Benjamín Prado, escritor.Benjamín Prado, escritor.

Es un ejemplo de cómo el camino más corto para convertirse en un poeta comprometido con la sociedad se basa en manejar la palabra con endiabla habilidad. Como tantos otros ciudadanos perplejos, no sólo proclama sus ideas, sino que escribe radiografías en forma de libros que nos ayudan a comprender. Se aleja por tanto de ese poeta pobre descrito por T.S. Eliot, que «normalmente no es consciente cuando debería ser consciente y es consciente cuando debería ser inconsciente». Su obra posee una cuidada solidez y resulta absolutamente cautivadora. Es un autor de calidad sostenida que ha cumplido el sueño de su vida: dedicarse en cuerpo y alma a la profesión que ama. Este rapsoda acaba de publicar en Alfaguara la novela Ajuste de cuentas y el libro de relatos Qué escondes en la mano. La conversación con Benjamín Prado está continuamente salpicada de anécdotas.

¿Por qué considera que «la poesía es el origen de todo»?

Lo fue para mí, al menos. Oír a mi profesor de Literatura del colegio hablar de Garcilaso, me puso el camino bajo los pies. Desde entonces he escrito algunos libros y los he leído casi todos, pero no he cambiado de opinión: lo que puede decir un gran poema, no lo puede decir mejor ninguna otra creación literaria. Y eso me vale también para lo que ocurre fuera de los libros: las personas y las situaciones que no tienen algo de poesía, no me interesan gran cosa.

¿Qué sentido tiene en la actualidad escribir y publicar poesía?

El mismo de siempre, como mínimo: hacerse preguntas y encontrar respuestas, que es en lo que consiste toda clase de cultura, tanto para el que la hace como para quienes la disfrutan. En unas sociedades gobernadas por la mentira, la verdad esencial que hace visible un buen poema resulta imprescindible. Sobre todo sí el poeta es capaz de no cerrar los ojos a la realidad.

¿Qué tiene la obra de Rafael Alberti que le proporcionó estímulos para escribir poesía?

Es una de las puertas de entrada a la poesía del siglo XX. Cuando escribir es lo único que quieres hacer, los libros de los demás conducen a los tuyos, encuentras en ellos pistas, ejemplos, huellas que seguir. A mí con Alberti ocurrió lo mismo que con Neruda o Auden, entre tantos otros: encontré en ellos razones para no tirar la toalla.

¿Cómo fue su relación de amistad con Rafael Alberti?

Modélica. Rafael es una de las personas que mejor me han tratado en mi vida. Era genial, fue un amigo, inteligente, simpático, generoso… Aprendí lo que no está escrito a su lado y me miríada de risa con él, no nos aburrimos ni un segundo. Uno tiene días esenciales en su vida y el día en que lo conocí fue uno de los mejores.

¿Sigue considerando que la poesía tiene que dar respuesta literaria a los acontecimientos sociales?

Tiene que hacer eso, entre otras muchas cosas.

Decía Rimbaud que el poeta ha nacido para soliviantar a los infiernos. ¿Cuáles son sus avernos particulares?

No creo en cielos ni infiernos y además, no hacen falta: bastantes idiotas hay ya sobre la Tierra como para ponerse a buscar más debajo.

Le gustan mucho las frases lapidarias, ¿por eso escribe aforismos?

Me gustan las ideas, no las ocurrencias. Las ideas que pueden expresarse con pocas palabras siempre me han interesado. Son como una gota de tinta que cae en un vaso de agua, lo tiñen todo. La poesía proyecta muchas sombras, y una de ellas es el aforismo.

¿En qué medida el escritor posee el don de regalar otra realidad a quienes leen sus ficciones?

Creo que puede hacer eso y lo contrario, quitarle la careta a lo que los miserables que dirigen el mundo nos hacen creer que es la realidad. Un buen escritor no es tanto el que ofrece respuestas como el que te obliga a preguntarte hasta que punto las cosas son lo que parecen y ocurren del modo en el que nos las cuentan.

Ya lleva tres novelas investigando sobre temas de actualidad de la Historia reciente no conocidos del todo por la sociedad española. ¿Piensa seguir en esta línea en próximos trabajos?

