Luisgé Martín

La misma ciudad

Anagrama (Barcelona, 2013)

132 páginas / 13,90 €

Brandon Moy reside apaciblemente en Manhattan, donde siempre quiso vivir, tiene una posición financiera desahogada y una mujer y un hijo a los que quiere mucho. Es claramente un hombre de éxito, aparentemente feliz. Un 10 de septiembre de 2001, tras encontrarse con un amigo de la juventud, pasa revista a todos aquellos sueños que compartieron y que él nunca llegó a realizar. Al día siguiente, cuando se dirige a su trabajo en las Torres Gemelas de Nueva York, observa como unos aviones se empotran en ellas. Y hasta aquí puedo contar.

Este es el arranque de La misma ciudad, la nueva obra de Luisgé Martín, una novela corta que no es exactamente un relato de poca extensión, sino una narración marcada por la especial condensación con que se aborda la materia y que permite el reto de la perfección, al tener la intensidad del cuento y exigir, a la vez, un cierto desarrollo de los personajes.

A Moy le sucede algo parecido al protagonista de Recuerda, la película de Alfred Hitchcock, pues sufre un ataque de amnesia que le hace olvidar un antiguo asesinato que ha presenciado. En el filme, gracias a la ayuda de la doctora Piterson rememora por fin la identidad del criminal y lo que ha sucedido en el pasado. En La misma ciudad, el cadáver es él mismo, y el ataque de amnesia, forzado. Si la leen, lo entenderán.

Cuando acabé La misma ciudad –una de mis dos lecturas inolvidables de este verano 2013, la otra ha sido Los demonios de Berlín, de Ignacio del Valle- tuve la sensación de haber leído literatura de la buena, de la de pata negra. Escrita con la pericia de narrador en plena madurez creativa, el lector caerá en el hechizo de lo que la literatura puede, o debe, llegar a ser.

La búsqueda de la identidad y el creciente valor de los deseos más ocultos son los ejes de esta pieza fascinante. Porque esta historia de Martín estimula una necesaria reflexión: ¿Podemos convertirnos en lo que no nos atrevemos a ser en la realidad o no podemos? Lo que nos lleva a otro interesante pensamiento: ¿Cuántas vidas caben en una vida? No se trata tanto de una novela sobre la crisis de los cuarenta –la edad del protagonista-, como de saber quiénes somos y si de verdad llevamos la vida que realmente queremos. ¿Llevan ustedes la vida que realmente desean?

Admiro a Luisgé Martín por tratar de hacer la existencia más inteligible con sus novelas, al que además envidio en mayor medida de lo que me gusta reconocer en mi fuero interno. Quien a estas alturas no haya leído nada de este fenomenal escritor no debe perder más el tiempo y comenzar a hacerlo. Quien ya lo conozca, sabrá de qué les hablo.