Lola Larumbe, librera. (c) Daniel HerediaLola Larumbe, librera. (c) Daniel Heredia

La librería Rafael Alberti de Madrid abrió sus puertas en el otoño de 1975, coincidiendo con un momento histórico de cambio y entrada de libertades. Cuatro años después, a finales del 79, Lola Larumbe asumió la gestión de este espacio cultural que no es como los demás pues no pastorean a sus clientes hacia las novedades sino hacia los buenos libros. Esta mujer minuciosa y de voz armoniosa y seductora comparte con los lectores de ¡A los libros! algunas reflexiones sobre su vida profesional en esta entrevista donde habla con claridad. Algo que se aprecia en este tiempo de respuestas rápidas e irreflexivas. Bienvenidos al número 57 de la calle Tutor. Bienvenidos a la Alberti.

¿Quién es Lola Larumbe?

Una mujer a una librería pegada.

¿Cómo empezó todo?

Todo empezó con ingenuidad, sin saber nada de librerías, casi nada de libros. Como un juego, pero enseguida el juego se transformó en responsabilidad. Y la responsabilidad y el trabajo han dado como resultado una pasión que estaba ahí, pero oculta.

¿Sigue pensando que cuando abre la puerta de su librería por las mañanas es un milagro?

Sí, esto no se me ha pasado. No he conseguido tener ningún día, en tantos años, la sensación de que todo estaba hecho. Cada día pienso que me tengo que ganar el afecto y la confianza de los lectores.

¿Cómo es uno de sus días laborales?

Procuro llegar pronto a la librería, al menos una hora antes de abrir al público, porque cuando no hay nadie, la librería es otra. Reviso las mesas y los libros, a solas, me gusta el silencio y el olor de los libros. A partir de las diez ya comienza a sonar el teléfono y los correos electrónicos y las voces y los paquetes y las novedades y las facturas y las devoluciones, y de repente ves que son las siete de la tarde, que ha oscurecido y que el día se ha pasado no sabes en qué.

¿Cuál es la filosofía de la librería Rafael Alberti?

Una librería es una idea en el tiempo, dice el gran librero Carlos Pascual. Pues la Alberti es eso, una idea de permanencia en el tiempo que nos ha tocado vivir. Miramos la realidad con las gafas que nos proporciona la librería, los libros y la lectura. Me gusta tener siempre la puerta abierta en la librería, haga frío o calor. Es posiblemente la metáfora de lo que es la Alberti: estar abiertos a que pasen cosas, a que nos pasen cosas dentro de la librería, pero también tener capacidad para salir.

Su librería fue una de las primeras donde se organizan encuentros y actividades literarias de manera habitual, algo muy común ahora.

Surgió de una manera natural. Los lectores se encontraban con autores de una manera espontánea en la librería, así que por qué no darle forma a esto, entonces nacieron los Encuentros en Alberti, una iniciativa modesta pero entusiasta. Escribíamos cartas (de papel y con sello) a los poetas y escritores contando la idea y todos nos decían que sí, que encantados. El primero de estos Encuentros fue con Bernardo Atxaga, en enero de 2002; luego vendría Joan Margarit, José Luis Sampedro, Jose Antonio Muñoz Rojas, Ángel González y muchos más. Queríamos escuchar las voces de los poetas y compartirlo con los lectores. El lugar especial que es la Alberti se merecía otorgarle un rango mayor.

¿Ha cambiado mucho la profesión desde que empezó a trabajar como librera en noviembre de 1979?

Ahora trabajamos mucho más. En el 79 se sacaban los libros de las cajas, se ponían en las mesas y a esperar a que se vendieran. Hoy es mucho más complejo. Para ser librero tienes que tener muchas habilidades, ser casi un experto informático, gestor, activista cultural, escaparatista, webmaster, comunicador, contable… lo único que no ha cambiado es que hay que leer mucho.

¿Recuerda cuando fue la primera vez que se sintió librera?

Creo que he empezado a sentirlo hace no mucho tiempo, más porque los demás te lo dicen que porque verdaderamente me sienta algo. Me gustó mucho leer las memorias de Frances Steloff, En compañía de genios. Memorias de una librera de Nueva York. Pensé que si había algún modelo posible, ese podía ser uno, hace ya muchos años, pero seguía siendo válido, vivir la librería como una casa en la que uno se puede refugiar.

¿Qué aprende el librero de los lectores?

