David Trueba, escritor, guionista y director de cine. (c) Oskar Martinez (cedida por Deia)David Trueba, escritor, guionista y director de cine. (c) Oskar Martinez (cedida por Deia)

Es el Zelig español, pues tiene la capacidad de adaptarse al medio en el que se desenvuelve como el personaje creado por Woody Allen. David Trueba, guionista, director de cine y escritor, es una persona polifacética, de mente inquieta, muy observadora, con gran sentido del humor, cercana y humilde como todos los sabios de verdad. Sus tres novelas son extraordinarias, muy recomendables, especialmente Saber perder, una de las mejores obras de ficción de los últimos años que se me enredó entre las costuras del alma. Siento una particular simpatía –para qué negarlo- por este hombre inclasificable. La entrevista se realizó a través de correo electrónico.

¿Quién es David Trueba?

Un señor que a veces escribe una novela o de tanto en tanto dirige una película. Ah, también escribe artículos por temporadas para la prensa.

¿De qué vive usted?

De mis trabajos anteriormente enunciados.

La literatura requiere soledad, mientras que el cine es un trabajo en equipo, multitudinario. ¿Cómo lleva esta dualidad en su vida?

«Multitudinario» solo si trabajas en grandes producciones, en mi caso más bien un equipo pequeño y compacto de gente que tiene tus mismas inquietudes. Pese a todo me gusta combinar ambas profesiones porque en mi vida me gusta compartir esfuerzos con compañeros, pero también la soledad.

¿Cómo se puede escribir, hacer cine y ser padre a la vez?

Es complicado. Logré hacer Madrid 1987 porque eran tres semanas de rodaje en agosto y esos días los niños estaban con su madre. Cuando surge un rodaje, y al ser la madre actriz puede pasar a menudo, nos organizamos para que estén bien atendidos y cuidados. Tratamos de no coincidir en los calendarios de trabajo, supongo que como cualquiera en la misma situación laboral. No es sencillo, pero con organización y colaboración todo funciona muy bien.

¿Cómo es un día normal en su vida?

Trabajo tras dejar los niños en el colegio y cuando salen a la hora de comer suspendo la vida laboral salvo el rato en que mando el artículo al periódico por la tarde. Luego entrenamientos de sus equipos, deberes, cenas. Nada especial. Leo por la noche y a la una me voy a dormir, que a las siete y cuarto suena el despertador…

¿Su vida es como la imaginó?

No. A mí me gustaba más acostarme entre las 4 y las 5 de la mañana y levantarme hacia las doce y escribir después de comer, entre las seis y las diez de la tarde…

¿Le abruma el éxito?

No, porque mi éxito es muy limitado. No da para abrumarse, sino más bien para pensar en cómo cojones vas a pagar las facturas el mes que viene.

Nueve años entre Cuatro amigos y Saber perder. Cuatro años ya desde Saber perder. ¿Cuánto más habrá que esperar para leer una nueva novela suya?

Creo que dos años más, si todo va bien. Pero no suelo hacer planes por anticipado. Lo que escribes debe reposarse un poco para luego la reescritura pausada. No sé, cada uno tiene sus tiempos.

¿Qué supuso en su trayectoria como escritor el Premio Nacional de la Crítica de 2008?

Fue una pena que no estuviera dotado con dinero. Así que era solo el prestigio de gustarle a los críticos, lo cual no era fácil después de un recibimiento más o menos sospechoso cuando comencé a escribir. Todo el mundo pensaba, un chico del cine que escribe, uff, qué miedo. Y tenían razón, pero mi empeño era revocar esa sospecha. Agradeces mucho los premios, pero no hay que exagerar su importancia.

¿Con qué le gusta perder el tiempo?

Con el sexo. Más bien les hago perder el tiempo a ellas, pero creo que disfrutar de la vida incluye abrir hueco a los placeres. Todos mis pasatiempos forman parte de mi trabajo, leer, escuchar música, ir al cine o pasear. Un escritor se nutre de todo.

