Amos Oz, Etgar Keret, Batya Gur, David Grossman y A.B. Yehoshua.Amos Oz, Etgar Keret, Batya Gur, David Grossman y A.B. Yehoshua.

Israel es la región más delicada del planeta. Y, posiblemente, un país desconocido, con una sociedad compleja donde conviven muchas sensibilidades diferentes, lo que provoca enormes tensiones internas y externas. Un país variopinto, como sugiere la periodista Ana Carbajosa en su extraordinario ensayo Las tribus de Israel (RBA Libros, 2011), con más opiniones que habitantes. Y en el que el conflicto con los palestinos mantiene la zona en permanente inestabilidad.

Conocemos, o creemos conocer, muchas cosas del país de la estrella de David, sin embargo su literatura nos resulta bastante ajena. Sólo hemos tenido acceso durante mucho tiempo a los escritores Amos Oz, un icono universal de calidad literaria y eterno candidato al Nobel, David Grossman, Abraham B. Yehoshua y poco más. Hasta el mayor exponente de las letras hebreas modernas, Shmuel Yosef Agnón –el primer Premio Nobel de Literatura concedido a un escritor israelí, en 1966-, nos resulta un auténtico extraño.

Mal leída en general, o leída con desatención y a partir de ciertos prejuicios, la narrativa en hebreo ha tenido en España hasta ahora mala fortuna. Y creo que no ha sido reconocida según su merecimiento principalmente por la escasa apuesta editorial, limitada por lo común a Oz, Grossman y Yehoshua. Sin embargo, en la última década se ha empezado a apostar de manera firme por nombres como los de Batya Gur, Etgar Keret, Aharon Appelfeld o Yoram Kaniuk. O por absolutos desconocidos fuera de sus flexibles fronteras como Shani Boianjiu, Eshkol Nevo o Nir Baram. Estos nuevos nombres pueden dar al gran público más de una grata sorpresa, sobre todo si se los lee con una disposición del gusto no lastrada de convencionalismos.

Como lector fiel de literatura israelí, me gustaría añadir una última reflexión a este apresurado cuadro general. Si, como dice Joyce, la única pregunta que importa acerca de un libro es a qué profundidad en el alma de quien lo escribe se ha originado, estas diez novelas y libros de relatos de literatura israelí contemporánea brotan de lo que probablemente sea la raíz misma de la identidad judía. Aunque uno no debe acercarse a ellos como si fueran textos sagrados esculpidos en piedra, dogmáticos e intocables. Son libros vivos que leen jerosolimitanos, telavivis, madrileños, barceloneses, parisinos, berlineses, neoyorquinos, defeños, bonaerenses o cairotas. Y ahora usted, si se decide tras leer este reportaje.

Estos diez libros –y autores- seleccionados por ¡A los libros! son un elenco entre otros posibles y en ningún caso un repertorio minucioso. La selección no es totalizadora, pero sí suficiente.

Estoy deseando ir a Israel durante el tiempo suficiente para tomarle el pulso, vivirlo y adivinarlo. Como ya hice antes en las páginas de estos diez libros gracias a la magia de la literatura.

El amante

El amante, de Abraham B. Yehoshua, con traducción de Teresa Martínez Sáiz. La primera novela de este jerosolimitano del 36 –que se publicó en 1977 y ahora se reedita en España- trata de la búsqueda de un marido del joven amante de su mujer desaparecido en el frente durante la guerra del Yom Kipur, en la que ya se encuentran algunos de los temas recurrentes a lo largo de su obra: la culpa, el propósito de la vida, los prejuicios, el perdón o la muerte. En esta novela de seis personajes, incluido un árabe, en la que intercambian puntos de vista, basta con el deleite de adentrarse en una historia de excepcional atractivo. (Duomo, 21,50 €)

La gente como nosotros no tiene miedo

La gente como nosotros no tiene miedo, de Shani Boianjiu, con traducción de Eugenia Vázquez Nacarino. Esta primera novela de Shani Boianjiu (Jerusalén, 1987) es un magnífico trabajo traducido a 23 idiomas que sorprende por su madurez narrativa, por la riqueza y precisión de su lenguaje y por su creación de una historia desgarradora que retrata a la perfección el daño causado por la guerra. Esta joven autora con talento para la representación de la realidad muestra de la mano de tres amigas la situación de las fuerzas armadas de su país -un tema de gran actualidad y controversia- con total crudeza, sin enmascarar la realidad ni embellecerla. (Alfaguara, 18,50 €)

El abrazo

El abrazo, de David Grossman e ilustraciones de Michal Rovner, con traducción de Raquel García Lozano. Uno de los libros más singulares de Grossman (Jerusalén, 1954) es este cuento infantil ilustrado por la pintora Rovner, en el que se recoge la historia de Ben, un niño que le lanza a bocajarro a su madre una simple pregunta: «¿De verdad no hay nadie como yo?». Ben empieza a descubrir la singularidad del individuo y, por primera vez, siente un profundo temor a la soledad. Un relato muy recomendable que, dentro de su aparente simplicidad, invita a hacerse algunas necesarias reflexiones a los lectores de todas las edades. (Sexto Piso, 16 €)

