Tras el fenómeno noir de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, con la que ha vendido cientos de miles de ejemplares, César Pérez Gellida publica la inclasificable Khimera (Suma de Letras), tan buena, si no más que las anteriores. La riqueza argumental de la novela es tal que ninguna etiqueta le hace justicia, pues juega con los géneros y transgrede convenciones. De repente, el mercado editorial se topa con un escritor que vende, aventurero -fue representante de jugadores de rugby-, emprendedor, simpático, incansable, imaginativo… Un creador que quiere desarrollar una vida en las letras y que ocupa sin ruido las listas de los libros más vendidos. Nos lo cuenta con detalle en esta profunda entrevista en primer plano fijo.
¿Qué nos puede decir del rugby argentino?
Que representa el estado más puro de un deporte que lo es con mayúsculas. En mi faceta anterior como representante de jugadores de rugby, las distintas provincias de Argentina eran el principal manantial de jugadores que traíamos a Europa. Aquella etapa ya quedó atrás, pero mi pasión por ese deporte sigue presente.
¿Cómo consigue un autor primerizo impresionar a Suma de Letras hasta el punto de que decidan publicarle, no ya una novela, sino una trilogía?
He de reconocer que yo tuve la suerte de no tener que pasar por los filtros y puertas a las que se ha de enfrentar cualquier escritor que está empezando. El manuscrito llegó directamente a las manos adecuadas y a las pocas semanas ya teníamos un acuerdo. El resto se ha logrado gracias a la aceptación y empuje de los lectores.
Cuando firmó con la editorial, ¿tenía la trilogía terminada?
No. Recuerdo que estaba terminando el primer borrador de Dies irae y al no usar guión ni esquemas en el desarrollo de la trama no podía explicarles lo que iba a acontecer porque ni siquiera yo lo sabía. El éxito de la crítica con Memento mori y las reediciones me pillaron escribiendo Consummatum est, pero conseguí aislarme de todo para escribir la que es, bajo mi punto de vista, el mejor volumen de la trilogía.
¿Cuál es el truco para que una primera novela, Memento mori, tenga tanta fuerza y haya conseguido un número de lectores tan amplio?
Trucos no hay, creo. Lo único que hago es interpretar personajes y dedicar muchas horas al oficio, y no me refiero solamente a las que se pasan aporreando un teclado.
En esta serie el inspector Ramiro Sancho comparte protagonismo con el asesino Augusto Ledesma. ¿De qué personaje se siente más orgulloso? ¿Con cuál se identifica más?
Todos tienen parte de mi ADN, eso es inevitable, pero quizá me sienta más identificado con Carapocha porque con él no tuve que interpretar ningún papel. El más complejo es Erika por su bipolaridad y luego Sancho por la evolución que sufre a lo largo de las 1800 páginas que conforman la trilogía. Augusto, como buen sociópata, traza una línea recta entre el punto de partida y su meta. Una vez que comprendí (con ayuda profesional) cómo actúa la mente de un sociópata narcisista fue más o menos sencillo meterme en su piel. Otro personaje del que no quiero olvidarme es Ólafur Olafsson, cuyo desarrollo me sorprendió a mí mismo.
Ahora que lo cita, la introducción del inspector Olafur Olaffson en Consummatum est parece un guiño a la novela nórdica más pura. ¿Se inspiró en algún autor de esos países?
No soy un gran lector de novela negra nórdica, por aquellos lares he cosechado muchos más fracasos que éxitos. Sin embargo, hay un autor al que admiro profundamente que es Jo Nesbø y sí, estoy seguro que hay rasgos de Harry Hole en mi comisario islandés.
¿Qué nacen antes, las historias o sus personajes?
En mi caso apareció el germen del guión antes que el elenco de actores. Tengo problemas de insomnio desde siempre y uno de los métodos que utilizo para encontrarme con el sueño es inventarme historias. Me interesé por el mundo de la sociopatía y a partir de ahí empecé a hilar la trama en torno a unos personajes a los que doté de vida propia. No obstante, si tuviera que elegir entre trama y personaje me quedo con lo segundo.
¿Por qué razón escogió Valladolid como punto de partida de sus tramas?