En mi caso, casi todo. Los lectores de la Alberti son muy buenos, saben mucho, no dan puntada sin hilo y cuando preguntan algo siempre saben más que tú sobre lo que están preguntando.

¿Es la librería el eslabón más débil de la cadena del libro?

Los eslabones de esta cadena son todos débiles. Pero creo que el papel de las librerías en la sociedad española no es reconocido por la sociedad ni por las políticas culturales que ha habido a lo largo de estos últimos cuarenta años. Creo que esto nos habría dado un poco más de confianza. No sé si habría impedido el cierre de tantas librerías, pero al menos el oficio de librero tendría una consideración distinta.

¿La librería sigue siendo un instrumento imprescindible en el circuito editor-lector o es inevitable rendirse al dominio de las grandes superficies?

Creo que son circuitos distintos para públicos distintos. Y no hay que rendirse ante nada. El comprador de libros en librerías tiene inquietudes distintas que solamente se lo satisface una buena librería.

¿Qué opina de las librerías tipo Corte Inglés, Fnac o Casa del Libro?

Hace unos veinte años era el modelo imperante. Las librerías o nos convertíamos en «libródromos» o desapareceríamos. La amenaza venía de ahí.

La venta de libros ha bajado considerablemente en los últimos meses. ¿Saldremos de esta?

Las ventas han bajado mucho de 2012 para acá, pero en este año nosotros notamos una cierta reactivación, que ha coincidido con el cuadragésimo aniversario de la librería. Las ventas están subiendo un poco, por lo que podemos estar hablando de algo que es muy incipiente. Pero creo que la gente ha dejado de hablar de crisis.

¿Matará el libro electrónico a la librería clásica?

A las buenas librerías no las va a matar. El problema de la muerte de las librerías es la muerte del librero. Ese es el único problema. El libro electrónico existe, es una realidad, y llevamos conviviendo con él unos tres años en serio y las librerías siguen ahí y la gente sigue comprando libros en papel. El lector electrónico no es la panacea y la lectura electrónica no es lo que nos habían prometido pues tiene sus dificultades y deficiencias. Los libros en papel también las tienen, eh, porque pesan, cogen polvo, ocupan mucho sitio… Ambos formatos conviven y convivirán durante mucho tiempo.

¿Y resistirán a la piratería?

La piratería es un mal moral. Piratear con la sensación de impunidad que se tiene en España es una deficiencia de la sociedad porque está bien visto. Como estaba bien visto hace treinta o cuarenta años robar libros. Parecía que antes el ladrón de libros era excusable. Con los libros electrónicos pasa lo mismo. Parece que hemos trasladado la misma mentalidad al mundo digital. Y da igual piratear una película o un disco, porque como es Cultura… Las librerías llevamos conviviendo con este problema desde hace mucho tiempo. Una librería como la nuestra confía en la parte de la sociedad que está con ella. Nuestra razón de ser son los buenos lectores y la gente a la que le importa este espacio. Así que mientras los tengamos cerca, seguiremos existiendo.

Numerosas novelas recientes se centran últimamente en estos templos laicos. ¿Están de moda las librerías?

Es verdad, hay muchas, quizás porque es un tema romántico. A los ojos de la gente que nos mira, las librerías tenemos un aura romántica que aunque existe luego no lo es tanto. A quien piensa así, le recomiendo que se pase una mañana aquí, ya verá lo que trabajamos, lo que corremos… Hay que estar muy encima para que esto funcione.

¿Es el de librero el oficio más hermoso del mundo?

Es un oficio hermoso si tú lo haces hermoso. Nada más.

Una razón para comprar en su librería.

Está mal que yo lo diga, pero la Alberti es una librería preciosa y quedan pocos sitios bonitos y con solera en Madrid. Es por supuesto muy buena librería y la gente que trabajamos aquí somos todos libreros, no son despachadores de libros. Nos encanta lo que hacemos y le ponemos mucha ilusión. Y procuramos tener una buena selección de libros.

¿Cuál es el mayor best seller vendido en su librería?

Hay libros de largo recorrido en nuestra librería como La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, por la vinculación que tuvo José Luis con la librería y con nosotros. También Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez o las poesías completas de Antonio Machado. Sus ventas son constantes y continuas. Luego están los libros de picos fuertes y puntuales de ventas, como por ejemplo El último encuentro, de Sándor Marai, o Suite francesa, de Irène Némirovsky.

¿Habrá vivido muchas anécdotas en estos treinta y cinco años al frente de su librería?