¿Le encandila este Barça de Tito Vilanova tanto como el de su buen amigo Pep Guardiola?

No he visto ningún partido entero todavía, pero tiene un estilo maravilloso ejecutado por una generación de jugadores exquisitos. Me gusta el fútbol pero solo cuando llegan los partidos interesantes. Último mes de liga y a partir de cuartos de final de Champions. Lo demás me parece una pérdida de tiempo absoluta. Pero Tito es un hombre inteligente, que sabe un montón de fútbol. Ojalá le vaya muy bien.

¿Qué nos dice sobre la crisis actual del periodismo?

Tiene que ver con el nuevo paradigma económico. La fortuna la hacen Apple, Google y Facebook. Los surtidores de contenido van con la lengua fuera detrás, lamiendo el culo del negocio. Hasta que el consumidor no caiga en la cuenta de quién es importante en la cadena no se resolverá el conflicto. Y todo el mundo ha cometido verdaderos errores. El periódico tiene que ser fuerte empresarialmente, independiente, no tener negocios asociados, y perseguir la información de calidad. Si cumple esas cosas puede sobrevivir.

¿Qué opina de las librerías tipo Corte Inglés, Fnac o Casa del Libro?

Las dos últimas son estupendas. No se dejan vencer por el peso de libros escritos solo para vender en un mes a los clientes despistados; y las novelas históricas, algunas no demasiado exigentes consigo mismas. Personalmente prefiero las pequeñas librerías, negocios donde no percibo más presión comercial que la de algún librero por hacerte notar los libros que considera interesantes y agradables.

¿Cuál fue su último gran viaje?

A Croacia e Italia. Mis novelas se publican allí con éxito y tuve que hacer una pequeña gira promocional.

¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Quiero rodar una película que transcurre en Almería en el año 1966. Es una comedia humana de tres personajes que se acercan al John Lennon que vino a rodar a Almería en 1966. Si consigo la financiación quizá pueda rodar a mitad del año que viene o en 2014, lo que tarde en reunir el dinero suficiente.

Una razón para leerlo, señor Trueba.

Sería feo que yo tratara de presumir de las virtudes de mis libros.

¿Cómo se convirtió en narrador?

Porque mi madre no me quiso llevar al cole cuando tocaba, porque yo era el pequeño de ocho hermanos y le ponía triste quedarse sola. Entonces hablábamos mucho, escuchábamos la radio e íbamos al mercado. Cuando mis hermanos regresaban yo les contaba las cosas que sabía o había visto. Me di cuenta que ser un narrador oral me envileció hasta abocarme a estas profesiones.

¿Qué le motiva a escribir?

Contar lo que veo, escudriñar en lo que siento, tratar de entender lo que nos pasa. Y el enorme placer de que alguien disfrute en algún lado con lo que yo le cuento.

Cuando escribe, ¿qué busca, qué persigue?

Ganarme el pan con honradez y satisfacer un ansia personal que no acierto a describir del todo. ¿Podría vivir sin hacerlo? No lo sé.

¿De dónde surgen sus historias?

Del roce de las cosas que pasan allá fuera con las cosas que van dentro de mí. Experiencias, emociones, vivencias, y un cierto sentido del humor para distanciarte y divertirte con la observación del mundo.

¿Sigue una disciplina/rutina para escribir?

Sí, cuando tomo la decisión de arrancar con la redacción de una novela o un guión trabajo todo los días en jornadas de cuatro horas de duración consecutivas, salvo en fin de semana. La primera hora es para dudar y deprimirte. La segunda, para tomar impulso y nuevos ánimos. La tercera, para escribir con inspiración. La cuarta, para creerte un escritor increíble y abochornarte al día siguiente con lo que has escrito.

¿Utiliza cuadernos para tomar notas o lo hace todo por ordenador?

Escribo a mano y el ordenador lo considero la segunda versión ya corregida. No me gusta estar mucho tiempo delante de una pantalla. De pequeño me gustaba la máquina de escribir, porque era la mezcla perfecta entre el ordenador y escribir a mano. Me gusta el papel. Creo que hay que reciclarlo y reutilizo, pero renunciar al papel me parecería como renunciar a tocar la piel de una mujer. Ahí está el reto, nos quieren empujar al onanismo y la distancia.