Mi nueva novela me obliga a contestar que sí y mi nuevo libro de relatos te diría que no. La novela es otra aventura del profesor Juan Urbano, el protagonista de Mala gente que camina y Operación Gladio, esta vez situada en la famosa España del Pelotazo y un libro de cuentos que va en otra onda, son relatos sobre la identidad y no tienen ningún anclaje en la historia, son pura ficción. Una de cal y otra de arena.

Esta nueva novela, Ajuste de cuentas, es un retrato descarnado de la España actual que se acerca a la novela negra.

Es una novela negra sobre el lugar donde empezó la crisis, esa España del Pelotazo, con sus personajes triunfadores, guapos y millonarios que se convirtieron en el ejemplo a imitar por muchos. Ser honrado hoy, por ejemplo, es nadar a contracorriente. Y de esto justamente trata la novela. En esa España se nos inculcó la idea perversa de que ganar mucho dinero debía ser nuestra máxima aspiración, pero no nos dábamos cuenta de que el dinero fácil era la tapadera del dinero sucio. Una de las cosas en las que pensaba mientras escribía el libro era hasta qué punto tenía que castigar a Juan Urbano por ser cómplices, como todos, de nuestro propio asesinato. Hasta qué punto nos creímos que España había pasado de ser el Norte de África a ser Alemania…

No se ha prodigado mucho en la narrativa breve. ¿Por qué motivo?

Me gustan los relatos, soy hincha de autores como Cortázar o Cheever, pero escribo despacio y hasta que no estoy absolutamente seguro de haber pulido el cuento, no lo doy por acabado. Me gustan, además, los libros unitarios, que tengan cierto espíritu común. Qué escondes en la mano sale diez años después del primero. No me ha prodigado mucho, lo reconozco.

¿Cuál es el proceso de elaboración de sus últimas novelas?

Tener muy claro sobre qué quiero escribir y qué quiero que signifique. Documentar hasta el agotamiento y convertir todo ese material en una novela, en algo que también intrigue y entretenga al lector, además de contarle algo.

¿Qué nos puede contar de su experiencia como director durante cinco años de Cuadernos Hispanoamericanos?

Fantástica. Lo pasé muy bien dirigiéndola y la verdad es que tuve la ayuda de los mayores escritores de nuestro idioma. Vargas Llosa, Marsé, Ana María Matute, Bryce Echenique, Ángel González, Nicanor Parra… tengo a gala que no haya un escritor importante que no haya colaborado regularmente con la revista mientras yo la dirigía. Y también tuve el privilegio de buscar y encontrar a muchos autores jóvenes que están escribiendo muy bien en toda Latinoamérica. Todo iba bien hasta que llegaron los cafres del PP e hicieron lo único que saben hacer: hundir el barco. No hay problema, yo tampoco habría querido tener nada que ver con esta gente en concreto, no porque sean de derechas, algo que a mí no me va a impedir jamás respetar a alguien, tener admiración por su obra o ser amigo suyo, no faltaría más, entre otras cosas porque yo nunca he tenido en mi vida más carnet que el de identidad y el de socio del Real Madrid. Y porque detesto a las personas sectarias, lo cual queda sobradamente probado con la cantidad de autores de ideología conservadora que publicaron en la revista conmigo. Pero a esta gente del PP actual los considero una plaga.

¿Qué tal la experiencia de escribirle canciones a Joaquín Sabina?

No he escrito para él, sino con él.

Si le nombro a Bob Dylan…

Es una de mis regencias, otra de las razones por las que soñé con escribir y la única razón por la que me subo de vez en cuando a un escenario con Coque Malla, los Pereza, Rubén Pozo en solitario o Rebeca Jiménez.

¿Sigue pensando que los dos peores inventos de la humanidad son el dinero y las fronteras?

De la de a la ese.

En 2011 dijo que «la última esperanza de la verdad es el periodismo». ¿Sigue pensando lo mismo en estos momentos?

Eso también lo mantengo. Aunque la mano del poder es alargada. Si no fuese por lo que nos cuentan los medios de comunicación, no sabríamos nada y habría más ladrones aún sueltos por las calles.