Por comodidad, seguramente. Es mi ciudad y en el momento de encuadrar el argumento no encontré ninguna pega a que se desarrollara en Valladolid. En la medida en la que fui recorriendo sus calles metido en la cabeza de los personajes me fui convenciendo de que había sido una decisión acertada. Hoy creo que Valladolid es un personaje más de la trilogía y estoy agradecidísimo a mis paisanos por cómo han acogido mis novelas.
La afición de Augusto Ledesma por la poesía, ¿es en realidad una pasión oculta de César Pérez Gellida?
Siempre me han atraído los versos, como la música. Me gusta que el lector tenga la libertad de interpretar libremente y, bajo mi criterio, esto les convierte en son dos vehículos de comunicación distintos a los demás. Mis primeras poesías se las escribí a Olga, pero fue a raíz del suicidio de un compañero de trabajo cuando me di cuenta del efecto lenitivo que tenían los versos. Fui aprendiendo a escribir poesías al ritmo que lo hace Augusto en la novela, pasando de la prosa encorsetada al verso libre. Sorprendentemente, hay lectores que señalan al poemario de Augusto como uno de los aspectos más destacados de la trilogía.
Además de la música, las frases en latín son un elemento peculiar de sus novelas.
Es un rasgo inherente a Augusto Ledesma. Digamos que hereda la obsesión de su padre adoptivo por la cultura clásica. Como contrapartida, el inspector Sancho recurre al refranero castellano. Tengo que decir que me encantó recuperar todas estas locuciones latinas y dichos populares.
¿Cómo es habitualmente la labor documental de sus libros?
La realizo mientras escribo y a demanda, ya que no sé qué me voy a encontrar. Mi principal fuente de documentación son los expertos. Las bibliotecas e internet son complementarios. Me encanta esta labor porque me ayuda en la fase creativa. Luego hay que saber muy bien cómo utilizar toda esa información para no convertir un relato de ficción en un manual para expertos o un tratado.
No le gusta planificar sus textos…
Yo diría que lo que no me gustan son las líneas rectas en los argumentos novelísticos, y si uno sabe dónde quiere ir es difícil que inconscientemente el cerebro no escoja el camino más corto, que suele coincidir con el recto. Además, creo que no tengo capacidad para proyectar en el tiempo y te puedo asegurar que es muy divertido crear la historia a partir del último punto en el que lo dejaste.
¿Por qué ha escrito esta trilogía con la presencia importante de una banda sonora? ¿De dónde surge la idea?
Los sociópatas son incapaces de empatizar con el prójimo, sin embargo, eso no quiere decir que no tengan sentimientos o generen emociones. El problema radica en que no son capaces de “etiquetarlas” correctamente, o mejor dicho, como el resto de las personas que aceptan las normas de comportamiento social establecidas. Por ello, utilizo la música para comunicar las emociones que experimenta Augusto Ledesma antes, durante y después de cometer sus crímenes. Escuchar las canciones de la banda sonora mientras se relee el pasaje ofrece una experiencia distinta que ha gustado mucho a buena parte de los lectores de la trilogía.
¿Por qué se publica ahora en España tanta novela negra?
Entiendo que responde a la moda, o dicho de otra forma, al interés de las editoriales por atender a la creciente demanda de novela negra. Lo cierto es que hay grandísimos escritores del género en nuestro país: Lorenzo Silva, Esteban Navarro, Ramón Palomar, Dolores Redondo, Benito Olmo, Rafa Melero, Víctor del Árbol, Claudio Cerdán o el binomio compuesto por Nieves Abarca y Vicente Garrido, por citar algunos, que están publicando novelas de muchos quilates.
¿Está todo inventado en este género?
No, en absoluto. Lo que sucede es que la mente humana solo registra una decena de argumentos universales y tiene tendencia a buscar la correspondencia con esa otra que ya ha leído o visto. Por eso muchas veces recurre al tópico sentencioso de “eso es como…”.
¿Qué ocurre en el tiempo que media entre el final de una novela y el principio de la siguiente?