¿Piensa en un lector determinado a la hora de escribir?

Sí, en el único que conozco a fondo. Que soy yo. Yo soy el lector y el público en el que pienso. Imagínate si lo valoro y si me siento capaz de engañarlo o estafarlo de verdad.

¿Tiene alguna superstición a la hora de escribir?

Tener un título antes de empezar. Aunque luego lo cambie.

¿Para qué le sirve escribir?

Para pagar las facturas y saciar una necesidad personal. No sé cuál de las dos cosas va antes…

¿Corrige mucho?

Demasiado. Mis primeras versiones podrían ser otra obra diferente. Escribir es reescribir. No sé quién lo dijo, pero tenía razón. Ojo, no es una tarea. Reescribir es muy placentero, todo el mérito está en la línea original, mejorarla es lo que eleva la dedicación y la inspiración a oficio.

¿Cómo se clasificaría como escritor?

Escritor español de final de siglo XX y principios del XXI. Para los profesores del futuro: La segunda generación del 98 o Generación 98 bis o aún mejor Generación 98 rue del Percebe.

¿Recuerda cuando fue la primera vez que se sintió escritor?

A los siete años, cuando alguno de mis hermanos mayores me compró un cuento que había escrito, encuadernado con grapas y con portada calcada de algún lado.

¿A quién le deja leer sus manuscritos antes de ser editados?

A seis amigos. Tres muy cercanos que nunca varían, y tres de la profesión que cambian según los años o el tipo de obra.

¿Cuáles son sus afinidades literarias?

¿Afinidades? Me gusta mucho Nabokov por lo que tiene de invasivo; Flaubert, por lo que tiene de puntilloso; Faulkner, por la naturalidad de sus estructuras; Phillip Roth, por lo que tiene de transparente; Baroja y Balzac, por lo furibundo de su deseo de contar y pensar en voz alta; y Bohumil Hrabal, por la hermosa sencillez.

¿Hay algún estereotipo de escritor en el que odiaría caer?

De los escritores me molesta lo mismo que me molesta de las personas. Que critiquen algo solo cuando ellos no lo cometen.

¿Dónde escribe?

Ah, puedo escribir en cualquier parte. Empecé a escribir en una habitación compartida por varios hermanos. Estoy curado de espanto. Uno botaba el balón de baloncesto y otro escuchaba a AC/DC mientras yo escribía: «ah, si estuvieras a mi lado esta tarde…»

¿Cómo es ese sitio habitual donde ahora escribe?

Cálido.

¿Necesita silencio para escribir o le gusta escuchar música?

No puedo escribir con música. Pero no me molesta el ruido de casa o de la calle, siempre que no sea una tele o una radio.

¿Por qué leer?

La pregunta la hacemos al revés, ¿por qué no leer?

¿Leer es vivir?

No, leer es leer. A ratos puede ayudar a vivir. Y en ocasiones a vivir mejor.

¿Qué tipo de lector es?

Compulsivo selectivo. No suelo leer los grandes éxitos populares del momento, porque pienso que no hace falta que los lea ya, porque si hay algo bueno ya me lo contarán o lo leeré cuando pase la fiebre. Y me gusta saltar entre lecturas de distinto género, ensayo, entrevistas, novelas, teatro, cine, y mezclo lo moderno con lo clásico.

¿Cómo se debe leer: en voz baja, en voz alta o sin voz?

No sé, a veces me han leído. Me gustó el monasterio de Silos donde terminé de escribir mi primera novela. En el comedor de los monjes, donde me invitó el abad a comer, leía un monje mientras comíamos en silencio y fue estupendo. Mucho mejor que comer con la tele puesta.

¿Con qué predisposición se debe comenzar la lectura de un libro?