Sobre todo recuerdo a las personas y sobre todo a la gente que ya no está, especialmente por el vacío que te dejan. Recuerdo con mucho placer a José Luis Sampedro cuando venía por aquí. A Tierno Galván, que vivía cerca, en la calle Ferraz. Y recuerdo el trato directo de los políticos de los ochenta, que venían a la librería en su propio coche. Quizás ahora ese espíritu se pueda recuperar. Quién sabe.

¿Suele decepcionar conocer a un autor admirado?

En general no. Hay alguno que decepciona, no lo voy a negar, pero la gran mayoría no. Los autores suelen responder a su obra.

¿Los demasiados libros acabarán con el libro?

Los demasiados libros pueden acabar con el librero (risas). En España se publica mucho, e incluso en los años de crisis no ha bajado el número de libros publicados en ningún ejercicio porque se ha mantenido o incluso ha crecido. Los demasiados libros agobian al librero y agobian al buen lector, porque el buen lector tiene un tope mensual de consumo y no puede leer todos los libros buenos que salen. Y se publican muchos buenos, eh. Sería recomendable una cierta paz en muchos editores a la hora de publicar. Lo que pasa es que no hay consenso en este tema y si algún editor limita su número de publicaciones habrá otro que ocupe ese espacio en las mesas de novedades y en los escaparates. Existe una cierta avaricia por llenar espacios en las librerías. Esta carrera quizás tenía sentido en los años de la burbuja editorial, que también la hubo, pero ahora no lo tiene.

¿A qué le tiene miedo?

Pues a no encontrar un libro (carcajadas), a que se me pierdan. Sueño a veces con este problema. Eso de que nos pidan un libro, miremos en el ordenador y veamos que tenemos cinco ejemplares y solamente aparezcan tres es algo que me produce pesadillas. No sé si serán los ladrones o seremos nosotros, porque son muchas las personas que entran a conversar contigo mientras el trabajo y los papeles se amontonan. El trabajo en una librería es muy disperso y plural.

¿Entran muchos ladrones de libros en la Alberti?

No, aunque algunos ladrones profesionales sí aparecen de vez en cuando.

¿Por qué leer?

Leemos para olvidarnos de nosotros mismos, creo, y eso es lo más importante. Porque si estuviéramos todo el día pegados a nosotros mismos sería horrible.

¿Leer es vivir?

Leer es una forma de vivir. Hay muchas otras, no es la única. No es algo extraordinario ni fundamental. Es simplemente una forma de vida que algunos tenemos por suerte. Es una elección y nunca sabes bien por qué elegimos esta forma de vivir. Muchas veces no hay motivos. Encontrarse con un libro especial y saberlo disfrutar es una felicidad.

Para leer no puede faltarle…

Yo leo en casi todos los sitios, no soy maniática en este sentido. Aunque, eso sí, necesito tener bastantes libros a mi alrededor. No me gusta tener solamente un libro. Pienso que a lo mejor ese libro no me gusta y quizás tenga que cortar la lectura, por lo que debo tener detrás tres, cuatro o cinco a la espera.

¿Qué ha aprendido de sí misma leyendo que no hubiera podido aprender sola?

Cada vez que leo algo que me gusta, porque luego están las lecturas que no te gustan, pienso que la imaginación y la creatividad humana son una pasada y una gloria. Y esta idea me estimula mucho. Pienso que yo también podría hacerlo si quisiera. Esto me hace ser mejor.

¿Cómo se debe leer: en voz baja, en voz alta o sin voz?

De todas las maneras. Cuando hay un párrafo que me atrapa o una idea que me interesa, lo leo en voz alta para ver cómo está construido. Para querer entenderlo más.

¿Qué tipo de lectora es?

Soy una lectora muy desordenada, muy errática y muy impulsiva. Trabajar en una librería me hace estar constantemente recibiendo buenos impulsos. Recibo también muchas recomendaciones de amigos, de clientes, de editores, de distribuidores, que me recomiendan constantemente libros estupendos. Esto me provoca ansiedad. Sí, soy una lectora ansiosa.

¿Qué libros está leyendo?

Siempre leo varios a la vez. Pero ahora mismo tengo entre manos Los papeles de Puttermesser, de Cynthia Ozick, publicado en Mardulce, que es espléndido y maravilloso. Ozick es una de esas escritoras americanas sabias, con un gran sentido del humor. Cada línea de esta mujer destila inteligencia.

¿Quién le enseñó a leer?

