Pilar Adón, escritora.Pilar Adón, escritora.

Narradora, poeta, traductora, Pilar Adón es una de esas creadoras que se mueven en diversos registros con suma facilidad, en los que sobresale porque hay en ella una verdadera pasión narrativa. Con cada nuevo libro demuestra que estamos ante una de las autoras más interesantes de la actualidad, y un valor en alza de las letras españolas pues su nombre garantiza a priori la calidad de un texto. Parafraseando a Borges, no hay página de esta madrileña del 71 –qué buen año- que no contenga un deslumbramiento. Es también parte importantísima de la editorial Impedimenta, quizá su cara menos visible.

Resulta difícil concretar qué género literario predomina en el conjunto de su obra, compuesta por poemas, novelas, relatos, traducciones…

Siempre quise ser escritora. Me gusta el término, me gusta lo que implica y me gusta la imagen de la actividad: una mujer escribiendo. Desde muy pequeña, todo lo que quería hacer era leer y escribir, y se mantienen la misma vocación y la misma aspiración. Desde entonces, a lo que más me he dedicado ha sido a la narrativa.

¿Qué actitud debe tener un escritor respecto a su obra?

Es esencial ofrecer una buena obra, rematada, terminada, que exprese algo y que conmueva a quien la lea. Mi actitud es la de una exigencia enorme, lo que quiere decir que rechazo mucho de lo que termino y lo arrincono para siempre.

Leyéndola, uno llega a la conclusión de que los miedos pueden ser muy productivos…

Los miedos paralizan y distorsionan la realidad y machacan a quien los padece. Hay que superarlos para poder hablar mínimamente de ellos.

¿Cree que hay temas más apropiados para la poesía que para la prosa?

La poesía que me interesa está relacionada con la tradición inglesa. Me interesa una poesía casi narrada, que cuenta algo, en la que podríamos decir incluso que hay personajes. Y para este tipo de poemas sirve cualquier tema. La escritura de poesía me puede dar más pudor que la de prosa ya que en una novela, un relato, el peso del argumento cae sobre cada personaje mientras que en el poema el peso cae directamente sobre el poeta. Pero los temas no difieren necesariamente.

Se toma mucho tiempo para publicar sus libros…

Sí. Publiqué mi primera novela con 27 años, y por entonces tenía mucha prisa. Estaba impaciente y pensaba que había que hacerlo todo muy rápidamente. Me decían que no debía dejar pasar el tiempo porque los lectores se olvidarían de mí. Ahora creo que lo único importante es ofrecer una obra de calidad y no dejarse llevar por las presiones ni las prisas. El viaje ha de ser largo y lo importante es perseverar.

Su primera novela, El hombre de espaldas, la publicó en 1999 y la segunda, Las hijas de Sara, en 2003. ¿Para cuándo una nueva novela?

Para cuando termine la actual. Esperemos que para el año que viene.

¿Ser novelista es jugar a ser deicida, como postula Mario Vargas Llosa?

El novelista cuenta la realidad desde su punto de vista, y la genera a su imagen y semejanza, lo que nos traslada a un ambiente bíblico similar al que comentas. Existe una insatisfacción evidente con lo que vemos, y, por tanto, intentamos reelaborar cada situación, cada circunstancia e, incluso, moldear a quienes nos rodean. Esa insatisfacción conduce a la lectura en un primer momento. Una lectura imparable, completa y desordenada, y luego se empieza a escribir. Yo me escondía debajo de la mesa de mi habitación, y ahí escribía: un encierro dentro de otro encierro, donde pretendía crear lugares en los que de verdad quería estar.

¿Está ganando adeptos el cuento?

El cuento ya lleva unos años gozando de buena salud gracias en gran parte a las editoriales que se dedican en exclusiva a publicar relatos. Creo que ha ganado el lugar que merece, y que ahí se va a mantener.

¿Cuándo empezó a escribir poesía? ¿Y a leerla? ¿Quiénes eran entonces sus autores preferidos? ¿Y quiénes son ahora?

Empecé pronto a escribir poesía, pero de una manera desordenada, y también mis lecturas fueron muy desordenadas al principio. Siempre he sentido mucha curiosidad por la poesía del Romanticismo, pero esas lecturas no me han influido a la hora de escribir, aunque sí a la hora de enfrentarme al mundo. Leo desde hace años a Sylvia Plath, Anne Sexton, Alejandra Pizarnik. En su día me impresionó mucho Panero y su Así se fundó Carnaby Street.