Depende del libro. Es obvio que el placer y el disfrute son la primera opción, pero hay libros que sabes que requerirán tu esfuerzo mental, la concentración necesaria. Pero si lo logras desentrañar el placer que hay detrás es infinitamente mayor que en algo sencillo. Depende del autor, creo que él mismo en el planteamiento del libro tiene que disponer la actitud del lector.

¿Cuál es su sitio preferido para leer?

En mi casa por la noche. Y me gusta mucho leer en trenes y aviones, pero cada vez es más complicado con la gente hablando por el móvil. A veces leo en parques en días de sol.

¿Quién le enseñó a leer?

Entre mi madre y mis hermanos. Llegué al cole sin preparar y tuvieron que correr a toda máquina.

Decía Juan Carlos Onetti que le gustaría padecer de amnesia para volver a leer como si fuese por primera vez los libros que más le habían emocionado. ¿Qué libros le han emocionado en su vida?

Al revés, me gusta el recuerdo y cómo se va reconstruyendo y corrigiendo en una segunda lectura o tercera. Me han emocionado muchos, que a veces he vuelto a comenzar desde el principio y en algunos cosas me costó entrar: Madame Bovary, El Rojo y el negro, El ruido y la furia, Ulises, Pnin, El quadern gris, La Habana para un infante difunto, Franny y Zooey, Lolita, los Ensayos de Montaigne, Jacques el fatalista, Eugenio Oneguin

¿Qué libros está leyendo?

Los Prejudices de H.L. Mencken y la biografía de Pete Townshend.

¿Con cuál ha llorado o reído últimamente?

No suelo llorar con los libros. Reír sí, he vuelto a leer a Ring Lardner hace muy poco.

¿Quiénes son sus autores favoritos y qué lecturas recomendaría?

Creo que las lecturas son algo personal e intransferible, que tienen una edad y un momento y las recomendaciones las tiene que hacer alguien cercano. Creo que para determinados momentos de la vida son importantes desde Stephen King a Jane Austen, en otros Truman Capote o Fitzgerald, Balzac y Flaubert, Dostoievski o Chejov. Es igual, lo importante es que la gente tenga curiosidad, se informe, busque y que llegado el momento de la lectura no le tenga pánico a la dificultad, cuando se supera un esfuerzo el placer es aún mayor.

¿Qué libro no ha sido capaz de terminar de leer?

Demasiados. Pero te contaré de dos que no fui capaz de terminar en su primera lectura, El Rojo y el negro y Ulises, y que sin embargo cuando los volví a leer y logré terminarlos me produjeron un enorme placer inmarchitable.

¿Cuál fue ese libro que le convirtió en lector?

Yo diría que dos, un libro infantil llamado Tristán encoge, de Florence Parry Heide con ilustraciones de Gorey, y Stalky & Co., de Rudyard Kipling. Luego el cine también me empujó a leer. Es ese cine lleno de palabra y talento que te llevaba de la mano hacia los grandes autores.

¿Cómo se puede fomentar la lectura entre los estudiantes que sólo abren los libros por obligación?

Creo que tiene que ver con la cultura social. Se fomenta la pasividad y el gregarismo. Para leer hay que aprender a pensar por uno mismo y afrontar la soledad como un beneficio y no un perjuicio. Mi experiencia es que un buen profesor logra que sus alumnos lean y amen la lectura en torno a los nueve años. Puede utilizar las prácticas de escritura, la narrativa oral y lecturas estimulantes, pero la causa de su acierto está en su carácter y su pasión. No está de más escuchar lo que dijo H.L. Mencken sobre la educación. Supongo que también influye el entorno familiar, pero creo que lo peor es la valoración social de la idiotez, fomentada desde la televisión donde los héroes y protagonistas de casi todo son gente descarada e impúdica, pero sin inquietudes intelectuales.

¿Existe una decadencia de la lectura, de los lectores?

Supongo que sí, pero yo me encuentro con estupendos lectores, cuidadosos y atentos. Muchas veces surgidos desde las bibliotecas públicas. Hay que seguir actuando como si leer fuera importante, no hay por qué dejarse vencer por los pesimistas y los cínicos.