Flores de sombra

Flores de sombra, de Aharon Appelfeld, con traducción de Raquel García Lozano. Appelfeld (Zhadova, Ucrania, 1932) sobrevivió a la experiencia de los campos de concentración nazi y esta novela –como casi toda su extensa obra narrativa- profundiza en esa dura niñez y en la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. La literatura sirve, a veces más que el ensayo o el periodismo, para comprender el horror de la guerra. Flores de sombra es un ejemplo nítido de entendimiento, y otra vuelta de tuerca a las miles de historias que tuvieron lugar en los años del holocausto. Afirmar que una novela es necesaria resulta ya casi trivial, aunque en este caso sea cierto. (Galaxia Gutenberg, 18,90 €)

Conocer a una mujer

Conocer a una mujer, de Amos Oz, con traducción de Raquel García Lozano. La voz de la conciencia de Israel escribió esta novela a finales de los ochenta, aunque se publicó en España en 2012. Yoel Raviv, el protagonista, decide dejar su empleo como agente del Mosad después de la trágica muerte de su esposa Ivriya. A partir de entonces empieza a descubrir que no conocía realmente a su mujer. Amos Oz (Jerusalén, 1939) trata de explicar la realidad de los entresijos de las relaciones interpersonales y de uno consigo mismo. Una novela introspectiva fascinante, abierta a una profusa diversificación interpretativa. (Debolsillo, 9,95 €)

Asesinato en el corazon de Jerusalen

Asesinato en el corazón de Jerusalén, de Batya Gur, con traducción de Raquel García Lozano. Esta mujer ya fallecida (1947-2005) pertenece a esa generación de autores de novela negra mediterránea -Montalbán, Márkaris, Camilleri…- que garantiza a los lectores el disfrute total de sus historias, ambientadas todas en Jerusalén. La media docena de novelas policíacas que, a partir de 1988, escribió con Michael Ohayon como protagonista, son un estupendo retrato de este país contradictorio, en la que se enfrentó una y otra vez a submundos particularmente cerrados. Asesinato en el corazón… es mi favorita. (Siruela, 20 €)

1948

1948, de Yoram Kaniuk, con traducción y prólogo de Raquel García Lozano. Yoram Kaniuk (Tel Aviv, 1930-2013) retoma el tema de su participación en la Guerra de la Independencia (para los israelíes) y Nakba/Catástrofe (para los palestinos), esta vez en forma de novela, con la clara conciencia de afrontar cuestiones atemporales que han preocupado a los judíos desde el inicio de la diáspora. Su obra, muy comprometida, ha sido traducida a veinticinco lenguas y ha merecido numerosos galardones dentro y fuera de Israel. Autor de diecisiete novelas y siete recopilaciones de relatos cortos. Léanlo y descúbranlo. (Libros del Asteroide, 18,95 €)

La simetria de los deseos

La simetría de los deseos, de Eshkol Nevo, con traducción de Eulàlia Sariola. Esta novela sobre la amistad y el amor en tiempos de crisis analiza la tremenda complejidad de la sociedad actual en el Tel Aviv de la segunda Intifada como telón de fondo. Eshkol Nevo (Jerusalén, 1971) ha escrito una historia divertida y seria a la vez, que a sus no pocos méritos añade su cualidad absorbente y lo trepidante de su ritmo. Leer a este firme valor de la literatura escrita en hebreo es siempre un acto emocionante, de inusitada diversidad de sensaciones. (Duomo, 19 €)

Las buenas personas

Las buenas personas, de Nir Baram, con traducción de Ana María Bejarano. Uno de los objetivos de Nir Baram (Jerusalén, 1976) es mostrar en esta novela cómo ciudadanos corrientes como sus personajes Thomas y Sacha pueden, indirectamente y sin mancharse literalmente las manos de sangre, ser responsables de enviar a gente a los campos de exterminio al colaborar con la maquinaria criminal de Hitler y Stalin, respectivamente. Las buenas personas es también un ejercicio estilístico de enorme calado, que invita a seguir muy de cerca la trayectoria de su autor. ¡Magnífica! (Alfaguara, 19,50 €)

La chica sobre la nevera

La chica sobre la nevera, Pizzería Kamikaze y otros relatos, de Etgar Keret, con traducción de Ana María Bejarano. Un auténtico prodigio de imaginación desbordante, absolutamente brillante, electrizante, rompedor, la antítesis viva del aburrimiento, un genio según The New York Times, son algunos de los calificativos reservados a Etgar Keret (Tel Aviv, 1967), un escritor de relatos de una ejecución estética impecable aunque también ha escrito novela y dirigido cine. Si Oz, Grossman y Yehoshua son los tres mosqueteros hebreos, Keret es el D’Artagnan de las letras israelíes. El tipo es de veras apasionante. (Debolsillo, 11,95 €)