Decía Rimbaud que el poeta ha nacido para soliviantar a los infiernos. ¿Cuáles son sus avernos particulares?

Rimbaud decía que el poeta debía intoxicarse, probar todos los venenos y sufrir todos los males para ser un verdadero poeta, doliera lo que doliese. Todos nos hemos sentido atraídos por esa visión maldita de la creación en algún momento, pero ahora me parece una postura propia de una primera juventud, por la que quizá haya que pasar pero que hay que superar. Mis avernos particulares, de los que intento huir a todas horas, son la inseguridad y la dependencia afectiva.

¿Cómo podemos adquirir herramientas para saber mirar?

Leyendo y escribiendo. La mirada llega después de una buena lectura. Quizá no de manera instantánea, pero llega.

¿Qué sentido tiene en la actualidad escribir poesía?

Para mí, escribir es mi manera de ser. De estar en el mundo y hablar. No me gusta explicar qué escribo lo que escribo. Algunos autores disertan de maravilla acerca de su propia obra, pero yo tengo que buscar una explicación a posteriori para disponer de un argumento digno cuando se me pregunta el por qué de los temas o de los personajes o de los ambientes. Creo que en la actualidad, como en todas las épocas, es necesario tener belleza e inspiración alrededor para seguir adelante, para crear más belleza y ofrecer más inspiración a otros y para ser conscientes de que el alma humana puede trascender al peso de lo cotidiano y lo impuesto.

¿Y publicarla?

Siempre se publica para que los demás nos lean y conviertan una experiencia solitaria e individual en una experiencia compartida. Se quiere provocar en los demás lo que otros textos han provocado en nosotros.

Ha traducido a Edith Wharton, Henry James o Penelope Fitzgerald, entre otros. ¿Cómo afronta la traducción?

Con entusiasmo. Hay que sentir mucha pasión por un autor y un texto en los que se van a invertir semanas y meses, a los que hay que conocer a la perfección, entender, interpretar y, finalmente, trasladar a otros códigos de manera que el lector en castellano tenga la misma experiencia lectora que el lector en la lengua original. Con el tiempo van llegando el cansancio y a veces la desesperación, pero el sentimiento inicial ha de ser de entusiasmo.

No es una autora que se prodigue mucho en Internet, no tiene blog ni está en las redes sociales, ¿acaso no cree que es importante tener visibilidad en la Red?

A mí me gustan las relaciones reposadas y me gusta tener tiempo para meditar una respuesta o un comentario. La inmediatez de la Red me pone nerviosa. La constante demanda de ocurrencias, de chispazos o de una opinión instantánea no se me da bien. Si me muevo por la Red lo hago como autora, no como una persona anónima que puede escribir cualquier cosa, y me siento muy responsable de lo que escribo sea en el medio que sea.

¿Cómo vive esa exigencia cada vez más acuciante de sacar al escritor de su reducto íntimo y exponerlo como objeto de consumo?

A mí eso no me pasa. Pero lo viviría mal. No creo que lo permitiera.

¿Hay que ser valiente en estos tiempos para intentar vivir de la literatura?

Quien necesite escribir va a escribir sea cual sea su circunstancia. Antes o después de un trabajo alimenticio, robándole horas al sueño o a la familia… Lo de vivir de lo que se escribe no es algo que suceda necesariamente, y, desde luego, no es frecuente, pero se puede vivir de actividades literarias como traducir o corregir textos. Lo importante es escribir.

¿Alguna recomendación para los jóvenes o los noveles que están intentando abrirse camino en el mundo literario?

Que perseveren, que trabajen para ofrecer el mejor texto posible, que no dejen de leer y que no pierdan la pasión por la literatura.

¿Qué opinión le merecen los talleres de creación literaria? ¿Valen para algo?

Hacen que personas que comparten las mismas inquietudes se pongan en contacto, y enseñan a leer y a descubrir qué hay detrás de lo que se lee. No sé si enseñan a escribir. No tengo datos. Sé que a mí me crearía mucha inseguridad el que me dijeran que escribiera un texto sobre un tema determinado para que luego fuera evaluado en una clase. Tendría que respetar inmensamente al profesor.

