ni siquiera es un gesto de nostalgia. A día de hoy la lectura en papel sigue siendo la forma más cómoda y valorada de leer un libro, a pesar de todas las posibilidades que nos ofrece la lectura en una pantalla multifuncional. Por otra parte, el soporte papel sigue siendo la opción de lectura más utilizada por los lectores, es decir, el libro en papel sigue siendo un negocio rentable; no en cambio el soporte electrónico, que aunque ofrece múltiples facilidades y utilidades al lector, aún no es rentable en términos económicos para el editor.

Pero en su catálogo alterna ambos soportes.

Para Fórcola, ambos soportes son compatibles y complementarios, generan sinergias interesantes y son necesarios en el catálogo de un editor del siglo XXI. Creo que las nuevas tecnologías tienen su virtud, siempre y cuando las pongamos, como el resto de la tecnología, a nuestro servicio: propician hacer mejor lo que hacemos. En el caso del libro y la lectura, es cierto que el soporte electrónico nos permite hacer otras cosas. Pero en la radical y básica experiencia antropológica de leer, el libro en papel sigue satisfaciendo todas las necesidades y deseos del lector.

Javier Fórcola

Otra cuestión son los intereses del mercado.

La industria y los intereses puestos en juego en el circo de las nuevas tecnologías. Es decir, cuando somos nosotros los que nos ponemos al servicio de las tecnologías, entonces vamos mal. La revolución tecnológica ha entrado a galope tendido en el mundo del libro y la lectura, pero no de la mano de lectores y editores, sino liderada por los intereses de los fabricantes de dicha tecnología, que son muy distintos a los nuestros. Aquéllos fustigan sus negocios al grito de lo nuevo es lo mejor, cumpliendo así la sentencia de la economía neoliberal capitalista de mercado: hay que producir para consumir, hay que consumir para seguir produciendo. Es la dictadura del mercado, es la dictadura del consumismo. Ahora bien, la lectura va por otros derroteros. La fascinación tecnológica ha hechizado a muchos lectores, pero no a todos. Creo que hay mucho por hacer, y cada vez mejor, al editar libros en papel. Y eso no es incompatible con el desarrollo de nuevos soportes para nuestros libros, como estamos ya haciendo en Fórcola. Todo esto no quita que haya que hacer una dura crítica a cómo se edita en papel: no podemos descuidar la imprescindible tarea del corrector; no podemos sustituir con un programa la tarea imprescindible, oficio artesano, del traductor; no podemos descuidar la necesidad de buenos diseños y calidades; por no hablar de la imperiosa necesidad de crear buenos catálogos. Educación y cultura siguen dándose la mano en esto de la lectura y del libro, y, cómo no, de la edición. Eso no quita para que estemos atentos a los cambios y oportunidades tecnológicos, y que vayamos adoptándolos en nuestra oferta editorial, para tener presencia en estos nuevos entornos. Otra cosa es el negocio. En fin…

[pullquote align=»right»]»Ha habido otras épocas donde el libro y la edición han vivido profundos cambios, similares al que ahora estamos padeciendo»[/pullquote]

¿Por qué editar solamente ensayo?

Esta opción no es baladí. Aquí sí hay militancia. Aunque soy un lector compulsivo, y en mis lecturas alterno la ficción con el ensayo, como editor considero mi «misión» (en términos orteguianos, tanto el editor como el maestro o el bibliotecario tienen una misión) la de aportar algo de valor al panorama editorial. Y ese algo, sin renunciar a la calidad (en forma y contenido), en mi caso tiene que ver con publicar libros que inviten a la reflexión, al pensamiento, que tiene que ver con mi formación académica y mis intereses como editor, terreno donde me siento seguro y creo que puedo aportar algo. De ahí que mi compromiso, en afirmativo, sea editar ensayo. No es que tengamos nada en contra de la novela o ficción en general (aunque hay una saturación de títulos), es que nuestra opción es otra. Creo que hay mucho que hacer, y hay que hacerlo bien, en el ámbito de la ensayística, aparentemente un cajón de sastre, pero que en el caso de Fórcola está más acá del libro académico y más allá del simple libro de curiosidades y generalidades que se vende como «ensayo». Nuestros intereses son amplios, desde la crítica literaria, la biografía o la memorialística, hasta la historia, el arte, o la narrativa de viajes. Intereses que captan la atención de muy diversos tipos de lectores.

¿Lo ideal y lo práctico están mezclados en el trabajo del editor?