Uno de sus aforismos dice así: «Escribir es lanzarse uno mismo al aire sin estar seguro de si va a salir cara o cruz». ¿Así lo cree?

Si no apuestas, nunca sabrás de qué lado está la suerte.

¿Alguna recomendación para los jóvenes que están intentando abrirse camino en el mundo literario?

Que no se rindan nunca. Que lean mucho y utilicen lo que leen como sistema de medida.

¿Cómo ve el panorama literario español?

Mil veces mejor que el panorama editorial. Muchas editoriales están tratando de sobrevivir a fuerza de suicidarse, publicando libros de ínfima calidad cuyo único reclamo es la fama del autor. Se equivocan y lo pagarán.

Sus editoriales favoritas son…

Publico mis libros donde quiero publicarlos.

¿Qué significa la música en su vida?

Me gusta, me importa, me distrae, me da el tono, me ayuda a concentrarme.

¿A qué le tiene miedo?

A lo mismo que todo el mundo, supongo.

¿Podría describirnos un día cualquiera en su vida?

Es fácil: nunca me aburro.

¿Cuáles son las cualidades que más aprecia en la gente, en sus amigos?

La lealtad y la inteligencia.

¿Alguna idea en la cabeza desde hace muchos años?

No creo. Las ideas que he tenido, las he sacado adelante. Suelo concentrarme para dedicar mis energías al libro que tengo entre manos, antes de ponerme a pensar en otra cosa. Nunca me ha ocurrido, afortunadamente, estar escribiendo una cosa y tener ganas de escribir otra.

¿Quién es Benjamín Prado?

Hay quien dice que soy yo.

Dice Gonzalo Suárez que cuando se pone a escribir es que no tiene nada mejor que hacer. ¿Le ocurre a usted lo mismo?

A mí me parece que escribir es lo mejor que puedo hacer. Otras cosas me gustan mucho, pero no tanto.

Saramago afirmaba que escribir es un trabajo, que el escritor no es un ser extraordinario que espera las hadas. ¿Está de acuerdo?

Completamente. A las hadas hay que ir a buscarlas puerta a puerta.

¿Sigue una disciplina/rutina para escribir?

Escribo siempre que puedo y esté donde esté. Éste es un mundo portátil, cualquier sitio es tu despacho, uno trabaja en aviones, trenes, puertas de embarque, habitaciones de hotel… Si la historia está en tu cabeza, todo lo demás está muy lejos.

¿Piensa en un lector determinado a la hora de escribir?

No. Uno no puede ser tan ingenuo que crea poder elegir a sus lectores. Es al revés, ellos te eligen a ti.

¿Cómo tiene la imaginación?

Bien. Intentamos no hacernos trampas.

¿Recuerda por qué empezó a escribir?

Escuché un disco de Bob Dylan y dije: yo quiero hacer eso. Lo hago, a mi modo.

¿Tiene alguna superstición a la hora de escribir?

Las tengo todas, a la hora de escribir y a todas las demás horas. Una específica es que tengo que escribir bajo llave.

¿Ordenador o a mano?

Las novelas a ordenador; los poemas, a mano y las notas para unas y otros, también a mano, con tinta verde y en cuadernos de bolsillo.

¿Corrige mucho?

Hasta la extenuación.

¿Necesita silencio para escribir o le gusta escuchar música o tener la radio encendida?

Música, siempre. No me gusta estar solo en casa, me distraigo más; prefiero estar con gente, pero de fondo, que no me distraiga.

¿Cómo se clasificaría como escritor?

Ni idea.

¿Qué sería de su vida si no pudiera escribir?

Quién sabe. Siempre he pensado que sería feliz trabajando de jardinero.

¿Recuerda cuando fue la primera vez que se sintió escritor?

Los lectores son quienes te hacen sentirte escritor, cuando te das cuenta de que, por raro que parezca, lo que escribes es importante para algunas personas y entretiene a otras cuantas.

¿A quién le deja leer sus manuscritos antes de ser editados?