Sus editoriales favoritas son…

Es difícil elegir. Anagrama, Lumen, todas las del grupo Contexto, Errata Naturae.

¿Cómo ve la concentración editorial que se está produciendo en España?

Me entristece ver que editoriales de toda la vida, que tuvieron en su día un editor valiente y con ideas muy claras acerca de lo que quería para su sello, ahora mismo están totalmente desnaturalizadas, regidas por contables más que por editores y al borde del colapso. Creo que es preferible cerrar un sello a destrozarlo y dejarlo irreconocible.

¿En el mundo editorial se vive por plazos?

Depende del mundo editorial del que estemos hablando. Ahora mismo hay unos cuantos modelos muy distintos entre sí.

¿Es una locura ahora crear una editorial?

Crear una editorial a nivel técnico sigue siendo tan sencillo como en los últimos años. Basta con tener una propuesta clara, un catálogo en la cabeza, un lugar en el que trabajar con un ordenador y una impresora, que bien puede ser una habitación en el propio piso, y un capital inicial para pagar los gastos de imprenta. Hay que contar con una distribuidora y muchas horas de dedicación y esfuerzo. El problema está en mantenerse en un momento en que es frecuente oír no solo que no se compran libros, sino que ni siquiera se entra en las librerías a mirar.

¿Suele decepcionar conocer a un escritor admirado?

Hasta el momento, a mí no me ha decepcionado en persona ningún autor al que admirara por su literatura. Hace tiempo que dejé de idolatrar a los demás y de pretender que nadie llevase lo que podríamos denominar «una vida literaria» o especial. Por el contrario, sí tengo la sensación de que yo decepciono a mis lectores.

¿Cómo convive con la vanidad?

Con la vanidad propia no convivo porque no tengo. La vanidad ajena me es indiferente.

¿Podría describirnos un día cualquiera en su vida?

Depende del día. Puedo estar en la editorial de 9 de la mañana a 9 de la noche o puedo estar en casa escribiendo o traduciendo. Es un trabajo de lunes a domingo, sin parón de fin de semana ni de vacaciones porque hay que sacar los textos adelante.

¿Su vida es como la imaginó?

También depende del día. Por lo general no, pero porque yo tengo una imaginación muy exigente.

¿Cuáles son las cualidades que más aprecia en la gente, en sus amigos?

La sinceridad y la bonhomía. Me gusta la gente buena.

¿Con qué odia perder el tiempo?

Con cualquier actividad que me haga sentir que estoy perdiendo el tiempo. De todas maneras, intento sacar siempre algún fruto de lo que hago o veo.

¿A qué le tiene miedo?

A la sinrazón y a la locura. Al absurdo. Y a lo irremediable. Y a la falta de libertad.

Una razón para leerla.

Yo me leería porque me gustan mis ambientes y mis personajes.

¿Quién es Pilar Adón?

Como me prodigo poco por reuniones, redes sociales, etc., hay quien piensa que Pilar Adón no existe y que es sólo un personaje inventado. A Enrique Redel se lo han comentado ya varias personas.

¿En qué medida el escritor posee el don de regalar otra realidad a quienes leen sus ficciones?

Posee ese don que, como casi todos los dones, viene de la mano de una carga, en este caso, la del trabajo eterno en busca de la perfección.

Cuando escribe, ¿qué busca?

Trasladarme a otro lugar y flotar.

¿El escritor escribe para entenderse?

Y para explicarse.

¿Piensa en un lector determinado al crear?

Pienso en mí como lectora. Mis historias me han de interesar a mí y me han de atrapar a mí. Afortunadamente, hay lectores que coinciden con mis gustos y con lo que yo espero de un libro, y esa complicidad es un lujo.

Para escribir no puede faltarle…

Tranquilidad, silencio. Y la idea del libro como causa inicial de todo lo que hago. He de tener libros a mi alrededor.

El silencio es importante para usted. Imagino que también para escribir…

El silencio es esencial para sentirme bien. Es algo físico. Cuando hay ruido innecesario, caprichoso, noto que me afecta realmente. No sé por qué hay que gritar para hablar, por qué alguien se cree en el derecho de molestar a los demás con una música, por ejemplo, que puede escuchar a solas con unos auriculares. No entiendo que haya quien pueda creer de verdad que el «derecho» a la diversión ha de primar sobre el derecho al descanso y a la privacidad. Y, sí, para escribir también necesito silencio. Y falta de movimiento a mi alrededor.