Cultura y mercado han convivido siempre en la tarea de un editor, unas veces mal, otras peor. Me considero editor, sin dejar de saberme pequeño empresario. Mi militancia por la cultura y la calidad no están reñidas con mis decisiones financieras y mis estrategias comerciales. Tengo un compromiso como editor, y tengo una responsabilidad como empresario. Mi objetivo como editor es construir un catálogo de calidad; mi objetivo como empresario es hacer rentable la empresa, es decir, vender lo máximo posible en las mejores condiciones, para recuperar parte de la inversión y poder seguir editando. Y la virtud, como siempre, está en el medio, en el equilibrio. Ahora bien, puestos a vender, y esa es mi opción, prefiero ponerme a vender algo de lo que voy convencido, es decir, algo que considero es un bien para la sociedad, porque estoy seguro que habrá compradores a quienes les interese lo que publico. Otra cosa es encontrarlos, y otra cosa es que ellos me encuentren y me reconozcan. Alguien me aconsejó hace poco que es mejor editar libros malos que se venden más. No estoy de acuerdo, y a la larga mi experiencia me demuestra lo contrario. Por otro lado, mi vocación es la de construir un catálogo, y en un catálogo, que no deja de ser un edificio, hay libros que hacen de contrafuertes y sostienen el resto de la estructura. Otros títulos, en cambio, podrían considerarse prescindibles por sus bajas ventas, pero son elementos que dan personalidad y embellecen el sello. Esa es mi opción.

¿Editar un libro es una tarea más enloquecida que escribirlo?

Editar un libro es más difícil de lo que la gente cree. Editar es más complejo que recibir un manuscrito, maquetarlo, imprimirlo, encuadernarlo y venderlo. Editar es más que la suma de las tareas que conforman este trabajo. Y empecemos por aquí: esto no es un simple trabajo, con un horario establecido y unas tareas fijas y rutinarias marcadas en un plano. Es un oficio artesano, que requiere disciplina y tesón, una tarea que se perfecciona con el tiempo, y que pone a prueba al propio editor en cada nuevo proyecto editorial. El editor no deja de trabajar con personas, y aunque Fórcola no tiene a nadie en plantilla, nuestros colaboradores son muchos, a los que hay que coordinar. Desde el diálogo intenso con los autores, según el caso, hasta los temas relacionados con la traducción, la corrección, la maquetación, el diseño, la impresión y la encuadernación, todas estas tareas diarias precisan un ejercicio de intenso diálogo, argumentación, así como una constante toma de decisiones, siempre desde un planteamiento estratégico, es decir, en busca del mejor escenario posible. Por no hablar de las tareas propias de la distribución y la comercialización, que aunque contratadas y delegadas, el editor ha de seguir con interés y empeño, buscando oportunidades y velando por sus intereses. Otro capítulo más: la promoción y difusión de la editorial y sus libros, tarea a la que cada día dedico más tiempo.

Javier Fórcola

¿Qué libro de su catálogo ha tenido las ventas más bajas?

Una de los vicios de la sociedad consumista y la mentalidad materialista en la que estamos instalados es la de valorar la importancia de un libro en términos cuantitativos, es decir, por el número de ejemplares que ha vendido, y eso es un craso error. No por haber vendido pocos ejemplares este libro es peor que este otro. Por otra parte, el catálogo de una editorial es algo vivo, que se transforma y modifica con el paso del tiempo, de tal forma que el libro menos vendido de enero a junio de aquel año, ha sido, por el contrario, protagonista de interesantes ventas en el semestre siguiente. No me arrepiento de ninguno de los libros que hasta ahora he publicado en Fórcola: todos ellos tienen un porqué, una razón de ser, y si tienen sentido en sí mismos, aún más lo logran en el todo que conforman en sus respectivas colecciones, y por supuesto, lo tendrán en un futuro. De tal forma que destacar un título por su bajo número de ventas es cometer una injusticia con él y con el resto. Todos los libros que conforman el catálogo, por otra parte, son importantes para la editorial y para su editor: de tal forma que nunca, bajo ningún concepto, un editor podrá decir algo malo de cada uno de ellos. El sentido de la editorial se juega en cada uno de esos libros, por igual.

Entonces tampoco me dirá cuál es su best seller.