¿Qué es el libro para usted?

Es una pregunta demasiado amplia. En resumen te diría que un compañero fiel, cercano y enriquecedor.

¿Cuál es su relación ahora con los libros?

Dura, trato de no acumularlos enfermizamente. Y leer sigue siendo mi actividad principal.

¿Quién le educó en el amor a los libros?

Mis padres, que no eran cultos ni apenas leían, pero por carecer de estudios desde el primer día consideraron que era fundamental que mis hermanos y yo accediéramos a la cultura y a la educación superior. Su instinto no falló y persiguieron una vida mejor para sus hijos, no solamente material sino también intelectual. Mi deuda con ellos es inacabable.

¿Prefiere los libros recién sacados de la imprenta o los volúmenes con cubiertas raídas y páginas apergaminadas por los años y el uso?

Me es indiferente, no soy fetichista de lo antiguo, pero detesto un libro mal editado. Aunque lo leo si es la única copia de la que dispongo.

¿Dónde suele compra los libros?

En pequeñas librerías o alguna gran librería que cuide sus secciones y no la tenga repleta de novelas históricas a granel o libros escritos por presentadores de tele sin otra aspiración que vender unos miles de ejemplares en pocas semanas, tertulianos torturantes y locutores de radio convencidos de su popularidad.

¿Visita las librerías de viejo?

A veces, pero por lo general me perturba el carácter de estos libreros y sus clientes habituales. No compito por las primeras ediciones. Jamás fue mi inclinación y las que tengo llegaron a mí de forma natural y nunca me interesó su precio en el mercado. Conozco a José Luis Melero, un bibliófilo de Zaragoza que ha escrito relatos apasionantes con sus hallazgos y anécdotas en librerías de viejo.

¿Cuántos libros suele comprar en un año?

Ni idea, en un cálculo aproximado te diría que cada mes entran en mi casa unos sesenta libros nuevos y trato de que salgan en torno a veinte o veinticinco.

¿Qué hace con esos ejemplares que salen?

Busco a algún amigo o amiga.

¿Recibe novedades editoriales?

No, no suelo recibir demasiadas y si me llega algo lo leo y lo guardo si me interesa o lo pongo a la espera de un momento en que me interese. Si es algo inadecuado para mí, busco también a algún amigo o amiga que le pueda ser interesante.

¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgulloso?

Algunas primeras ediciones de Rafael Azcona dedicadas, supongo. Y un libro que editamos sobre Billy Wilder que me firmó el día en que le conocí.

¿Alguna manía u obsesión con los libros?

Que estén limpios y por lo general que los haya comprado yo mismo.

¿Posee ex libris?

No, lo dejé a los 15 o 16 años. Hasta entonces en una familia de tantos hermanos, teníamos un acusado sentido de la propiedad y cada uno marcaba los suyos. Yo envidiaba a mi hermano Carlos, que tenía toda la serie artúrica que publicaba de una manera bien hermosa la editorial Siruela.

¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?

Soy muy irregular. Tengo algunos subrayados, otros anotados en las páginas finales y otros libres de cualquier marca, pese a haberlos machacado. Depende de mi estado de ánimo y de mis razones de lectura. No soy sistemático en nada.

¿Qué opina de ese fenómeno que es la Feria del Libro?

No sé. Si a los libreros les gusta y les sale rentable me parece bien. Para el escritor es algo raro. Prefiero el Sant Jordi de Barcelona, es una fiesta hermosa, concentrada en un día y bastante intensa. Pero visito la feria cada año en Madrid unos tres o cuatro días y siempre me resulta agradable y compro cosas. De joven era un acontecimiento para mí, ahora me temo que ya no lo sea para un chico de 14 años.

¿Ha practicado en alguna ocasión el bookcrossing?

Sí, a mi manera. He dejado un montón de libros en hoteles, casas rurales, aeropuertos y bares y cafés.

¿Tiene libro electrónico?