¿Es disciplinada para escribir o espera a que llegue la inspiración? ¿Dónde escribe? ¿Cuándo? ¿Tiene manías, horarios o un lugar especial?

No soy disciplinada, pero tampoco espero a que me llegue ninguna inspiración. Escribo cuando puedo, donde puedo y todo lo que puedo. Es posible que pase una semana sin sentarme a escribir, con la historia en la cabeza, como una obsesión, tomando notas en papeles que reúno con una grapa o en libretitas, y luego, en dos días, escribir sin cesar, casi sin parar para comer, sin dejar que nadie me hable, con el teléfono apagado.

¿Corrige mucho? ¿Es muy perfeccionista?

Corrijo constantemente. A todas horas. Cada cosa que escribo. A veces es paralizante. Es un perfeccionismo poco práctico.

¿Ordenador o a mano?

Tomo notas a mano, en cualquier lugar, en la calle, el metro, de viaje… Pero la escritura ordenada y habitual es en el portátil.

¿Qué sería de su vida si no pudiera escribir?

No quiero plantearme una opción así. Cuando alguien va a responder una pregunta, cualquier pregunta, ha de imaginar, casi vivir, la respuesta. Ahora mismo no puedo ni quiero intentar vivir esa situación.

¿Recuerda cuando fue la primera vez que se sintió escritora?

Estaba en casa de mis padres. Era verano. Yo tendría unos doce años y conseguí que me dejaran sola por la noche mientras ellos iban al cine. Yo quería «terminar» una historia que estaba escribiendo y recuerdo que me senté a mi mesa, con un montón de hojas ya escritas delante de mí, sabiendo que estaba sola, que tenía unas cuantas horas por delante para seguir estándolo, que nadie me iba a molestar y que era libre para escribir tanto como quisiera. Esa sensación de libertad, de tiempo disponible y de control es impagable e incomparable. Lo recuerdo perfectamente. Cuando a los 18 años gané un premio literario en RNE pensé «ya está». Naturalmente, no era así, no estaba, pero aquella inocencia y aquella confianza eran magníficas.

¿A quién le deja leer sus manuscritos antes de ser editados?

A Enrique Redel, siempre.

¿Cuáles son sus afinidades literarias?

Los escritores de literatura inteligente que me tratan como a una lectora inteligente. Me gustan los personajes que piensan y que comunican lo que piensan, que se mueven por paisajes acordes con sus pensamientos y motivaciones. Y que dudan y llegan a distintas situaciones en función de esas dudas. No hablo necesariamente de novelas de ideas o filosóficas, pero no necesito que en cada página haya tres sustos, dos descubrimientos y tres embarques en aeropuertos internacionales. Tengo la suerte de poder estar publicando la obra de autoras como Iris Murdoch, Elizabeth Bowen o Penelope Fitzgerald en Impedimenta, y eso es un lujo completo. Me identifico con sus pretensiones literarias, su concepción del mundo, su manera de concebir la escritura.

¿Hay algún estereotipo de escritor en el que odiaría caer?

El escritor engolado que habla para que no le entienda nadie. A veces se cree que lo ininteligible es más profundo. Una idea absurda.

¿Cómo se clasificaría como escritora?

Idealista. Y sigo buscando. Intento bucear en el desequilibrio que nos impone la realidad.

¿Por qué leer?

Para disfrutar de una manera plena, absoluta y multiplicada de todo lo que puede ofrecernos la vida y la belleza de la vida.

¿Leer es vivir?

Claro. Aunque también conviene comer y dormir de vez en cuando.

¿Qué tipo de lectora es?

Depende del libro. Si se trata de un libro que me interesa mucho, soy una lectora pesada, repetitiva, obsesiva. Leo las frases una y otra vez, las subrayo, analizo la forma. No termino nunca el libro porque las últimas páginas me atrapan durante días… En cambio, si el libro no me interesa soy una lectora veloz. Puedo leerlo en dos días y alternarlo con otro. De todas maneras, se trate del libro del que se trate, tiendo a analizar su estructura y su forma. La calidad de la traducción, la maqueta, la corrección ortotipográfica. Y los trucos a la hora de crear los personajes, de plantear las situaciones argumentales. Tras leer esto puede parecer que no disfruto de las historias, pero no es así. Se puede disfrutar de todo a la vez.