Aprendí a leer en un colegio público en una cartilla que estaba llena de zanahorias con patas. Me encantaban estas zanahorias que caminaban. Y me acuerdo sobre todo de la e de elefante, que fue lo que hizo seguir leyendo.

¿Qué libros le han emocionado en su vida?

Seguramente son los primeros que uno lee cuando empieza. Recuerdo que me emocionó una barbaridad leer con diez años Pippi Calzaslargas, de Astrid Lindgren. Ahora que los he vuelto a releer en Blackie Books me han vuelto a enamorar. Son libros maravillosos, fantásticos, completamente ácratas y libertarios. En mi adolescencia me marcó mucho la lectura de Hermann Hesse, que lo leí en un momento de transición. Y en la adultez, El primer hombre, de Albert Camus.

¿Cuáles son sus autores preferidos?

Camus, Pérez Galdós, muchos escritores del XIX, Alice Munro y otras escritoras canadienses contemporáneas como Margaret Atwood o Marian Engel, que me ha atrapado con Oso, publicado en Impedimenta. He leído mucho a escritores centroeuropeos como Joseph Roth o Stefan Zweig. Me gusta también la literatura rusa. De todo un poco. La ciencia también me interesa, que para eso soy bióloga.

¿Cuál fue ese libro que la convirtió en lectora?

Los que leí con diez años. Creo que todo empieza a esa edad. Cuando te has quedado embelesado toda la tarde con un libro, ahí empieza un hormigueo que es muy difícil parar. Ahora a los niños no se les ofrece lecturas especiales en esos importantes años. Es una pena.

¿Cuáles son las claves de un buen lector?

Un buen lector tiene que tener inocencia para empezar, que a nosotros como lectores viejos a veces no la encontramos; una mente abierta y no tener prejuicios, ni con el autor ni con el editor; y tranquilidad, mucho silencio y ganas de que se le vaya el tiempo con la lectura.

¿Existe una decadencia de la lectura, de los lectores?

Hay todavía muy buenos lectores, aunque los buenos lectores siempre han sido pocos. Porque ser lector no es leer cinco libros al año o leer solo durante el verano. Ser lector es leer continuamente, tener un hábito que te acompaña durante toda tu vida, al día, cada día.

¿Cómo se puede fomentar la lectura entre los estudiantes que sólo abren los libros por obligación?

La lectura entre los estudiantes se fomenta con buenos profesores de literatura. Y un buen profesor de literatura es alguien que lee y alguien que ama la literatura. Que la ama tanto que lo que quiere es compartirla con sus alumnos. Mientras haya profesores de literatura que no lean, como sucede en la actualidad, los jóvenes no se aficionarán a leer. Precisamente hoy me ha contado una amiga profesora de literatura que en su departamento algunos compañeros reconocían públicamente sin ningún tipo de pudor que no leían nunca. Y esto pasa en un instituto de un barrio bueno como Argüelles, de gente de clase media. Los chicos que pasen por las manos de estos profesores no se aficionarán en ningún caso a la lectura. O encontrarán los libros por otros caminos.

¿Qué es el libro para usted?

Un compañero. Alguien que siempre está contigo.

¿Qué opina sobre el libro electrónico?

Ahí está. Me parece un desarrollo lógico de la tecnología, que siempre va muy deprisa y que necesita imponer nuevos aparatos para que exista un consumo de cacharros que inunde nuestras vidas. Esto funciona así, es nuestro modelo. Pero leer un libro completo en un ebook me parece tan triste como comerse una hamburguesa de McDonald´s en un recipiente de cartón y sentado en un banco al lado de cacas de perro. Un día lo puedo hacer por circunstancias especiales, pero esto no lo quiero siempre. A mí me gusta sentarme a comer en una mesa con un mantel, disfrutar de la comida y que todo esté limpio a mi alrededor. Y como se disfruta de la lectura es con el libro de papel.

¿Prefiere los libros recién sacados de la imprenta o los volúmenes con cubiertas raídas y páginas apergaminadas por los años y el uso?

No soy mucho de los libros de segunda mano porque no soy mitómana de las primeras ediciones. Valoro a quien tiene esta afición y me parece loable como argumento de vida, pero personalmente no me interesa. Yo soy de libro nuevo. Me gustan como huelen. El aroma de los libros viejos es otro.

¿No visitará entonces las librerías de viejo?