La fascinación por las listas de los más vendidos es otro de los vicios de la barroca y corrosiva sociedad de consumo en la que vivimos. El top de ventas es una dictadura que merma la libertad de los lectores y se convierte en la condena de los comerciales de las editoriales y distribuidoras. Algo que sé bien porque he sido comercial durante años. Deberíamos aprender que lo importante no es que un libro venda puntualmente estos miles de ejemplares, sino que se mantenga vivo en un catálogo que durante años vende cientos de ejemplares de varios títulos. Mi filosofía de lo que quiero para Fórcola apuesta por la sostenibilidad del catálogo y del mercado editorial, basado en una red de librerías independientes con fondo, y esto, obviamente, atenta contra las más elementales reglas del feroz darwinismo económico al que el mundo de la edición está sometido en los últimos años. Uno de los responsables directos de que en la actualidad estén cerrando librerías es el modelo de mercado, edición y distribución que ha premiado en los últimos años el negocio de los bestsellers milmillonarios. Un sistema que podríamos denominar de «tierra quemada». El peor, agresivo y más torpe marketing de ventas se ha puesto al servicio de la máquina Moloc del departamento de ventas de bestsellers, y se ha llevado por delante todo un ecosistema rico en bibliodiversidad. Cuando la edición dejó de ser oficio artesano y se convirtió en industria, se sentenció el modelo de librerías que conocemos. Ahora un libro tiene el peso específico en el mercado que se merece, precisamente porque lo hemos tratado y vendido como si se tratase de una lata de atún. En Fórcola no vendemos latas de atún, por lo que no hay ranking de ventas.

[pullquote align=»right»]»No conozco al médico que haya extendido el certificado de defunción del papel»[/pullquote]

¿Qué ensayo quisiera editar y aún no está escrito?

Hay mucho ensayo ya escrito por descubrir. Y el que quiero ya está encargado y lo publicaré el año que viene.

Céline dijo que todos los editores son unos rufianes.

Antes Goethe nos había bautizado como hijos del diablo. Es la condena bíblica de aquel que quiere editar y hacer accesible a los demás lo que Adán ha pensado tras comer la manzana del árbol del conocimiento.

La venta de libros ha bajado considerablemente en los últimos meses. ¿Saldremos de ésta?

No soy un gurú ni un agente de bolsa, y el libro y la lectura no cotizan en bolsa. Fórcola ha nacido hace tres años y lleva navegando, no sin dificultades, en lo peor de la tormenta. Nuestro espíritu: la militancia por el libro y la lectura; nuestro compromiso: editar libros de calidad; nuestro convencimiento: hay y habrá lectores que premien la excelencia. Para ello, habrá que seguir invirtiendo en cultura y educación. Y ya no me refiero solo a los presupuestos del Estado o a los empeños de los políticos. Creo que debería ser la ambición, el empeño, el compromiso de todo ciudadano. Quizá ésta sea otra de las razones por las que debemos recuperar la sociedad civil. Saldremos, pues, a pesar de ellos: de los políticos, de los banqueros, de los economistas, de los pesimistas, de los apocalípticos, de los corruptos, de los antisistema, de los separatistas… Hay un horizonte más allá de esta tormenta, y por él seguiré luchando, como editor y como ciudadano.

¿Qué aprende el editor de los lectores?

A superarme todos los días, a editar mejor, a comunicar lo que edito cada vez mejor, a no rendirme, a buscar nuevos territorios por explorar, o explorar mejor los territorios ya descubiertos. No a vender más, sino a vender mejor.

Javier Fórcola

¿Cómo es un día laboral en su vida?

Ni mejor ni peor que la de un bombero, la de un panadero o la de un director de orquesta. Como el bombero, soy un pequeño empresario que pasa el día apagando fuegos; como el cocinero, cada libro, cual receta, pone a prueba mi pericia por lograr el mejor plato para los paladares más exquisitos; como el director de orquesta, dirijo un equipo y debo velar por que cada intérprete ejecute la pieza a tiempo y que el resultado conjunto final sea del agrado del público. Por lo demás, no hay jornada laboral, es decir, no hay horario. De lunes a domingo.

¿Qué se siente cuando su libro El nuevo paradigma del sector del libro es de obligada lectura en posgrados y másteres?

Han pasado cinco largos años desde que Manuel Gil y yo publicamos nuestras primeras reflexiones sobre el sector del libro en España, que aparecieron publicadas allá por 2007, en los primeros números de la revista Texturas, de la editorial Trama. Aquellos artículos cimentaron lo que un año después se convirtió en este libro. Que al cabo de estos años nuestro libro siga siendo una referencia y se utilice y recomiende como lectura en postgrados y másteres dedicados a la formación de futuros editores y libreros, por un lado me alegra, pero por otro me entristece. Y me explico: hemos logrado lo que nos propusimos: sugerir líneas de reflexiones útiles y generar debate en el mundo del libro, y eso es una buena noticia; por contra, muchas de las hipótesis que planteábamos como posibles escenarios catastróficos para el sector si no se tomaban medidas correctivas se han cumplido (pese a que en su momento fuimos muy criticados e incluso denostados), y eso es trágico. Abrimos senda, fuimos pioneros, y eso se paga, pero estoy orgulloso del trabajo que Manuel Gil y yo llevamos a cabo.