La mayoría de sus personajes leen, ¿por qué este interés en meterlos en problemas?

¿Cómo no van a leer? Si no leyeran se volverían locos. Es su manera de huir del miedo que les atenaza y paraliza. Es la única forma de salvarles del ahogo. No pueden hacer otra cosa. En el fondo, es algo que nos pasa a todos los que leemos. Existe el placer de la lectura, claro está, pero es indudable que leemos para perdernos en otros lugares y otras vidas y sentir más a través de los personajes. Para todo ello se necesita empatía. No concibo un lector sin empatía.

¿Cuáles son las claves de un buen lector?

La confianza, el deseo de dejarse seducir y engañar, cierta capacidad crítica y una buena disposición a proponer además de escuchar.

¿Cuántas horas diarias dedica a la lectura?

Leo por placer y leo para la editorial porque forma parte de mi trabajo, así que digamos que paso gran parte del día leyendo.

¿Qué ha aprendido de sí misma leyendo que no hubiera podido aprender sola?

Que soy bastante más hedonista de lo que creía.

¿Cuál es su sitio preferido para leer?

Cualquier sitio en el que no me molesten. Leo en la calle, en la editorial, en el metro…

¿Quién le enseñó a leer?

Mi madre. Y pronto empecé a leer todos los libros que tenía en casa.

¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?

Cuando era muy pequeña leía los relatos de una colección llamada «Cuentos reunidos» que tenía 12 fascículos y que, además de los cuentos de toda la vida, incluía relatos atípicos y desconocidos que pertenecían a la tradición rusa, a la tradición nórdica… Luego pasé a Los Cinco, Los Hollister… Y pronto vinieron unos libros de Bruguera que regalaban con los tebeos, y así leí Primer amor y Humo, de Turgueniev, en unas vacaciones. Me hizo llorar de pura emoción.

¿En qué libros le gustaría vivir?

En los libros superintelectuales de Iris Murdoch. En sus casas inglesas. En sus bibliotecas. En sus cabañas junto al mar. En sus comunidades rurales.

¿Cuáles son sus autores preferidos?

Ahora mismo Iris Murdoch, Penelope Fitzgerald, A.S. Byatt.

¿Qué título reciente le ha dejado sin aliento?

La biografía de Penelope Fitzgerald, escrita por Hermione Lee. Del pasado, recuerdo El mar, el mar, de Iris Murdoch; Orlando, de Virginia Woolf, o Franny y Zooey de J.D. Salinger.

¿Un libro que relea con frecuencia?

Walden, de Thoreau.

¿Hay algo mejor que hacer que leer?

Me gusta andar. Pasaría días enteros andando solo por andar, sin necesidad de llegar a ningún sitio. Pero no creo que sea mejor que leer.

La lectura, ¿va a menos?

No. Los que leemos cada vez leemos más.

¿Qué es el libro para usted?

Un compañero perfecto. Habla, escucha, aconseja, ayuda, anima, relaja, se deja trasladar y nos traslada, paciente y siempre disponible.

Como trabajadora del sector editorial, ¿qué piensa de la invasión masiva de publicaciones? ¿Los muchos libros matarán al libro?

No creo que nunca haya “muchos” libros. Nunca son suficientes. El editor ha de hacer bien su trabajo y seleccionar sus publicaciones con prudencia y responsabilidad, y el lector sabrá agradecer ese esfuerzo. Valoro inmensamente la variedad de títulos en las librerías entre los que poder elegir. No hay mayor desolación que entrar en una librería y que tenga poca oferta.

¿Cuál es el futuro del libro en papel?