No mucho. Algunas veces compro algún libro de ocasión o en la Cuesta de Moyano porque me gusta el sitio. Poco más. Curiosamente con la edad me está pasando que encuentro en Moyano muchos libros que yo he vendido. Antes no me pasaba, claro. Y me enfada ver que venden libros a veinte o a treinta euros cuando a ellos les ha costado un euro o incluso céntimos porque la editorial los estaban saldando. Me enfada mucho eso.

¿Cuántos libros suele comprar en un año?

Siete u ocho a la semana…

¿Alguna manía u obsesión con los libros?

Me gusta que los libros estén bien editados y que tengan el margen interior amplio. Cuando no me lo encuentro así me molesta mucho. Tampoco me gustan los libros en cartoné, me gustan en rústica. Como los que está haciendo la editorial Círculo de Tiza, tan flexibles. El formato alargado de los libros de Literatura Random House me llama la atención. Me gustan también los libros de bolsillo que tienen buena letra como los que se están haciendo ahora. Me chiflan los de Alianza bolsillo. Y en general los libros que parecen que te caben en una mano o en el bolso. Los libros portables.

¿Cómo los cuida usted?

Los cuido muy poco. En mi casa están más bien apilados, desordenados, hay por todos los sitios, en todos los rincones.

¿Los presta?

Sí, los presto. No tengo ningún inconveniente.

¿Recuerda cuál fue el primer libro que compró?

Me acuerdo perfectísimamente. Fue en Aranjuez, en una papelería muy vieja, porque no existían librerías allí en el año 75. Tenían una estantería con una cristalera que daba a la calle y recuerdo perfectamente que tenían libros de la editorial Losada. Y allí estaba la poesía de Antonio Machado, y aunque yo no tenía muy claro quién era Machado sabía que era un poeta que no se podía leer todavía. No sé cómo llegaría ese libro a una papelería de Aranjuez. Lo compré, por supuesto. Mi primer libro comprado por mí. Todavía lo conservo.

¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgullosa?

Me emociona encontrarme libros con historias dentro, como cuando tienen la entrada de un teatro, una nota en una esquina o un billete de metro que significó algo en su momento. Acabo de hacer obras en casa y remover toda tu biblioteca es un trabajo casi inabarcable. Gracias a este movimiento de libros he descubierto un libro de poemas de Tomás Segovia que me había dedicado. Era su último libro, que leyó en la librería. A los pocos días falleció. Me entristece recordar que me puso en la dedicatoria Nos vemos pronto. Estos son los libros que tienen valor para mí.

¿En qué libro le gustaría vivir?

En Anna Karenina. O en alguno de Tolstói, Guerra y paz quizás.

¿Ha practicado alguna vez el bookcrossing?

Hace poco dejé muchos libros en una plaza para que se los llevasen.

¿Posee ex libris?

Propio no. Pero le hice uno a mi hijo Iñaki cuando nació. Lo dibujé yo.

¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?

Los martirizo muchísimo. Los escribo, los subrayo, anoto números de teléfonos en sus páginas porque no encuentro otro papel donde hacerlo… No soy nada pulcra.

¿Qué opina de ese fenómeno comercial que es la Feria del Libro de Madrid?

Me encanta. La Feria es el motor de la vida madrileña, es la fiesta de Madrid como para los valencianos son las Fallas, para los sevillanos la Semana Santa o para los de Pamplona los San Fermines. Nuestra gran fiesta es la Feria del Libro. Lo que pasa es que aquí los del Ayuntamiento y los de la Comunidad, hasta ahora, no se han dado cuenta de esto. Cada vez arrastra a más gente que viene a pasar el fin de semana porque quiere ver la Feria. Tiene un potencial brutal y genera una gran riqueza. La Feria del Libro de Madrid tendría que ser tan importante como la de Frankfurt, la de Guadalajara o la de Buenos Aires. Y tendrían que venir escritores extranjeros y editores extranjeros, al ser una feria comercial como es. Me parece de una gran miopía que no se hayan dado cuenta de su potencial.

Su biblioteca es…

La única decoración que tengo en casa. Con la última obra que he hecho, he quitado todos los cuadros de las paredes para colocar estanterías. Hay libros hasta en el baño.

¿Hay muchos libros en su casa?

No lo sé. No tengo muchos, entre seis y siete mil libros. Me parecen pocos, pero ahora tengo una casa pequeña. Y están desordenados porque como me paso todo el día colocando libros en la librería, cuando llego a casa no quiero seguir trasegando con libros.

¿Su librería es también su biblioteca?