Poca gente. Las novelas a mi editora, mi agente y mi mujer, por lo común. Los poemas son otra cosa, esos sí que se los dejo ver a algunos colegas. O algunos de ellos, excepcionalmente, los cuelgo en ocasiones en mi blog, para compartirlos con mis seguidores. Pero no me gusta mucho que lo que hago se vea antes de tiempo.

¿Cuáles son sus afinidades literarias?

Cientos.

¿Hay algún estereotipo de escritor en el que odiaría caer?

No odio a ningún escritor. No odio a nadie, en realidad. Creo que cada uno puede hacer lo que le apetezca.

¿Por qué leer?

Para no conformarse con ser nada más que uno mismo.

¿Leer es vivir?

Es una de las cosas que no puede faltar en la vida de una persona civilizada.

¿Qué ha aprendido de sí mismo leyendo que no hubiera podido aprender solo?

Todo. Uno no puede aprender nada solo, eso es una leyenda urbana. Cada vez que oigo a alguien decir que se ha hecho a sí mismo, pienso que es un memo.

¿Cuántas horas diarias dedica a la lectura?

Más que la mayoría y menos de las que quisiera. Por mí, estaría leyendo el día completo. De hecho, siempre ha creído que la mejor forma de leer un libro es de un tirón, como hacía yo los veranos cuando vivía en casa de mis padres: me sentaba más o menos temprano en el jardín y no me detenía hasta la última página. El boom entero lo leí de ese modo.

¿Cómo se debe leer: en voz baja, en voz alta o sin voz?

Sin voz, al menos en mi caso. Pero cada uno como mejor de entere, más lo disfrute o pueda. Hace poco estuve en un club de lectura que tienen en la ONCE, donde los socios oyen los libros que leen en voz alta y graban para ellos algunos actores, y me quedé impresionado por la profundidad con que habían comprendido hasta el último de sus rincones la novela mía que habían elegido en esa ocasión. Fue una experiencia maravillosa.

¿Cuál es su sitio preferido para leer?

Todos me valen. Los transportes públicos me agradan, los trenes y aviones sobre todo.

¿Quién le enseñó a leer?

Mis hermanas. Aprendí muy pronto. Cuando me llevaron a la escuela, los maestros, de entrada, me adelantaron dos cursos, precisamente porque ya leía demasiado bien. Luego tuvieron que retirarme uno, porque era demasiado joven.

¿Cuál fue el libro que le convirtió en lector?

Los dos que conservaba mi padre de su infancia. Encuadernados en piel, una roja y el otro negra: Peter Pan, de James M. Barrie, y Rebeca, de Daphne de Maurier.

¿Qué libros le han emocionado en su vida?

Muchísimos de poesía y alguna novela.

¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?

Aquellos libros maravillosos de Bruguera en los que había clásicos resumidos, mitad libro y mitad tebeo: Salgari, Dumas, Julio Verne, Tolstoi… La maqueta de casi todo estaba allí.

¿Cuáles son sus autores preferidos?

Demasiados para caber en una sola respuesta. Pongamos que Neruda.

¿Qué título reciente le ha dejado sin aliento?

Me ha gustado mucho Cada cual y lo extraño, de Felipe Benítez Reyes.

¿Qué libro no ha sido capaz de terminar de leer?

Hace tiempo que no leo los libros hasta el final porque sí. O me mantienen los ojos abiertos o los cierro yo a ellos. Hay un ensayo estupendo de Ezra Pound en el que protesta contra la obligación de que los clásicos tengan que gustarte por el mero hecho de serlo. A mí, por ejemplo, siempre me ha parecido muy poca cosa Rimbaud, pero seguro que es culpa mía.

¿Qué tipo de lector es?

Infatigable. Exigente.

¿Hay algo mejor que leer?

Cuando estás leyendo, no. Pero hay muchas cosas fantásticas que hacer en esta vida, solo o en compañía de otros.

Todo el mundo dice que en España no se lee…

Hay pocos lectores aunque muy buenos.

¿Qué es el libro para usted?

La cultura. La civilización. La historia privada de los países, como dijo Balzac.

¿Cuál es el verdadero lugar de los libros en su vida?

Son el centro.

¿Cuál es su relación ahora con los libros?

Somos muy felices juntos.

¿Cómo los cuida usted?