Yo le auguro una larguísima existencia al libro en papel. Es un invento perfecto. Es transportable, subrayable, transmisible, duradero, disfrutable en cualquier momento… El libro electrónico necesita recargarse, se lee mal según cómo le dé la luz, tiene fecha de caducidad porque siempre irán surgiendo aparatos nuevos que tienten a los compradores que deseen tener el último modelo de todo. Y no es sostenible. Con los precios del libro electrónico (ahora me refiero a los contenidos, no al lector) no se puede mantener todo el proceso que lleva a la producción de un texto. No se puede pagar a un traductor, un corrector de estilo, un corrector ortotipográfico, un maquetador y, además, los derechos que le corresponden al autor original de la obra. O la base del negocio cambia o, tal y como están las cosas, no es sostenible. De momento, estamos mirando a otro lado, como a la espera, a ver qué pasa y a ver por dónde van las cosas, pero si siguen cerrando las librerías y si disminuye el número de lectores del libro en papel, desaparecerá lo que entendemos a día de hoy por control de la calidad literaria.

¿Cuál es su relación ahora con los libros?

De profunda amistad. Son los compañeros más fieles. Los necesito para nutrirme, para respirar, para moverme, para avanzar. Admito una dependencia absoluta de los libros. Nunca salgo de viaje sin unos cuantos, nunca salgo de casa sin uno, vaya adonde vaya. Me siento ridícula sin un libro en las manos.

¿Cómo los cuida?

Aunque no lo parezca, el libro es un objeto resistente. No es necesario cuidarlo mucho.

¿Los presta?

No. Prefiero regalarlos. Regalo muchos libros.

¿Hay algún olor que relacione con los libros?

El del papel y la tinta. Sé que es una respuesta evidente, pero es la única que puedo dar.

¿Cuántos libros suele comprar en un año?

Entre 40 y 50. Además, me regalan muchos. De otras editoriales, de amigos escritores.

¿Dónde los suele comprar?

En librerías. Siempre.

¿Cuál es su librería de cabecera?

La librería Rafael Alberti, de Madrid. Pero siempre que viajo y visito las librerías de la ciudad, compro.

Las librerías de viejo son para usted…

Una fuente inagotable de tesoros. Muchos de mis libros más queridos de Iris Murdoch son de librerías de viejo.

¿Cuándo fue la última vez que pensó que se había gastado demasiado dinero en un libro?

No recuerdo haber pensado eso nunca.

¿Alguna manía u obsesión con los libros?

Cada vez menos. Me gustan más en rústica que en tapa dura. No quiero que me los presten igual que yo no quiero prestarlos. Si me recomiendan un libro, lo compro, no lo pido prestado.

¿Alguna mitomanía?

Creo que Internet, con tanta información, ha hecho que se rebaje en gran medida mi afán inicial de atesorar imágenes e información. Ahora es muy sencillo encontrar fotografías y datos con los que soñaba hace unos años, por lo que la magia se pierde: todo está disponible en un segundo. En cualquier caso, hace nada, en Oxford, quise ver la casa en que vivió Iris Murdoch. Y hace unos años, visité la tumba de Marguerite Duras y le dejé unas flores.

¿Posee ex libris?

No.

¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?

Anoto mis libros, subrayo párrafos, los marco con flechas que indican partes interesantes y en la última página escribo lo que me ha parecido el texto, la experiencia lectora.

¿Qué opina de ese fenómeno comercial que es la Feria del Libro?

Me gusta. Es una ocasión perfecta para volver a ver a quienes no hemos visto en mucho tiempo, y el ambiente suele ser amable y distendido. No es que esté todo el año pensando en la Feria, pero cuando llega, la disfruto.

¿Tiene libro electrónico?

Tenemos en la editorial. Un Kindle. Yo no lo uso demasiado.

¿Qué opinión tiene sobre el libro electrónico?

No me interesa como soporte. No disfruto de la lectura cuando lo utilizo, pero no juzgo a los que lo usan.

¿Cómo luchar contra la copia ilegal de libros electrónicos?

Concienciando a los lectores de que si los libros tienen un precio es porque hay mucho trabajo detrás que ha de ser remunerado. Detrás de un libro hay, como mínimo, un autor, un traductor, un editor, un maquetador y un corrector. Su actividad es muy exigente y, sin ellos, el texto no existiría. El libro tiene unos costes del mismo modo que los tienen el pan o la electricidad o cualquier otro bien, y si no robamos en los supermercados ni nos colamos en el cine, no veo qué motivo podemos aducir para piratear un libro.

Su biblioteca es…

Ordenada.