En mi caso no hay discontinuidad temporal ya que, en el momento en el que termino el primer borrador de una novela y por tanto tengo construido el argumento, (mutatis mutandis), mi cabeza ya está trabajando en la siguiente. Por ponerte un ejemplo, antes de terminar Khimera ya tenía claro las tres siguientes novelas que iba a escribir. Una la tengo ya hilada por completo y será muy, muy negra (¡exclusiva mundial!), y la siguiente la empezaré en menos de dos meses, espero. Cuando escribo esto, todavía no se ha publicado Khimera [la entrevista se realizó a mediados de febrero].
¿A qué responde este giro tan brusco?
A mi osadía al pensar que podría resultar interesante que todo el escenario naciera en mi cabeza. Quise hacer un alarde de oficio que no tengo. Estoy convencido de que si hoy supiera lo que me iba a suponer Khimera no me habría lanzado a escribirla.
¿Por qué?
No es fácil de explicar. Imagínate que tienes que hacer un complejo dibujo a mano alzada y replicarlo una y otra vez para no desvirtuarlo en cada capítulo. Conseguir que el resultado sea óptimo es francamente difícil. Por eso, el proceso de inmersión diario antes de escribir me suponía mucho trabajo y la documentación que he manejado es el doble que la que necesité para toda la trilogía. Khimera, al margen de ser un thriller donde la acción y el suspense son los ingredientes principales, tiene otros muchos condimentos que hacen de la novela un guiso realmente complejo. La receta es de por sí enrevesada aunque, por suerte para el lector, esta complejidad pasará totalmente desapercibida.
¿Cómo cree que va a ser acogida por sus muchos lectores?
Uno de mis propósitos con esta nueva novela era llegar a otros lectores que no se han interesado en la trilogía por el motivo que sea. Quizá no debería decirlo, pero hay personas pertenecientes a medios especializados que ya han podido leerla y algunos la han calificado de obra maestra. Cuando la terminé estaba más exhausto que contento. Hoy, siete meses después, me siento francamente orgulloso.
¿Con qué podría asemejarse?
Me hace gracia que preguntes eso porque he mantenido largas conversaciones con mis editores buscando un enfoque de Khimera de cara al “etiquedado” de la novela. No es ciencia ficción a pesar de estar encuadrada en un futuro cercano, ya que el lector va a poder visualizar perfectamente los escenarios y zambullirse en la narración. A pesar de ser una novela coral he dedicado especial atención a los personajes porque a través de ellos construyo la trama. Me he ido por las ramas, disculpa. Algunas de esas personas que la han leído encuentran similitudes con George Orwell, Bradbury, Tolkien o William Blake, lo que no deja de sorprenderme porque no he leído a ninguno, excepto El Hobbit de Tolkien y fue una de esas novelas que no terminé.
¿No se arriesga con su nueva novela a descontentar a sus fieles seguidores del género negro?
Yo creo que hay pocos lectores que beban exclusivamente de un único género. Mi estilo de creación literaria no ha cambiado, sigo buscando tener enganchado al lector en cada página y usando un lenguaje puramente audiovisual. Estoy convencido de que no va a defraudar en absoluto a los lectores a los que les ha gustado la trilogía.
¿Seguirás escribiendo sobre el futuro que nos espera?
Es posible, sí, pero para ello necesito oxigenarme o, mejor dicho, intoxicarme de presente.
Volvamos al presente. Hay rumores sobre la posibilidad de convertir su trilogía en una serie de televisión. ¿Es real ese proyecto? ¿Cómo está de avanzado?
En serie o gran pantalla. En estos momentos tenemos las dos vías abiertas y, si te soy sincero, con el paso del tiempo el asunto me genera menos ansiedad. No me importa cuándo se producirá el acuerdo porque estoy convencido (aunque suene harto soberbio) de que se producirá. Por suerte, hoy puedo dedicarme profesionalmente a escribir novelas, cuestión por despejar que me atormentaba hace tan solo unos meses.
¿Se ha interesado el cine en adaptar algunas de sus novelas?
Varios y de distinto calado. Lo que sucede es que hay mucha letra y poco número en las propuestas.
¿Alguna idea en la cabeza desde hace muchos años?
Tengo un proyecto literario que abordaré cuando me sienta capacitado para ello.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Solamente pienso en el lanzamiento de Khimera. Es una novela cuya gestación me ha desgastado tanto que quiero cuidar todos los detalles para que no nazca con malformaciones que marquen su crecimiento. Es mi mejor obra hasta el momento y me gustaría que el lector la abordara sin prejuicios.