¿Qué opinión le merece el Premio Planeta?

No tengo opinión ninguna formada. El último que compré y leí fue La tempestad, de Juan Manuel de Prada, en 1997.

Tintín es para usted…

Una inspiración, una fuente de aventuras, un ejemplo de intrepidez, de ingenio, de afán de superación. Incansable al desaliento, Tintín es un entusiasta y un hombre que conoce bien el mundo en el que vive. Sus aventuras no son fantásticas, sus enemigos son reales, de carne y hueso. De su espíritu tiene mucho el espíritu forcoliano, incansable y entusiasta, con que llevo a cabo mi labor editorial.

¿A qué le tiene miedo Francisco Javier Jiménez?

A un mundo sin lectores.

Javier Fórcola

¿Por qué leer?

Porque me gusta y porque me ayuda a encontrar el sentido a mi vida. Leer es mi estado en el mundo.

¿Cómo se debe leer: en voz baja o en voz alta?

Como te dé la gana. Es más, deberíamos leer en voz alta en el metro: otros hablan por el móvil a gritos. Seguro que lo que leemos haría más feliz a la gente que las conversaciones tontas que escuchamos a diario.

¿Cuál es su sitio preferido para leer?

Lugar: cualquiera. Estado: preferentemente horizontal, posición en la que hacemos las cosas más interesantes de la vida: soñar, practicar sexo o mirar las estrellas.

¿Quién le enseñó a leer?

Mis padres.

¿Cuál fue ese libro que le convirtió en lector?

Ivanhoe, de Walter Scott.

¿Qué libros le han emocionado en su vida?

No hace falta perder la memoria para disfrutar de la relectura de un buen libro. De hecho, hay libros que nos acompañan a lo largo de los años, como fieles amigos. Eso me ha pasado con Ivanhoe, con La busca, de Pío Baroja, y con alguno de los ensayos de José Ortega y Gasset. Y tantos más.

¿Cuáles son sus autores preferidos?

En narrativa, de los españoles, la Generación del 98, sobre todo Pío Baroja; de los contemporáneos, Javier Marías. De los extranjeros, sin orden alguno, Thomas Bernhard, W. G. Sebald, Joseph Roth, Stefan Zweig, Robert Walser, Lev Tolstói y Marcel Proust, entre otros. En ensayo, C. S. Lewis, Peter Sloterdijk, Claudio Magris, Gilles Lipovetsky, Richard Sennett, Philippe Sollers, Emil Cioran, Walter Benjamin, entre otros muchos.

¿Qué tipo de lector es?

Compulsivo, maniático, incansable, bibliópata, omnívoro, curioso, atento, detective…

Usted es un reconocido melómano. ¿Escucha música también mientras lee?

Escucho música mientras leo y mientras trabajo. Es consustancial a mi diario trasiego, y la música la elijo en función de mi estado emocional. Normalmente lo que vulgarmente se conoce como clásica (sinfónica, de cámara, ópera, vocal), aunque no falta el jazz ni las bandas sonoras de películas.

¿Cómo se puede fomentar la lectura entre los estudiantes que sólo abren los libros por obligación?

No conozco fórmulas válidas para todos. Tampoco tengo claro que tengamos la obligación de leer más allá del aprendizaje reglado y escolar, como tampoco tenemos porqué leer todos lo mismo. Creo en el ejemplo y en el contagio del entusiasmo. Cada lector, como cada persona, es un mundo.

¿Existe una decadencia de la lectura, de los lectores?

No creo. La lectura tiene futuro porque tiene presente.

Javier Fórcola

¿Qué es el libro para usted?

Todo menos un objeto estático a venerar.

¿Tiene libro electrónico? Y si es así, ¿cuál?

Tengo uno pero no lo uso. Me lo regalaron pero no me gusta, quizá porque ha quedado anticuado, o simplemente porque su interactuación es mala. Los nuevos que he visto tienen una pinta estupenda, compraré alguno cuando bajen los precios de los cacharros. Si uno lo piensa, es un utensilio más para leer. Mientras, estoy muy atareado leyendo libros en papel.

¿Cuál es su relación ahora con los libros?

La misma que siempre: los leo, todos los que puedo. Los compro, nuevos o usados, vamos, de segunda mano. Pero sobre todo lo leo, releo, subrayo, marco, consulto, coloco y descoloco de mi biblioteca.