Leyéndolos y, si se portan bien, releyéndolos.

¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?

Odio los libros subrayados.

¿Los presta?

Claro, aunque sea a regañadientes. Pero, sobre todo, los regalo.

¿Posee ex libris?

No.

¿Hay algún olor que relacione con los libros?

El de la tinta.

¿Dónde suele comprar los libros?

En las librerías en las que siempre los he comprado.

¿Cuál es su librería de cabecera?

Son varias, Visor, Rafael Alberti…

¿Visita las librerías de viejo?

Sí, siempre que puedo. Normalmente, con algún amigo.

¿Qué opina de las librerías tipo Casa del Libro, Fnac o La Central?

Todos los lugares donde se venden libros cuentan con mi respeto.

¿Cuántos libros suele comprar en un año?

No sé, bastantes, sobre todo de poemas; aunque ten en cuenta que las editoriales también me envían muchísimos a casa.

¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgulloso?

Muchos libros dedicados por sus autores, algunos de gente ya ida a la que quise mucho, como Alberti, Jaime Gil de Biedma o Ángel González, y otros de amigos de ayer y hoy o de autores que admiro. Tengo cientos de ellos.

¿Qué opina de ese fenómeno mediático con carácter de verbena que es la Feria del Libro?

Me gusta. Siempre lo paso muy bien en ella. Los lectores son muy amables.

¿Tiene libro electrónico?

Sí, tengo un iPad. Lo uso para leer los libros que me interesan pero no me importan.

¿Qué opinión tiene sobre el libro electrónico?

No tiene por qué ser malo. Lo que hay que conseguir es que la gente deje de robar libros y discos, eso es una vergüenza. Robar a otro no puede ser nunca un acto de libertad.

¿Cuál es el futuro del libro?

Nunca morirá. Los otros animales pueden vivir sin libros, pero nosotros no.

Su biblioteca es…

Muy grande.

¿Cuál es su fondo actual de títulos?

Ni idea. Treinta, cuarenta mil… Están en dos casas y media.

¿Y cuántos poemarios tendrá?

Cuatro paredes.

¿Qué género predomina?

Hay de todo, poesía y novela desde luego. También bastante filosofía y libros sobre música.

¿La tiene ordenada?

Sé dónde está todo. Con eso me basta.

¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos?

Sólo libros. Alrededor, tengo fotos de poetas.

¿Qué dicen de usted los escritores que tiene colocados en la pared de su cuarto de trabajo?

Saben que nunca los voy a traicionar.

¿Hace expurgo en su biblioteca con frecuencia?

No. Los libros que llegan ahí lo hacen para quedarse.

¿Contiene libros en otros idiomas?

Sí. Muchos en inglés y algunos en francés.

¿Cómo debe formarse una biblioteca?

Con los libros que uno quiera conservar.

¿Qué biblioteca ha visitado y le ha fascinado?

La de Neruda en Isla Negra. Que ahora ya no está allí porque el mar estropeaba los libros. La de Hemingway en Finca Vigía, cerca de La Habana. La de Isak Dinesen en su casa de Rungstedlund, a unos kilómetros de Copenhague.

¿Qué biblioteca le gustaría visitar?

Todas.

Benjamín Prado (Madrid, 1961) es autor de los poemarios Ecuador (que reúne sus cinco primeros trabajos poéticos), Iceberg (2002) y Marea humana (2007); de las novelas Raro (1995), Nunca le des la mano a un pistolero zurdo (1996), Dónde crees que vas y quién te crees que eres (1996), Alguien se acerca (1998), No sólo el fuego (1999), La nieve está vacía (2003), Mala gente que camina (2006), Operación Gladio (2011) y Ajuste de cuentas (2013); los libros de cuentos Jamás saldré vivo de este mundo (2003) y Qué escondes en la mano (2013); y los ensayos Siete maneras de decir manzana (2001), Los nombres de Antígona (2001), A la sombra del ángel. 13 años con Alberti (2002), Carmen Laforet (2004), Lo que cante y dije de Rafael Alberti (2004), Romper una canción (2009) y Pura lógica (500 aforismos) (2012). Colabora en El País y como contertulio en programas de televisión. Blog.