Sí, sí, claro. Mi madre me preguntaba el motivo por el que tenía tantos libros en casa si ya los tenía en la librería. Me decía que los leyera y que los volviera a llevar a la librería. Ahora que he hecho obras he pensado en que debería haberle hecho caso. En alguna ocasión he pensado qué me pasará si tengo que salir de casa para ingresar en una residencia de ancianos, por ejemplo. Cómo me voy a adaptar a vivir en un sitio en el que no haya libros.

¿Qué género predomina en su biblioteca?

La literatura y la poesía. Los libros de poesía los tengo en mi dormitorio. Desde siempre. Tengo una estantería especial que me hicieron y me gusta tenerlos allí. No se mezclan con los demás.

¿Cómo la clasifica?

No tengo tiempo para clasificarlos ni ordenarlos.

¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos?

Tengo de todo. Como además no me gusta tirar nada… Todo me interesa, desde el catálogo de una editorial hasta marcapáginas. El papel nos dice cosas y por eso tiendo a guardarlo. Hasta que un día te das cuenta de que eso no puede seguir así.

¿Alguna peculiaridad en su biblioteca?

Quizás esté un poco desequilibrado, porque hay muchos libros de un autor concreto, como me pasa con Alice Munro o Albert Camus, y sin embargo no tengo ninguno de otros autores importantes. Y a veces pienso que tendría que ocuparme de rellenar las faltas. Es una biblioteca coja. No serviría como paradigma de nada.

¿Posee libros heredados de su familia?

Sí, sí, tengo mucho afecto a una edición ilustrada de Las mil y una noches, que era de mi madre y que a su vez era de su padre, o sea, de mi abuelo. Tiene que ser una edición de 1925 o 1926, con unas ilustraciones modernistas de odaliscas muy guapas. Yo he crecido con este libro. Yo aún no leía pero recuerdo mirar sus ilustraciones. Tengo también algunos libros de mi padre sobre la Guerra Civil y sobre aviación republicana. Hay muchas memorias de aviadores.

¿Hace expurgo en su biblioteca de vez en cuando?

Algunas veces. La última ha sido cuando he hecho esa obra la que antes hice mención. No tuve más remedio que expurgar obligatoriamente. He regalado muchos libros.

¿Contiene libros en otros idiomas?

Sí, tengo muchos libros en francés porque es la lengua que sé. Aprendí francés de muy pequeña porque mis padres vivieron en Francia y allí pasábamos largos periodos de vacaciones. Con once o doce años, recuerdo que viajábamos con el 124 por todo el país y había unas campañas en las gasolineras que según repostases gasolina acumulabas puntos en una tarjeta con las que te regalaban libros de Gallimard. Recuerdo que a mi hermana y a mí nos hacía mucha ilusión recibir esos libros. Todavía conservo varios de esos libros. Tengo también bastantes ediciones bilingües de poesía.

¿Cómo debe formarse una biblioteca?

Una biblioteca debe formarse a la vez que se forma el lector. Entre otras razones porque la biblioteca es el reflejo del lector. Tenemos un cliente muy interesante que viene con un libro, Los mil y un libros que no deben faltar en tu biblioteca, o algo así, de Planeta, y configura su biblioteca de esta manera. Me parece perfecto.

¿Qué biblioteca ha visitado y le ha fascinado?

Ahora estoy colada por la biblioteca Eugenio Trías que está en el Parque del Retiro. La abrieron el año pasado, me parece, pero su carcasa de cristal y su arquitectura me tienen fascinada. Además, está encima de La Casa de Fieras, que es un lugar al que yo iba de pequeña. Me hace muy feliz pensar que en el sitio donde estaban sufriendo los animales hay ahora una biblioteca. Es un espacio maravilloso.

¿Qué biblioteca le gustaría visitar?

Es horrible lo que voy a decir, pero no conozco la Biblioteca Nacional. Insisto, es terrible (risas), terrible. Conozco por supuesto la sala de exposiciones, pues he ido en varias ocasiones. Conozco también a la directora, a Ana Santos, que es amiga y vecina del barrio, pero nunca he entrado a coger libros. Es una deficiencia gorda por mi parte.

Lola Larumbe (Madrid, 1960) es licenciada en biología y propietaria de la librería Rafael Alberti, de Madrid, que existe desde noviembre de 1975, “unos pocos días antes de la muerte de Franco”. Ella lleva 35 años al frente de este referente de la cultura madrileña. Página web.