No, no tengo, aunque me informo habitualmente de lo que hay en el mercado y hasta lo pruebo. Pero no me convence. Si estuviera estudiando una tesis o trabajando en una agencia donde tengo que leer miles de títulos entonces sí lo tendría, pero me gusta elegir lo que leo y disfrutarlo en papel.

¿Qué opina sobre el libro electrónico?

No me interesa demasiado, me parece feo y más práctico que hermoso. Pero en el futuro mejorará y quizá logren seducirme.

¿Cómo luchar contra la copia ilegal de libros electrónicos?

Igual que con la música es una batalla perdida si no se recupera el respeto básico inicial por el trabajo del otro. Las leyes no sirven frente a la moral privada. Lo que me preocupa es que se exporte el modelo televisivo, donde una plataforma ofrece el contenido «gratis» y se lucra con la publicidad asociada. Se generan grandes grupos multimillonarios, pero el contenido se degrada y pierde personalidad.

¿El libro en papel será en el futuro un objeto de lujo?

Ya es un objeto de lujo, siempre lo ha sido. Porque el lujo no es solo una cuestión de precio, sino de valor y un libro maravillosamente editado, que contenga algo de talento dentro, es bastante más valioso que otras cosas que consideramos lujosas. No creo que el papel desaparezca. Hoy por hoy, los prototipos de lectura electrónica son feos, cutres, primarios y uniformes. Tendrán que mejorar mucho para ser una amenaza real.

¿Cuántos volúmenes contiene su biblioteca?

Ni idea. No sé cómo se cuentan libros.

¿Cuál es el número idóneo de libros para su biblioteca?

Para mí el ideal serían mil. Y todos leídos y con la idea de ser releídos en el futuro.

¿Qué género predomina?

La novela y el ensayo, con cierta presencia del género biográfico y la poesía.

Pío Baroja decía que no conocía a un escritor que tuviera la biblioteca ordenada y al que le fueran mal las cosas. ¿La tiene ordenada?

Sí.

¿Cómo la clasifica?

Novela aparte y ensayo dividido en periodístico y literario. Poesía, cine y teatro, cada cosa por su lado. También viajes e infantil. Todo ello por orden alfabético del autor, salvo cine que va por nombre del director al que se dedica el libro o por temas.

¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos, fotografías u otro tipo de fetiches?

Tengo algunas fotos.

¿Alguna peculiaridad en su biblioteca?

Ninguna, salvo la segunda fila fuera de la vista y ordenada por orden alfabético de autores.

¿Qué libros le faltan en su biblioteca?

Muchísimos, la mayoría de los que leeré en el futuro.

¿Presta libros a sus amigos?

Sí, sin problemas.

¿Hace expurgo en su biblioteca con frecuencia?

Sí, todas la navidades trato de que salgan unos para permitir que los otros gocen.

¿Contiene libros en otros idiomas?

Sí, tengo la fortuna de leer en inglés, francés, catalán, italiano y portugués, así que hay muchos títulos en estos idiomas. De hecho, cada vez más mis libros de juventud traducidos al castellano desaparecen para ser sustituidos por sus originales. Ahora quiero aprender alemán y japonés, pero me falta tiempo. Aunque ya sé decir novelista en japonés: shoosetsuka. Pero es más bonita la palabra nube: kumo.

David Trueba (Madrid, 1969) ha sido guionista de casi una veintena de títulos, alguno de los cuales ha sido nominado a los premios Oscar. Ha dirigido las películas La buena letra, Obra maestra, Soldados de Salamina, La silla de Fernando, Bienvenido a casa y Madrid 1987, así como la serie de televisión Qué fue de Jorge Sanz. Ha publicado tres novelas en Anagrama: Abierto toda la noche (1995), Cuatro amigos (1999) y Saber perder (2008), con la que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica en 2008, y que han sido traducidas a más de quince idiomas. Ha escrito también los ensayos Como quieras, cuando quieras, donde quieras y Diálogos de Salamina. Algunas de sus columnas periodísticas están recogidas en Artículos de ocasión y Tragarse la lengua. El próximo 14 de marzo saldrá publicado en Debate una selección de sus artículos titulada Érase una vez.