¿Hay muchos libros en su biblioteca?

Había más cuando vivía en casa de mis padres. Allí tenía la impresión de que todo cabía, todo era aceptable. Quería guardarlo todo, conservarlo todo. Pero cuando empecé a vivir en pisos más pequeños, expuesta a mudanzas y a cambios de estanterías que tienen que amoldarse a los espacios de las habitaciones, empecé a conservar menos. Supongo que si alguna vez tengo un piso propio, las cantidades seguirán incrementándose.

¿Cuál es el número idóneo de libros para su biblioteca?

No creo que haya un número idóneo. Yo me guío por un sentimiento de afinidad, de complicidad. Un libro es también un estado de ánimo y a mí me gusta tener amistad con mis libros.

¿Qué género predomina?

La novela y el ensayo.

¿Cómo la clasifica?

Por editoriales. Todos los de Anagrama juntos, todos los de Contexto, los de Tusquets, Lumen… Y, entre ellos, por autores.

¿Cómo debe formarse una biblioteca?

Una biblioteca se va completando a lo largo de una vida con lo que se va comprando por puro impulso, en viajes, con regalos… Así, como en los anillos de un árbol, se van viendo las distintas aspiraciones según la edad y el momento: las novelas francesas que se compraron en la universidad, las colecciones de los rusos, las obras inglesas de toda la vida, los poemas…

¿Alguna peculiaridad?

Tengo más libros escritos por mujeres que por hombres. Pero no sé si eso es una peculiaridad.

¿Cómo describiría su biblioteca ideal?

Una habitación exclusivamente dedicada a los libros. Con estanterías hasta el techo y una escalera móvil que las recorriera. Una mesa en el centro, de madera, grande, y varias sillas alrededor aunque allí no se sentara nadie más que yo. Silencio absoluto y unas ventanas que dieran a un jardín al que poder salir de vez en cuando y pasear.

¿Hace expurgo en su biblioteca? Si es así, ¿qué hace con los ejemplares que no le interesan?

Cada vez que me mudo de piso. Es un momento horrible porque el caos lo invade todo, el tiempo escasea y de repente aparecen papeles y libros que casi se habían olvidado y que provocan demasiadas emociones y demasiados recuerdos. Pero también es el momento idóneo porque la selección se plantea casi como algo necesario para respirar. En mi casa se juntan mis libros y los de Enrique, y es muy frecuente que tengamos el mismo título dos veces, hasta tres. Lo que suelo hacer es regalarlos.

¿Dónde ha conseguido los libros más curiosos?

No sé si tengo libros curiosos.

¿Cuál es el libro más raro de su colección?

Los libros de mi abuelo materno.

¿Y el más caro?

No creo que ninguno de mis libros sea especialmente caro.

¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula otro tipo de objetos?

Cada vez menos. Si acaso piedras, arena, plantas, alguna postal.

¿Qué biblioteca ha visitado y le ha fascinado?

Me sentí fascinada cuando entré por primera vez en el despacho de la editora de Alianza. Allí estaba mi biblioteca ideal en su forma más perfecta.

¿Qué biblioteca le gustaría visitar?

El fondo histórico de Penguin.

Pilar Adón (Madrid, 1971) ha publicado los libros de relatos El mes más cruel (Impedimenta, 2010), por el que fue nombrada Nuevo Talento Fnac, y Viajes Inocentes (Páginas de Espuma, 2005), por el que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa, así como las novelas El hombre de espaldas (Ópera Prima, 1999) y Las hijas de Sara (Alianza, 2003), considerada una de las diez mejores obras de ese año. Ha sido incluida en diversos volúmenes de relato, entre los que destacan Cuento español actual (1992-2012), Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español, En breve. Cuentos de escritoras españolas, Pequeñas Resistencias 5. Antología del nuevo cuento español y Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual. Ha publicado los poemarios Mente animal (La Bella Varsovia, 2014) y La hija del cazador (La Bella Varsovia, 2011), y forma parte de distintas antologías poéticas como Cien mil millones de poemas y Los jueves poéticos. Ha publicado relatos y poesía en diversas revistas y suplementos: Babelia, ABCD, Eñe, Turia… Ha traducido obras de Henry James, Christina Rossetti, Edith Wharton y Penelope Fitzgerald, entre otros. Página web.