Me espeluzna cuando suena el teléfono y al otro lado una teleoperadora intenta convencerme de que compre algo que no necesito. Con cortesía (aunque no demasiada ya que podría interpretarse como una aceptación de sus productos o servicios según la Ley 12345/6789) rechazo su oferta y cuelgo orgullosa, convencida de que a mí no hay quien me convenza de nada de lo que no quiera ser convencida …