Se maneja magníficamente en las redes sociales, incluso los personajes de sus novelas tienen perfil en Twitter. ¿Es imprescindible formar parte de ellas en estos momentos para conseguir visibilidad?
Es una elección personal: o se está con todas las consecuencias o mejor no estar. El hecho es que tener contacto con el lector conlleva asumir unos riesgos, y hay autores que no están dispuestos a pasar por ello; además del tiempo que hay que dedicar a la tarea, por supuesto. Yo decidí estar a raíz de la emoción que me generó que uno de mis autores de cabecera, Juan Gómez-Jurado, me contestara un tuit. Como lector me pareció un gesto acojonante.
Su presencia es habitual en los festivales de novela negra. ¿Hay algún autor al que haya conocido y le haya decepcionado como persona? ¿O que le haya causado el efecto contrario?
He conocido unos cuantos, sí, y como es lógico con algunos encajas mejor que con otros, pero esto no es culpa del de enfrente. Solo hablaré de aquellos con quienes he conseguido conectar como Dolores Redondo que es una tiparraca maravillosa; Ramón Palomar, un fenómeno para darle de comer aparte; Benito Olmo, un ejemplo de lucha personal y superación; Carlos Salem, un cabronazo con todas las letras; Risto Mejide, que me sorprendió por su humildad y caballerosidad, muy alejada de esa imagen que tanto se esfuerza en proyectar; Juan Gómez-Jurado, un genio; Esteban Navarro, un tipo corriente de los que ya no se encuentran; Lorenzo Silva, un maestro en todos los sentidos; y otras muchas personas estupendas como Carolina Solé, Alicia Giménez Bartlett o Aro Sáinz de la Maza, que me vengan ahora a la cabeza.
¿Qué opinión tiene de los agentes literarios?
Un mal necesario. Desde mi experiencia en el otro lado como agente de jugadores de rugby sé lo complicado que resulta tratar con los representados, y cómo en un mismo vagón de tren hay pasajeros de toda clase y condición. El asunto es decidir si uno lo necesita o no. En mi caso particular, ahora estoy trabajando sin agente y he de reconocer que estoy muy contento de haber tomado esa decisión.
¿Podría describirnos un día cualquiera en su vida?
Me levanto entre las cuatro y las cinco de la mañana a escribir hasta que se despiertan mi hijo y mi mujer, por ese orden, además. Cuando se marchan me vuelvo a poner al teclado hasta que corto para ir al gimnasio o a correr como parte de la disciplina necesaria de desintoxicación. Como rápido y trabajo hasta que voy a buscar a mi hijo al colegio a las cinco de la tarde. Vida familiar y cama.
¿A qué le tiene miedo?
A no dejar de ser feliz.
¿Quién es César Pérez Gellida?
Un tipo feliz y calvo.
Saramago afirmaba que escribir es un trabajo, que el escritor no es un ser extraordinario que espera las hadas. ¿Está de acuerdo?
Absolutamente. Como casi en cualquier aspecto de la vida, tiene más relevancia las veces que lo intentas que el talento. Hay una gran diferencia entre querer conseguir algo, desear conseguir algo y necesitar conseguir algo.
¿Escribir es una forma de entender el mundo?
Para mí es una dedicación profesional como cualquier otra. Entender el mundo no está al alcance de las personas contemporáneas porque solo sabemos lo que nos cuentan y eso, normalmente, está muy alejado de la realidad.
Cuando escribe, ¿qué busca, qué persigue?
Disfrutar. Roza el onanismo, lo sé, pero…, ¿qué hay de malo en ello?
¿Cómo se clasificaría como escritor?
Currante.
¿Sigue una disciplina/rutina para escribir?
Totalmente, soy muy alemán para todo lo que tiene que ver con lo profesional.
¿Utiliza cuadernos para tomar notas o lo hace todo por ordenador?
Tomo muchas anotaciones a cualquier hora del día. Si estoy en mi escritorio, en papel, si estoy fuera, en el móvil.
¿Piensa en un lector determinado a la hora de escribir?
Diría que no.
Si no hubiera sido escritor…
No escribiría.