¿Prefiere los libros recién sacados de la imprenta o los volúmenes con cubiertas raídas y páginas apergaminadas por los años y el uso?

No hay nada más emocionante que recibir los primeros ejemplares de un libro, directamente de encuadernadora, sobre todo si los ha editado uno. Como lector, en cambio, muchos de los libros que me interesan ya no están en librerías de nuevo. Los tengo que buscar en librerías de viejo, mercadillos, segunda mano, offline y online, o por internet. Soy un gran comprador de libros por internet. Gracias a las nuevas tecnologías, el libro viejo ha cobrado vida en la Red, y existen magníficos libreros de segunda mano en Internet, muy buenos profesionales. Esta es una de las razones que invalidan la falacia de que Internet ha acabado con las librerías. Por otro lado, una de las visitas obligadas en mis viajes es a las librerías de la ciudad que visito.

Disfruta entonces en las librerías de viejo.

No salgo de ellas.

En compañía de genios

¿Cuántos libros suele comprar en un año?

No lo sé. Más de lo que puedo leer, menos de lo que quisiese.

Sé que colecciona libros sobre libros…

Una parte importante de mi biblioteca es la dedicada a libros sobre libros y lectura. Ocupan un lugar destacado las memorias, biografías y recuerdos de libreros y editores. Uno de mis preferidos es En compañía de genios: Memorias de una librera de Nueva York, de Frances Steloff, Ediciones de la Rosa Cúbica, 1996.

¿Cuál es el libro más caro que ha comprado?

El libro más caro que he comprado es Apocalipsis y los cuatro Evangelios, editado por Franco Maria Ricci. Cada uno de los cinco volúmenes en estuche individual, encuadernados en plena piel, con tafilete y orlados en oro. Impresos en papel verjurado especial y profusamente ilustrados. Nervios, tejuelos, viñetas y dibujos tanto en lomo como en ambos planos en oro fino. Edición numerada. No te diré el precio.

¿Ha practicado en alguna ocasión el bookcrossing?

No, pero presto libros a mis amigos.

¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgulloso?

Los libros que me regaló mi padre.

¿Alguna manía u obsesión con los libros?

Todas.

¿Posee ex libris?

No. Antes los firmaba y fechaba, ahora ni eso.

Comentaba antes que subraya y marca sus libros…

Mis libros leídos están subrayados, anotados, marcados y llenos de papeles, marca páginas, señales y avisos de lectura. Vuelvo a ellos con frecuencia.

¿Qué opina de ese fenómeno que es la Feria del Libro?

Si te refieres a la Feria del Libro de Madrid, esta última edición ha sido la decimoquinta (aunque ya perdí la cuenta) en la que trabajo, pero para mi esta última ha sido la más especial: ha sido la primera en la que participo como editor con mi propio sello.

Javier Fórcola

¿Hay muchos libros en su biblioteca?

Ya miles. Dejé de contar cuando llevaba tres mil.

¿Cuál es el número idóneo de libros para su biblioteca?

Tantos como quepan en la casa de uno. Cuando no quepan en la actual, cambiaré de casa.

¿Qué género predomina?

La no ficción, y dentro de ella, las biografías, los libros de viajes y los libros sobre libros.

¿La tiene ordenada?

No todo lo que me gustaría. Algunas temáticas están más ordenadas o localizables.

¿Cómo clasifica su biblioteca?

Por temas. Aunque solo yo tengo el plano y la brújula.

¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos o fotos?

Como se ve en alguna de las fotografías, mi biblioteca está llena de trastos.

¿Alguna peculiaridad en sus estanterías?

Que están muy combadas.

¿Posee libros heredados de su familia?

De mi padre. Pocos, pero muy queridos.

¿Qué libros le faltan en su biblioteca?

Tantos…

¿Hace expurgo en su biblioteca con frecuencia?

Hace poco doné ocho cajas.

¿Contiene libros en otros idiomas?

Sí, más como investigador que como lector.

Francisco Javier Jiménez (Madrid, 1970) es editor de Fórcola Ediciones desde 2007. Licenciado en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, magister en Administración Pública por el Instituto Ortega y Gasset y el INAP, y posgrado en Estudios avanzados de edición por la Oxford Brookers University y Publish. Comenzó su carrera profesional en el mundo del libro como empleado de las librerías Crisol y Paradox. Ha sido director comercial de Siruela y director de la colección Voces/Ensayo de Páginas de Espuma. Es autor del ensayo El nuevo paradigma del sector del libro, junto con Manuel Gil.