Las autoras de 'Casa de Muñecas'.Las autoras de ‘Casa de Muñecas’.

Porque entrar sin que nos vean en las casas ajenas tiene su encanto, y por esta podemos pasearnos impunemente, podemos colarnos en el cuarto de juegos y robar una muñeca de porcelana de otro siglo, llevarnos la maldición que arrastra con nosotros. Porque en el dormitorio infantil conoceremos al monstruo que duerme bajo la camita, el miedo a la oscuridad que cae como un charco de alquitrán sobre los muebles tranquilos. Porque en la alcoba matrimonial espiaremos a dos extraños que comparten cama y descubren que «nosotros» es muchas veces la suma de dos desconocidos.

Porque nadie nos prohibirá robar una primera edición en la biblioteca, esa habitación de fantasmas amados y pacientes. Porque en lo alto de esa casa antigua se oculta el desván al que van a parar las criaturas monstruosas que nos atemorizan y que guardamos como si fueran cachivaches heredados de los que nos somos capaces de desprendernos. Porque en la cripta del sótano hace un frío mortal, allí donde descansan los que nunca se fueron del todo o se empeñan en regresan a la casa sin asumir que ahora son espectros. Porque podemos cerrar la puerta sin echar la llave, alejarnos por el jardín y regresar siempre que queramos recuperar un escalofrío, una obsesión antigua.

Y porque además la casa es tan bonita, hay niñas y muñecas tan hermosas dibujadas en cada rincón que dan ganas de quedarse. Porque Sara Morante tapizó cada estancia con sus hipnóticas damas muñequiles y convirtió el chándal olímpico de la selección española en mito del horror moderno. Porque la casa entera es una pesadilla victoriana y punk, una vieja película en blanco, negro y magenta que retoma nuestros fotogramas favoritos del cine de Hitchcock o Kubrick. Porque hay una muñeca para cada lector y un lector para cada muñeca.

Patricia Esteban Erlés

Casa de Muñecas es lo más parecido a un cadáver exquisito que he hecho, y esta comparación no se basa (sólo) en esa atmósfera macabra que tiene el libro, sino en cómo fue el proceso; Patricia Esteban Erlés nos conocimos y pronto la escritora me habló de su libro de microcuentos y me propuso implicarme en el proyecto. Me fascinó el imaginario y el ambiente, muy afines a mí, y acepté sin reservas.

Durante un año Patricia, mano a mano con el editor, escogió y acicaló los microcuentos que formarían el libro, y yo, durante ese año, fui testigo silenciosa de esa labor, sin poder comenzar a ilustrar, lo cual me puso en una situación complicada: al no disponer de un texto definitivo no podía comenzar a ilustrar pero me moría de ganas por hacerlo; me sentía como un león enjaulado. Sin saberlo, ya estaba gestando algunos de los dibujos, en mi cabeza.

Cuando por fin pude comenzar los dibujos, con el texto definitivo en la mano, una euforia «ilustrativa» se apoderó de mí y, Patricia es testigo y dará fe de ello, las ilustraciones fueron saliendo, una detrás de otra, sin bocetos previos, cada día durante un mes y medio en el que hubo un ir y venir constante de emails y llamadas telefónicas entre Patricia y yo; ambas hemos sido testigo de la labor de la otra.

Finalmente estas ilustraciones nacidas de la euforia fueron algo diferentes a las que se alojaron en mi cabeza durante los meses de atrás, pero se mantuvo la decisión de emplear dos tintas, siendo la segunda el color magenta, un color que a mi juicio es tan poderoso como el rojo pero también es transgresor, punk y está muy ligado a la causa feminista, algo que en Casa de Muñecas está muy presente, tras ese ambiente victoriano y gótico.

El imaginario en este libro procede de varias fuentes; mi propio imaginario, el imaginario más directo que es el que ofrece el texto y un imaginario muy cinematográfico que he tomado prestado de películas de terror y suspense que me apasionan, como son Rebeca, La semilla del Mal, etc… El momento social y político actual también está presente en algunas ilustraciones, ya que representan perfectamente, y por desgracia, el concepto «terror».

Sara Morante