¿Tiene alguna superstición a la hora de escribir?
Ninguna si no se considera como tal la necesidad de aislamiento que me proporciona el sonido de mi secador.
¿Corrige mucho?
Continuamente a partir del primer borrador, antes no.
¿Ordenador o a mano?
Teclas.
¿Cuándo comenzó a escribir y qué le motiva a hacerlo?
No lo recuerdo con exactitud pero sé que un día, cuando llegué de correr abrí un documento nuevo y me puse a escribir. Mi motivación principal gira en torno a lo que me divierto haciéndolo.
¿A quién le deja leer sus manuscritos antes de ser editados?
A Olga, mi chica, y a mis editores, por supuesto.
¿Dónde escribe?
En nuestra habitación, donde hemos habilitado un espacio bañado con luz natural.
¿Necesita silencio para escribir o le gusta escuchar música?
El silencio que me proporciona el ruido continuo del secador es lo único que necesito.
¿Hay algún estereotipo de escritor en el que odiaría caer?
En ese que vive alimentándose de su propio ego. Autorizo a que me disparen si alguna vez caigo en ello.
¿Por qué leer?
No considero que sea obligatorio, aunque sí muy aconsejable como fuente de conocimiento. Cada uno es libre de elegir qué hace con su tiempo.
¿Leer es vivir?
No, para nada. Leer es leer.
¿Cuántas horas diarias dedica a la lectura?
Depende de la fase en la que me encuentre. Si estoy construyendo la trama no leo novela, solamente me documento. Cuando estoy corrigiendo leo un par de horas al día, género variado.
¿Cómo se debe leer: en voz baja, en voz alta o sin voz?
No sé leer en voz alta.
¿Cómo hay que leer un libro?
Como el lector prefiera, aunque sí es aconsejable despojarse de prejuicios.
¿Cuál es su sitio preferido para leer?
Cualquier lugar tranquilo o en su defecto con mi secador enchufado.
¿Quién le enseñó a leer?
No lo recuerdo, pero quiero pensar que fue mi madre, que era maestra, como también lo era mi padre.
¿Deja un libro sin terminar si no le gusta?
Sí, no adquiero ningún compromiso cuando afronto la primera página de una novela. De hecho, creo que termino muchos menos de los que empiezo.
¿Qué libros está leyendo?
Ofrenda a la tormenta, de Dolores Redondo. Como los anteriores, brillante.
¿Con cuál ha llorado o reído últimamente?
Creo que nunca he llorado leyendo. No soy de lágrima fácil, lo cual en ocasiones me ha generado algún que otro problema. He reído y mucho con Sesenta kilos, de Ramón Palomar. Esta novela debería ser de lectura obligada en los institutos.
¿Quiénes son sus autores favoritos y qué lecturas recomendaría?
Me gustan más las novelas que los escritores. Recomendaría, en general, que los lectores valoraran el trabajo que hacen los escritores y descargar novelas ilegalmente no ayuda mucho a sentirse valorado. Es duro enfrentarse al hecho de que hay mucha gente que considera que tu trabajo no vale una mierda. Hoy día existen formas muy asequibles de acceder a la lectura, desde precios irrisorios en formato electrónico hasta el servicio que proporcionan las bibliotecas. Sin embargo, lo que sí llega a cabrearme es que se siga permitiendo que haya personas que ganan dinero, y mucho, con el trabajo de los demás.
¿Cuál fue ese libro que le convirtió en lector?
Astérix y Obélix, luego Tintín, Alatriste…
¿Cómo se puede fomentar la lectura entre los estudiantes que sólo abren los libros por obligación?
No sabría decirte, yo lo intento con mi hijo que tiene ocho años y me cuesta un triunfo hacerle ver los beneficios que tiene la lectura frente al dispositivo electrónico con el que está divirtiéndose en ese momento.
¿Existe una decadencia de los lectores?
No creo. De hecho, hoy se lee más que nunca aunque los datos que reflejan las cuentas de resultados de las editoriales digan lo contrario.
¿Qué es el libro para usted?
Un maridaje perfecto entre conocimiento y entretenimiento.
¿Cuál es su relación ahora con los libros?
Recíproca, los quiero y me quieren.
