Josefa Parra, poeta.Josefa Parra, poeta.

Mi más reciente poemario, Materia combustible, ha necesitado un trayecto largo -a mí se me ha hecho casi eterno- para construirse. Me ha costado tanto tiempo como dolor, aunque también ha habido en ese proceso destellos luminosos, gozos instantáneos y algunas risas. Ha sido, de mis libros publicados, el más difícil de escribir, a pesar de que desde el principio tenía muy claros su estructura, su propósito y su tono. Ha habido meses de desaliento y de sequía, accesos de rabia y de desesperación, y otros momentos en los que las palabras fluyeron con una naturalidad que me sorprendía, porque no soy de escritura fácil y los momentos de fecundidad siempre me dejan atónita, entre la incredulidad y el asombro.

Si me atrevo a invitarles a leer Materia combustible es sobre todo por eso, porque me ha dolido y me ha costado escribirlo, y porque al volver a él encuentro cierto consuelo que creo compartible. Es un libro sobre la naturaleza humana, sobre nuestra capacidad de arder, de consumirnos hasta la ceniza y de volver a rehacernos para continuar ardiendo. Vamos viviendo en un ciclo inacabable que nos equipara, al menos anímicamente, al ave fénix de nuestras mitologías. El poemario propone que somos seres efímeros, pero que nuestra grandeza radica en que, conociendo nuestra finitud, somos capaces de iniciar nuevas historias, de abrir caminos, como si no fuesen a acabarse nunca, o con la esperanza de que su huella, su recuerdo, puedan perdurar, eternizarse y eternizarnos al mismo tiempo. Así en el amor, en la amistad, y también en el lenguaje, porque es a la postre la palabra la que nos salva del olvido, de la muerte y de la ceniza.

Creo que el poso final de este libro no es el dolor sino el optimismo, la confianza en nuestras propias fuerzas, en la resurrección a través de los sentidos y de la memoria. Los momentos de turbación (y de turbiedad, que es concepto que aparece continuamente en estos poemas) sirven para agitar el rescoldo bajo las cenizas, para avivar el fuego que nos alienta y nos completa. Somos de fuego. Somos una llama que una y otra vez prende, que una y otra vez encuentra una materia de la que alimentarse, una pasión, una idea, un proyecto, un amor.

Me gustaría que leyesen este libro porque si no tuviese lectores no valdría la pena haberlo escrito. No confío en la poesía para uno mismo, o al menos no es esa la poesía a la que aspiro. Creo en la palabra que se comparte y que es útil para los otros, que se emancipa de quien la escribe y se queda en otras casas y en otras conciencias. Creo en la poesía que hace preguntas y que contagia inquietudes, que abre ventanas a los paisajes ajenos, que está inacabada hasta que llega el lector y le pone su alma y su manera de decir. Les exhorto a leer Materia combustible porque los necesito a todos ustedes para poner el punto final.

Josefa Parra