¿Quién le educó en el amor a los libros?
Goscinny y Uderzo.
¿Cómo los cuida?
No demasiado, la verdad. No soy de acumular tesoros, soy más de disfrutarlos.
¿Los presta?
Por supuesto.
¿Hay algún olor que relacione con los libros?
El de la antigua biblioteca de mi colegio: La Enseñanza. El olor que se desprende en el proceso de oxidación de la lignina es evocador.
¿Dónde suele comprarlos?
Desde hace unos años en formato electrónico, por razones de comodidad y precio.
Visita poco entonces las librerías de viejo.
Si paso por alguna, entro, pero ex profeso, no. Soy más de bares.
¿Solamente lee ahora en formato digital?
Solo no, pero en un 70% diría que sí. En cuanto a la compra un 90%, diría yo.
¿Qué modelo tiene?
IPad, es prácticamente para lo único que lo utilizo. Ah, y para jugar al Clash of Clans cuando consigo arrebatárselo a mi hijo Hugo.
¿Cuál es su opinión sobre el libro electrónico?
Un soporte estupendo para atraer más lectores.
¿Cómo luchar contra la copia ilegal de libros digitales?
Con un acuerdo entre usuarios, editoriales y escritores. Y bajo mi punto de vista las editoriales deberían dar el primer paso.
¿Cuántos libros suele comprar en un año?
Ahora menos porque me llegan desde las editoriales, pero las quince novelas al año caen fijo en mi iPad. El último, el de Bruno Nievas: Lo que el hielo atrapa. Una novedad, novelón de aventuras (que además he tenido el privilegio de leer antes) por 2,99 euros.
¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgulloso?
Mentiría si no dijera que cualquiera de las que viene escrito mi nombre en la cubierta. Sólo el hecho de publicar una novela ya es para sentirse orgulloso.
¿Alguna manía u obsesión con los libros?
Que el comienzo no sea meramente introductorio. Y el final, un epílogo.
¿Posee ex libris?
Teniendo en cuenta que he tenido que acudir a Google para saber lo que era…
¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?
Las novelas no, nunca.
¿Qué opina de ese fenómeno comercial que es la Feria del Libro?
Un lugar de encuentro entre lectores y escritores; necesario, por tanto.
¿Ha practicado en alguna ocasión el bookcrossing?
¿Otra vez a Google?
¿El libro en papel será en el futuro un objeto de lujo?
Espero que no, pero… ¿quién sabe lo que nos deparará el futuro? Nótese la ironía.
Su biblioteca es…
La que queda cerca de casa.
¿Cuál es su fondo actual de títulos en papel? ¿Y en digital?
Escaso en papel, no me gusta acumular porque los traslados hacen que termines enterrando tanto amor por los libros. En digital… ni idea, tendría que contarlos.
¿Cuál es el número idóneo de libros para una biblioteca?
El que se adapte al usuario.
¿Qué género predomina?
Novela negra, thriller e histórica a partes iguales.
¿La tiene ordenada?
En absoluto.
¿Cuál es el libro más raro?
No sé si raro, pero hay uno al que tengo mucho cariño que me regaló un lector en Barcelona que se llama Dani Filth: La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz. También guardo con cariño todos los ejemplares firmados por mis compañeros.
¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos, fotografías u otro tipo de fetiches?
Ahora que me fijo, hay algunos objetos inservibles que tienen muchas probabilidades de terminar en la basura en cuento termine esta entrevista.
¿Cómo debe formarse una biblioteca?
No soy buen ejemplo.
¿Posee libros heredados de su familia?
No.
¿Hace expurgo con frecuencia?
Sí. Los libros sacrificados se quedan en las casas que voy dejando atrás, o eso quiero pensar.
¿Visita las bibliotecas públicas ahora que ya vende muchos libros?
Con menos frecuencia de la que debería.
¿Qué biblioteca ha visitado y le ha fascinado?
La del distrito de Retiro: había gente.
¿Qué biblioteca le gustaría visitar?
La Antigua Biblioteca de Alejandría, si no la hubieran quemado unos bárbaros que han pasado a la historia como padres de nuestra cultura occidental. Hoy no hace falta provocar un fuego para que la cultura arda, basta un Ministro.